Sábado 22 de noviembre de 2014
A Marita Verón, en ella y con ella, a todas las mujeres víctimas de la Trata y de la esclavitud sexual, delito imperdonable por los siglos de los siglos.
Muñecas pálidas. Pájaros prisioneros.
Sin alas.
Sin rostros.
Enmudecidas.
Ocultas
por la magia de las hadas nodrizas de la noche y la tormenta,
guardianas del oro refractario de la lujuria.
Mariposas de la noche.
Flores sin jardín.
Estatuas de sal de lejanas ciudades del desierto,
donde los traficantes de la noche intercambian las últimas monedas de Iscariote. Mercaderes del odio.
Marías del desierto.
Marías de San Miguel.
Marías de Juárez.
Marías del Valle.
Marías del Sur.
Marías de lejanas tierras.
Marías de un Dios enfermo.
Destinos inmolados en los agujeros negros de la tierra,
por “Viles cazadores de presas sin vestigios”,
en furiosas emboscadas. Cancerberos, “invulnerables al ruego.”
Marias.
Ecos lejanos del dolor.
Rondas de madres acunando la tarde,
cada viernes te acarician,
como un rayito de sol
por las fisuras de la noche.
¡Mujeres de Lot!
¿Dónde están?
Alicia Balderrama
