En el apartado anterior presentamos como los diagnósticos de época de Beck y Giddens, en vez de explicar la realidad social global, terminaban justificando el orden de desigualdad social. En esta segunda parte analizaremos su visión de "democracia dialógica en sociedades postradicionales" o modernidad reflexiva.
Viernes 21 de octubre de 2016
(puedes leer aquí la primera parte)
Beck Y Giddens son dos sociólogos cuyas teorías están investidas de autoridad y prestigio en las ciencias sociales, sin embargo, sus hipótesis están impregnadas de connotaciones ideológico-valorativas de corte liberal. En el apartado anterior presentamos como sus diagnósticos de época en vez de explicar la realidad social global, terminaban justificando el orden de desigualdad social. En esta segunda parte analizaremos su visión de democracia dialógica en sociedades postradicionales o modernidad reflexiva.
Un segundo elemento en sus análisis afirma que en esta nueva realidad ya no hay enemigos a los cuales se tenga que destruir, sino sólo adversarios con los que se dialoga y por lo tanto lo que proponen es una democracia dialógica. Es precisamente en este punto analítico en donde hay bastantes contradicciones entre su modelo teórico y la práctica política: invisibiliza el conflicto y la lucha que pueda surgir en una sociedad democrática-liberal y cosmopolita. Mouffe lo critica de la siguiente manera:
“la política, como señala Perry Anderson comentando a Giddens, no es un intercambio de opiniones, sino una lucha por el poder, y advierte que el peligro de concebir la vida democrática como un diálogo es que podemos olvidar que su realidad principal sigue siendo la disputa (…) el enfoque dialógico está lejos de ser radical, porque ninguna política radical puede existir sin desafiar las relaciones de poder establecidas, y esto requiere la definición de un adversario, que es precisamente lo que esta perspectiva evita". (Mouffe, 2011 57)
Por lo tanto niegan el conflicto y las tensiones que se generan entre las clases sociales en un contexto de capitalismo salvaje y precarización de las grandes mayorías trabajadoras. Sin embargo al negar el conflicto se llega a una visión apolítica donde no se permite el cuestionamiento al orden.
Beck y Giddens definen a los enemigos de la sociedad cosmopolita (haciendo alusión a la modernidad reflexiva) como los que se oponen al proceso inevitable de globalización en clave capitalista y liberal a los cuales definen como fundamentalistas, conservadores-tradicionalistas y de retraso moral ya que no entienden la nueva realidad. El fundamentalista, según Beck, no se adapta a lo nuevo porque sigue pensando en términos de colectividad. “No alcanza a vislumbrar que esta nueva realidad se caracteriza por el triunfo del individualismo”. Beck Giddens, de esta manera embellecen la opresión, explotación y el imperialismo. La explotación de una clase sobre las otras, justifica su acción a partir de valores liberales presentados como absolutos, significa una sola visión del mundo. Mientras todos aquellos que critiquen dicho orden, como en el caso, no sólo del islam, sino también de corrientes políticas criticas del liberalismo como el marxismo, anarquismo, autonomismo y todo aquel que cuestione el consenso neoliberal, son criminalizados por los teóricos liberales (Beck y Giddens) como fundamentalistas, conservadores-tradicionalistas o de retrasados morales. Los teóricos de la modernidad reflexiva y de la tercera vía ven en cada crítico del sistema neoliberal un potencial enemigo el cual se le debe descalificar o reprimir.
“Resulta muy revelador el hecho de que el único tipo de oponente radical que tal modelo pueda concebir sea el tradicionalista o fundamentalista (…) de hecho si aceptamos la distinción que han propuesto entre “enemigo” y “adversario”, este tipo de oponente no es un adversario sino un enemigo, es decir, alguien cuyas demandas no son reconocidas como legítimas, y que debe ser excluido del debate democrático.
Es digno de destacar que ni Beck ni Giddens tiene mucho que decir cerca de las relaciones de poder y la manera en que ellas estructuran nuestras sociedades, ignoran completamente el modo en que la modernidad reflexiva ha asistido al surgimiento de una nueva clase, cuyo poder debe ser desafiado si es que las instituciones básicas de la sociedad postradicional van a ser democratizadas. Así mismo está claro que el movimiento contra la burocratización no tendrá lugar sin una lucha contra los directores empresariales, cuyo poder deberá limitarse. (Mouffe, 2011 56)
Beck y Giddens parecen ser los apologistas del capitalismo y del individualismo en la globalización neoliberal. Al presentar sus teorías sociales, “respaldadas científicamente”, hacen que su discurso adquiera prestigio en el ámbito de las ciencias sociales. Eso significa justificar esa globalización que está atravesada por la mediación de organismos bancarios y políticos internacionales (B.M., F.M.I., ONU) que ven por sus propios intereses y por la ideología que estos generan sobre el conjunto de la sociedad, incluyendo las ciencias sociales en general y la política en particular.
Frente a esta visión burguesa individualista de corte liberal es necesario anteponer el análisis de la sociedad como totalidad, dar cuenta de las condiciones materiales en el que interactúan los grupos sociales productores de su forma histórica, en la cual las estructuras políticas, las formas de la conciencia y las estructuras de la reproducción social están necesariamente entretejidas. Porque en un contexto socio-político globalizado, no se puede reducir el análisis a lo social como la suma de individuos, sino que, partiendo del carácter histórico social de lo político, se entiende la praxis política como una praxis social y las instituciones de dominación como instituciones de una determinada sociedad, que en este caso es la sociedad del capitalismo salvaje cuyo sustento político es el liberalismo elitista del consenso.
Frente a este consenso capitalista y liberal de miseria y garrote es necesario luchar por una táctica y estrategia que a todos los trabajadores y demás sectores oprimidos y explotados nos permita vencerlo. Chantal Mouffe hace consiente lo que a primera vista es inconsciente, es decir, demostrar que el orden que estos teóricos presenta como natural o neutral justifica la explotación de la burguesía internacional (imperialista) al resto del mundo. Sin embargo, Mouffe se ubica respetuosa de las instituciones liberales y a favor del debate vibrante.
Aunque ese debate vibrante es necesario no es suficiente porque ¿Cuándo se ha visto que la burguesía transnacional, imperialista, ceda por vía pacífica y democrática el poder a las grandes mayorías, que en los hechos se contraponen a sus intereses? ¿Es necesario un instrumento que combata y derrote a la burguesía internacional y su sistema político liberal? ¿Es la clase trabajadora quien puede organizar a los explotados y oprimidos a nivel global?
Siendo consciente de lo anterior y en caso de los estudiantes, ¿al servicio de qué clase social poner nuestro conocimiento? Dejo estas preguntas abiertas por si algún compañero(a) quiere precisar sobre estos temas y sobretodo como tribuna abierta que contribuya al debate y la organización.
Bibliografía
Mouffe Chantal (2007 [2011]). “¿Más allá del modelo adversarial?”. En Mouffe Chantal. En torno a lo político. México: Fondo de Cultura Económica.