La muerte de Mahmoud Bakhum en Sevilla, saltando al Guadalquivir en una persecución policial por trabajar de mantero, vuelve a mostrar el sangriento conteo de víctimas del racismo de estado.
Martes 31 de diciembre de 2024
Mahmoud Bakhum, de 43 años, fue perseguido por la policía por sus “actividades ilegales”: trabajar de mantero. Tuvo que huir y acabó lanzándose al río Guadalquivir. Cuando la Unidad de Rescate Acuático le sacó del agua ya había fallecido.
Horas después se concentraron 20 personas, amigos y vecinos de Mahmoud, frente a la comisaría de La Ranilla para denunciar esta muerte a causa de la persecución policial, y fue disuelta por la policía que detuvo a uno de los protestantes por “atentado contra la autoridad, desórdenes públicos y daños”.
Las asociaciones antirracistas de Sevilla han convocado una manifestación el 2 de enero a las 19h en la Gavidia y el Sindicato de Manteros de Madrid se ha pronunciado denunciando esta tragedia y recordándonos que esto es sólo “la punta del iceberg”:
Esto es solo la punta del iceberg.
La persecución que se llevó a Mame Mbaye se ha llevado a Mahmoud.
¿Hasta cuando las políticas que ponen las vidas en el centro?
Las leyes racistas nos mantienen en una situación de total desprotección y se ceban con nuestras vidas pic.twitter.com/dwhOdBCOlC— Sindicato de Manteros de Madrid #RegularizacionYa (@sindmanterosM) December 31, 2024
No es un caso aislado
Desde el asesinato a quemarropa de Nahel, un chico argelino disparado en Nanterre (Francia) por la policía hasta los desahucios en mitad de un temporal la brutalidad policial nos deja claro que los Estados “democráticos” son de todo menos seguros para las personas migrantes, y que tanto las leyes racistas como sus ejecutores sirven a los intereses de la clase dominante.
Los migrantes sin papeles, cuando no son encerrados en CIEs se ven obligados a trabajar en condiciones de absoluta precariedad y sin derechos laborales. Cuando consiguen sobrevivir a una peligrosa ruta migratoria huyendo de las condiciones de miseria de su país, se enfrentan a la violencia institucional que en ocasiones como esta llega a ser mortal.
Es necesario recalcar que este tipo de brutalidad policial no es un “accidente” o “desliz puntual” de la policía, sino que se trata de una violencia ejercida día a día con redadas policiales, deportaciones y la criminalización de trabajadores migrantes sin derechos. Por eso hoy y siempre señalamos a la policía y decimos que no es reformable, que es una fuerza de choque de este sistema de explotación y opresión.
Todos los Estados europeos han endurecido sus leyes migratorias en los últimos años, con deportaciones exprés y pactos con países como Turquía, Libia y Marruecos para que sus fuerzas de seguridad actúen como gendarmes exteriores de Europa. El aumento del racismo institucional de las autoridades europeas ha dado aire al crecimiento de formaciones políticas xenófobas de extrema derecha.
El racismo de Estado mata. En las persecuciones policiales racistas y en las fronteras, muros, vallas y Centros de Internamiento para extranjeros, los cuales se convierten en trampas mortales para miles de personas cada año.
Este racismo institucional es un pilar de la dominación capitalista, buscando dividir a los oprimidos y explotados, convirtiendo a los migrantes y personas racializadas en “trabajadores de segunda”, con los trabajos más precarios o duros, como la recolección en el campo, las trabajadoras del hogar internas o la venta ambulante. No es la primera vez en el Estado español en que un trabajador migrante en la venta ambulante muere siendo perseguido por la policía, como vimos en el caso de Mmame Mbaye, que también desató protestas tras su muerte que fueron reprimidas por la policía.
Sumemos fuerzas para acabar con este sistema asesino la regularización ya de todas las personas migrantes, la derogación de la Ley de Extranjería y el Cierre de los CIES, como primeras medidas de emergencia ante la crisis que vivimos, junto a otras medidas como un ingreso mínimo al nivel del SMI para todas las personas sin ingresos o precarias, la prohibición de los despidos, la derogación de las reformas laborales y las que apunten al fin de la precariedad laboral.
Es urgente que organicemos para dar una respuesta antirracista, antiimperialista y socialista, que pueda superar este sistema que explota y oprime de forma deshumanizante a los grupos más vulnerables.