La crisis política en curso en Macedonia, en donde miles de personas desfilaron en las calles exigiendo la renuncia del gobierno, podría sorprender por tratarse de un país que no nos tiene acostumbrados a grandes movilizaciones populares en los últimos años.
Martes 2 de junio de 2015
Fotografía: EFE
Pero la realidad es que ésta se suma a una serie de crisis políticas y sociales que atraviesa la región desde por lo menos el comienzo de la crisis económica mundial. ¿Esta inestabilidad social y política que comienza a preocupar en las capitales occidentales estaría marcando el fin de un periodo de parálisis de las clases populares de la región?
“Sociedad civil” y conciliación de clases
Sin embargo, lo que marca fundamentalmente a estos movimientos es la confusión ideológica y la falta de un programa alternativo que responda consecuentemente a los intereses de las clases populares en total independencia de las corrientes políticas capitalistas y del imperialismo.
Es así que frente al problema del régimen político y de una democracia degradada se propone en general la reivindicación del “fortalecimiento de la sociedad civil”; o ante el problema de las privatizaciones mafiosas no es extraño que se exijan “privatizaciones transparentes”. En cierto modo existe una ilusión extendida sobre la construcción de un “capitalismo sano” y una verdadera democracia liberal. Es decir, una visión de conciliación de clases en el que “buenos patrones”, clases medias y trabajadores tendrían un objetivo común: la lucha contra la “clase política” corrupta.
ONGs, fundaciones y organismos internacionales imperialistas contribuyen a instalar esta visión sobre la imposibilidad de superar la democracia burguesa y el capitalismo y a presentar el “horizonte europeo” como la única “salvación” para las sociedades de Europa del Este. Esto favorece la desviación/contención burguesa del descontento popular.
Sin embargo, por más que por el momento las burguesías locales y el imperialismo hayan logrado desviar y/o contener las diferentes revueltas populares, esto no significa que los gobiernos que se instalan sean estables y que las fuentes de revuelta hayan desaparecido. Todo lo contrario. En realidad estas protestas y revueltas son un golpe para los regímenes y los debilitan, dejando abierta la posibilidad de más agitación social en el futuro. Además, muchos de los países de la región que conocieron revueltas populares ya hacen parte de la UE desde hace varios años (Eslovenia, Bulgaria, Rumania), sin evocar las crisis que sacuden países importantes de la UE. De esta forma, la “perspectiva europea” pierde cierto poder de atracción.
Uno de los problemas que se plantean para estas movilizaciones reside en que se dan en clave “ciudadana”, es decir policlasista en donde la participación de la clase obrera se da de forma diluida en la masa. Esto dificulta el desarrollo de una política obrera y popular y son los sectores de clases medias que le imprimen el tono político a las reivindicaciones.
El único ejemplo que se dio en estos últimos años en donde las reivindicaciones obreras estuvieron realmente en el centro del movimiento fue durante la explosión social de 2014 en Bosnia. En ese caso, el movimiento nació a partir de la represión contra una protesta de desempleados y de la juventud de la ciudad obrera de Tuzla (en el noreste del país) y se expandió a varias ciudades importantes incluida su capital, Sarajevo. El límite que tuvo este movimiento es que no logró ganar la entidad serbia del país y sobre todo que los sectores en lucha eran esencialmente los desempleados u obreros de fábricas en un proceso avanzado de cierre y los jóvenes precarios. La clase obrera empleada, paralizada por el miedo a la desocupación, no participó. Las burocracias sindicales incluso condenaron las manifestaciones.
La cuestión fundamental es si la clase obrera junto a los sectores oprimidos logrará entrar en acción en las próximas explosiones sociales e imponer sus propias reivindicaciones contra las clases dominantes locales y el imperialismo.
Pensar las vías para el paso de la “restauración” a la “transición”
Efectivamente la cuestión de levantar un programa de clase, independiente de la burguesía y del imperialismo, es fundamental. Sobre todo en esta región en donde hacia el fin de los años 80 varios países conocieron una serie de importantes luchas obreras contra las burocracias estalinistas incapaces de resolver la crisis económica y social que atravesaba el conjunto del ex “bloque socialista”.
Las revueltas populares en varios países lograron derribar a los viejos regímenes estalinistas pero fueron capitalizadas y desviadas por distintas variantes políticas burguesas y restauracionistas. Justamente, la presión de la clase obrera es uno de los factores que llevó, en los primeros años de la década del 90, a que una parte de la burocracia estalinista se decidiera por adoptar la vía de la restauración capitalista.
En ninguno de los casos los trabajadores fueron capaces de frenar el proceso de restauración capitalista y la instalación de regímenes de democracia burguesa levantando su propio programa de revolución política contra la burocracia estalinista. Al contrario, una parte significativa del proletariado se inclinó, aunque sin entusiasmo, por apoyar las variantes restauracionistas.
Hoy que comienza a haber brechas en estos regímenes instaurados a principios de los años 90 la clase obrera debería evitar caer en los mismos errores. Para esto es necesario que sus alternativas sean radicalmente diferentes de las “soluciones” aportadas por la burguesa y el imperialismo.
Así, frente a los regímenes corruptos y represores no es posible proponer cambios y reformas superficiales o limitados al marco existente. Al contrario, es todo el marco que debe ser cambiado. En ese sentido, una Asamblea Constituyente libre y soberana podría ser un primer paso para avanzar hacia la satisfacción de las demandas democráticas estructurales de las masas.
De esta forma, los trabajadores, la juventud y el conjunto de los oprimidos podrían defender medidas como que todo funcionario cobre lo mismo que un trabajador calificado, lo que evitaría que la política se transforme en una forma de enriquecerse para un puñado de políticos corruptos. Este es un problema central el conjunto de los países de la región y que provoca un rechazo generalizado.
Pero esto no es suficiente para garantizar la independencia del personal político y de altos funcionarios de las distintas instituciones del Estado con respecto a los capitalistas y al imperialismo. Es por eso que además de la elección de todos los puestos de responsabilidad en el Estado se debería exigir la revocabilidad de diputados, ministros, jueces, etc.
En esta región la cuestión de la opresión nacional se plantea tanto frente al imperialismo como al interior de cada país. El nacionalismo de hecho fue utilizado por varias corrientes restauracionistas para dividir a los explotados de muchos de los países en cuestión. Es por eso que el derecho a la autodeterminación para las naciones oprimidas de la región es también una reivindicación democrática central y la única forma de crear las bases de una verdadera fraternidad entre los pueblos.
Pero en los ex Estados obreros burocratizados de Europa del Este una cuestión ocupa un lugar central, tal vez comparable al rol que la reforma agraria podía jugar en otra época: la renacionalización sin pago ni indemnización y bajo control obrero y popular de todas las empresas y servicios públicos privatizados durante el proceso de restauración capitalista. Esto se podría extender también a las empresas privadas abiertas durante este proceso y que hoy en plena crisis deciden cerrar o despedir masivamente.
En efecto, si la apropiación privada de la riqueza producida colectivamente es una de las características fundamentales del capitalismo, en los ex Estados obreros burocratizados la restauración capitalista implicó un verdadero robo a gran escala de la propiedad y la riqueza nacional producida durante varias décadas gracias al esfuerzo del conjunto de la sociedad. Es el carácter abiertamente criminal y contemporáneo de esta suerte de “acumulación primitiva de capital” en los ex Estados obreros burocratizados que permite que esta reivindicación sea fundamental y entendible claramente por las masas trabajadoras.
Estas medidas sería una forma no solo de responder a la acuciante cuestión del desempleo, sobre todo entre los jóvenes, sino también una base sólida para la constitución de organismos de autoorganización de la clase obrera y de las masas para así responder a la cuestión de la “participación popular” en las decisiones de la sociedad. Estos órganos de autoorganización de las masas podrían incluso desarrollarse hasta crear formas de doble poder y disputarle el poder a la burguesía y deshacerse de la tutela y la opresión imperialista sobre los países de la región.