Una nieta recuperada homenajea y reivindica los 38 años de lucha de una Madre de Plaza de Mayo que no se abraza con Milani y que se mantiene independiente del gobierno y del Estado.
Miércoles 14 de enero de 2015
El lunes 12 a las 20 horas comenzaba a celebrarse el cumpleaños 90 de la Madre de Plaza de Mayo Mirta Baravalle y el homenaje a Ana María Baravalle, su hija, detenida desaparecida desde el 27 de agosto de 1976, junto a su esposo Julio César Galizzi. Ana María estaba embarazada de cinco meses al momento de ser secuestrada.
Mirta no quería festejo de cumpleaños sino un homenaje a la lucha de su hija.
Junto a sus compañeras Elia Espen, Nora Cortiñas y Elsa Pavón no faltaron las anécdotas de cuando fundó e integró la institución Abuelas de Plaza de Mayo. “Se pasaba día y noche sin dormir, investigando el destino de cada uno de los nietos por restituir su identidad”, contaba Elsa. Y relataba cómo Mirta fue parte de la investigación y restitución de Paula Logares, su nieta; y de lo fundamental de esta abuela de perfil bajo, que fue una persona clave para que hoy Paula sea Paula y quien escribe pueda decir que es María Victoria Moyano.
Mirta hasta hoy tampoco sabe el destino de su nieto.
Tampoco faltó la anécdota de su presencia acompañando a la Abuela “Chicha” Mariani, denunciando el asesinato y secuestro de su nieta Clara Anahí. Y así no alcanzaría el tiempo para contar sus 38 años de lucha como una guerrera en la defensa de las libertades democráticas.
De repente, ese cumpleaños se transformaba en una importante reivindicación a aquellos que se han mantenido independientes del gobierno y del Estado. Estaban las tres Madres, las que entienden que el pañuelo significa lucha inclaudicable, las que acompañan durante todos estos años a los sectores en lucha junto a ellos y en las calles.
Las que entienden que su lucha se resignifica con cada trabajador, con cada joven, con cada estudiante, con cada pueblo originario. Porque, como dicen ellas, ahí estarían sus hijos.
Junto a ellas estaban los exdetenidos, los hermanos de desaparecidos, las esposas, y tanto otros militantes de derechos humanos.
Con 90 años, Mirta estaba firme y entera como siempre. Y, la verdad, era un orgullo para los presentes estar acompañándola.
Y de repente comenzaban los recuerdos junto a ella. No sólo aquellos de cuando yo era una niña, sino como compañera de lucha. En las puertas de Jabón Federal (hoy Alicop) de La Matanza defendiendo a los trabajadores, en el Subte, en Fate, en el Indec, con las obreras de Fresenius de Pilar, con los trabajadores petroleros de Las Heras, con los hermanos qom, con los trabajadores de Kraft, de PepsiCo y tantos otros. En cada marcha del 24 de marzo junto el Encuentro Memoria Verdad y Justicia denunciando al gobierno como garante de la impunidad de ayer y de hoy, denunciando la desaparición de Julio López, la Ley Antiterrorista y los 5.000 procesados por luchar. Gritando bien fuerte ¡Fuera Milani!. Porque quienes defendemos las libertades democráticas de verdad no podemos permitir que este genocida sea jefe del ejército y no esté en su lugar, la cárcel.
Todos estos recuerdo se nombran de corrido. Pero como le escribí en agosto de 2014, cuando fue a buscarnos al destacamento de Gendarmería para exigir la liberación de quienes habíamos sido detenidos durante el conflicto de “los indomables” de Lear por apoyar su lucha, “Mirta, gracias por mantenerte con tus principios intactos y por tu lucha inclaudicable, que fueron marcando el camino”.