Su exitoso paso por el Festival Internacional de Viña del Mar estuvo marcado por el talento de la artista, tanto su voz como su carisma cautivó al monstruo. Letras y música que han encantado a un público en particular.
Melissa Navea V Psicóloga
Martes 28 de febrero de 2017
Estos últimos días, Mon Laferte ha sido reconocida por su historia de perseverancia en la música. Comenzando su carrera como cantante desde muy pequeña, dejó la escuela a los 13 años para dedicarse por completo a la música, es así como el arte se convirtió en el sustento económico, y como no, emocional de la joven Monserrat.
Su paso por el programa de jóvenes talentos “Rojo, Fama contra fama”, logró hacerla conocida masivamente en Chile como Monserrat Bustamante. Hoy, 11 años después de su salida de las pantallas, Mon Laferte vuelve a Chile con una exitosa y reconocida carrera musical en México, lugar en donde según sus propias palabras, pudo ser finalmente “libre”, componer y cantar lo que siempre quiso.
Durante su paso por el Festival de Viña logró demostrar por qué hoy está convertida en una artista de renombre en Latinoamérica, en pocas palabras, una potente voz, una buena banda en vivo, un carisma y talento que cautivó a quienes incluso no la conocían y que hizo despertar al “monstruo” de Viña.
Por otra parte, su pasión por la música se vio reflejada en una entrevista al diario La Tercera, en donde se refirió a la falta de cultura que rodeaba al certamen internacional, y en donde dejó entrever que la farándula y el espectáculo fuera del escenario cobra mucho más relevancia que el arte y la música, aspectos que, según señala, deberían ser los verdaderos protagonistas. Su incomodidad con este tipo de cobertura, incluso se vio acrecentada cuando fue duramente criticada por vestir en la gala un vestido alusivo al folclor mexicano que al parecer no representaba el “glamour” que ha tomado esta instancia en donde prima el espectáculo.
Mon Laferte y su cercanía con la diversidad sexual
Sin duda que en su paso por Viña del Mar fue el público en general quien respondió, premiándola y pidiendo entregarle el máximo galardón a más no poder. Pero fueron sus mayores fans, aquellos que la siguieron hasta el gran escenario y quienes por redes sociales manifestaban su admiración por la cantante, los que cantaron de principio a fin las letras que hablan entre otros tópicos, sobre amores complicados.
Entre quienes escuchan a Mon Laferte existe un público en particular que la sigue desde hace un tiempo: la diversidad sexual. Fue en Octubre del 2011, cuando la artista participó en el cierre del Concierto por la Diversidad Sexual en Santiago, y hoy es ese mismo público que reconoce en sus letras, las historias de amores difíciles, sufridos, profundos, sentir que esta diversidad ha hecho y ha sentido al mismo tiempo suyo; un público encantado por la voz de la artista y su sello lleno de contrastes, de altos y bajos, imponente y dulce a la vez; intensa, profunda, apasionada. Estas características han sido suficientes para cautivar a una audiencia cuya subjetividad se ha caracterizado por ser más receptiva a este tipo de artistas que no temen cantarle al dolor.
Sin negar que estas letras de amor no están exentas de ese ideal del amor romántico y que conlleva toda la carga de las contradicciones de este sistema como las relaciones posesivas o enajenadas, estas han logrado empalmar con una realidad en que amar y ser homosexual resulta una lucha aun más fuerte que dar ante un sistema de opresión que lo llena de condiciones para que no pueda florecer, un dolor que se vuelve más ameno cuando hay arte que sea voz y refugio a la vez.