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Historias de mujeres. Mother Jones: la mujer más peligrosa de Estados Unidos

En febrero de 1913, Mother Jones fue condenada en una corte militar a 20 años de cárcel por incitar a la violencia. Las crónicas cuentan que quiso leer la declaración de Independencia norteamericana y la arrestaron. Tenía 75 años.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Sábado 21 de febrero de 2015

Imagen: motherjonescork.com

Por esos días, el gobernador republicano William Glasscock había impuesto la ley marcial por tercera vez en la región, con el objetivo de derrotar la huelga minera de Paint Creek–Cabin Creek (West Virginia, Estados Unidos) que había comenzado en abril del año anterior.

Mary Harris, conocida como Mother Jones, nació en 1837, en un hogar de militantes irlandeses; conoció el exilio muy joven, cuando su familia huyó al Canadá, donde obtuvo su título de maestra. De regreso en Estados Unidos, luego de trabajar como maestra unos meses, renunció al estricto convento donde dictaba clases, porque “prefería zurcir que mandonear a niños pequeños” y se mudó a Chicago, donde trabajó como costurera.

En 1861 se casó con George Jones, un obrero fundidor, con quien daría sus primeros pasos en la lucha proletaria. Seis años después, su marido y sus hijos murieron en la epidemia de fiebre amarilla de fines de los años 1860 y, en 1871, perdió su casa y taller en el gran incendio de Chicago.

Esas tragedias personales, sin embargo, no la doblegaron, siguieron moldeando su personalidad aguerrida: Jones se transformó en organizadora sindical, estaba convencida de la organización independiente de la clase obrera: “Lo que un estado no consigue, lo que un minero contra una corporación poderosa no puede alcanzar, puede lograrlo un sindicato”. La socialista Elizabeth Gurley Flynn, la describía como “la mejor agitadora de nuestra época”.

Mother Jones se incorporó a la organización semiclandestina Caballeros del Trabajo, que reunía a los sectores más explotados del movimiento obrero, entre ellos mujeres, negros e inmigrantes. A partir de 1890, se sumó a los esfuerzos de los mineros para fundar su propio sindicato. En 1904, ingresó al Partido Socialista y, al año siguiente, sería la única mujer entre los veintisiete firmantes del manifiesto fundador de la Industrial Workers of the World (IWW), que llamaba a organizar a todos los obreros y obreras industriales.

Por esos años, ya estrenaba tribunales y había sido declarada por un fiscal como “la mujer más peligrosa de Estados Unidos”. Aunque ya contaba muchas canas era habitué de las huelgas mineras, y alentaba la participación de las esposas y las familias de los trabajos para fortalecer las medidas de lucha. Cuando la acusaban los fiscales decían: “llega a un estado [West Virginia] donde reinan la paz y la prosperidad… y con un gesto hace que veinte mil hombres dejen sus herramientas y abandonen el trabajo”.

Las jornadas laborales eran extensas, las condiciones laborales provocaban mutilaciones, enfermedades crónicas y muerte. La voz de Mother Jones repicaba en las minas y las fábricas, se amplificaba en las luchas por la jornada de ocho horas. Cuando le preguntaban dónde vivía, decía “en cualquier parte, allí donde haya una pelea”. Solía compartir las precarias viviendas con los trabajadores, las carpas cerca de las minas, sin contar las estadías en comisarías, juzgados y cárceles.

Como todo el activismo y la militancia de izquierda, Jones era una gran admiradora de la gran Revolución Mexicana de 1910. Una de sus principales actividades, además del sindicato minero, fue recaudar fondos para la revolución y la defensa de los revolucionarios mexicanos arrestados en Estado Unidos. El internacionalismo era moneda corriente entre el activismo de izquierda y radical por esos años.

En 1912, en medio de la huelga minera de Paint Creek–Cabin Creek (West Virginia, Estados Unidos), organizó un gran movimiento solidario, que incluía una “milicia” de mujeres, que marchaba escoba y ollas en mano que agitaba en las movilizaciones y rodeaba a los rompehuelgas.

Opositora férrea al trabajo infantil, organizó la “Cruzada de los niños”, y una marcha que unió Pensilvania con Oyster Bay en Nueva York, hogar del entonces presidente Theodore Roosevelt, con banderas que exigían “Queremos ir a la escuela, no a las minas”.

Luego de ser arrestada, en 1913, por denunciar las condiciones de trabajo en las minas, fue sentenciada a veinte años de cárcel por incitación a la violencia y conspiración. Pero su firmeza hizo que el senado del estado de West Virginia investigara sus denuncias, y el gobernador Henry Drury Hatfield recién electo debió mediar para alcanzar un acuerdo entre los dueños de las minas y los trabajadores. Jones fue liberada y absuelta para evitar mayores repercusiones.

Antes de morir, pidió que su cuerpo fuera enterrado en el cementerio del sindicato minero, al que le dedicara su vida de militancia obrera. Junto a ellos enfrentó durante toda su vida a los capitalistas y su casta de políticos. Una de las tantas veces que la amenazaron con la cárcel y el castigo, contestó: “Si me quieren colgar, que me cuelguen. Cuando esté en el cadalso voy a gritar Libertad para la clase obrera”.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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