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Música / Rock. Muerto el rey, viva la magia: King Gizzard & The Lizard Wizard en Buenos Aires

En una lluviosa noche otoñal, los australianos se presentaron en el Teatro Vorterix de Colegiales, luego de su actuación en el festival Lollapalooza del sábado.

Martes 19 de marzo de 2024 19:00

Gran show de los King Gizzard & The Lizard Wizard ante un público enérgico y entusiasta en el Teatro Vorterix.

Gran show de los King Gizzard & The Lizard Wizard ante un público enérgico y entusiasta en el Teatro Vorterix.

En un reducto más favorable que el mega festival al aire libre y a la luz del día para apreciar la música y la atmósfera, la banda de Melbourne ofreció un concierto con localidades agotadas que dejó extasiados a propios y extraños. Aunque la procedencia del grupo y lo exótico de su nombre (algo así como Rey Molleja y El Mago Lagarto) puedan resultar extraños para algún distraído, lo cierto es que King Gizzard & The Lizard Wizard tiene un público numeroso que conoce y celebra sus canciones, corea los estribillos y devuelve la energía que emana la banda desde el escenario.

Si bien se trata de un grupo con poco más de una década de existencia, la producción discográfica de King Gizzard & The Lizard Wizard es exageradamente prolífica: cuentan con más de ¡treinta! discos grabados entre 2012 y 2023, todos distintos uno del otro. Su propuesta musical está cimentada en los principios estéticos de la psicodelia y el rock progresivo de las décadas de los ’60 y ’70 pero pasada por el tamiz del rock alternativo de fin de siglo pasado y comienzos de éste. Esos cimientos son los que les permiten surfear en un océano de eclecticismo que serpentea por el pop bubblegum, el rock de garaje de estética sci-fi, el jazz rock y, más recientemente, el heavy metal y el tecno. Cada uno de esta treintena de álbumes explora y desarrolla un ensamble de estilos de manera conceptual, permitiéndoles por ejemplo facturar cinco discos en un año, como pasó en 2017 con la serie compuesta por Flying Microtonal Banana, Murder of the Universe, Sketches of Brunswick East, Polygondwanaland y Gumboot Soul, donde intentaron innovar con el concepto microtonal de utilización de instrumentos especiales que expanden los tonos y los semitonos para transportar el sonido a un espectro musical más amplio.

Pero al fin, el lunes fue la oportunidad de presenciar en vivo la puesta en escena del trabajo de estudio de King Gizzard & The Lizard Wizard, que resultó una experiencia sonora exuberante que desbordó electricidad y energía, reduciendo los discos a una mera anécdota musical. El show comenzó puntualmente con una contundente seguidilla de seis canciones incluidas en sus álbumes más recientes, donde se despachan con un neo heavy metal oscuro y veloz, conducido por guitarrazos machacantes con sonido valvular que remiten a un crossover entre Black Sabbath y Megadeth. Las canciones fueron corriendo conducidas según un hilo que hacía disolver las piezas en un mismo tramo sonoro, soportadas por una pantalla con proyecciones surrealistas. Sin dejar que el vuelo pierda altura, los músicos cambiaron sus instrumentos mientras una especie de improvisación jazzera sostenía esa cohesión musical que les permitía dar paso a un pasaje más psicodélico que no cedía en intensidad.

Conformada según un formato de base rítmica y tres guitarras que también permite la inclusión de elementos menos convencionales, King Gizzard & The Lizard Wizard lo integran Stu Mackenzie en voz, guitarra, teclados, flauta traversa y saxofón, Ambrose Kenny-Smith en voces, armónica y teclados, Cook Craig en guitarras, teclados y voz, Joey Walker también en guitarras, teclados y voz, Lucas Harwood en bajo y Michael Cavanagh en batería (con la 10 de Maradona en Boca circa 1981). Todo este arsenal instrumental redondea una orquestación que va rotando y adquiere matices que enriquecen un sonido por demás complejo, con una dinámica ajustada que no resigna su pulso anfetamínico y, además, deja lugar a momentos más distendidos como las juguetonas “Hot wáter” o “Sleepwalker”, celebradas largamente por la audiencia.

Cuando Stu Mc Kenzie anunció el cierre con “Float along – Fill your lungs” luego de cien minutos ininterrumpidos, hubo que mirar el reloj para dar crédito del correr del tiempo que pasó desapercibido. El fin del viaje fue una versión apoteótica que, al menos para la banda, no requirió de bises. El público quedó incrédulo esperando que los King Gizzard & The Lizard Wizard redondeen una visita que, según la prospectiva económica del país, puede ser la primera y única. Pero también entendió que las casi dos horas ininterrumpidas alcanzaron para erigirlo como uno de los shows del año.