El precandidato del PLN Claudio Alpízar afirmó que las mujeres somos sensibles, señalándolo como un factor por el cual no participamos de la política. La indignación que ha provocado conduce a señalar estas declaraciones como machistas, sin duda alguna. Pero hay otro factor a analizar: ¿de cuál política queremos participar las mujeres?, ¿qué política para qué mujeres?, ¿la equidad de género en una democracia burguesa es suficiente para la liberación de la opresión?
Viernes 4 de junio de 2021
Pronto se llevará a cabo la Convención Nacional Liberacionista, a partir de la cual, el Partido Liberación Nacional (PLN), el principal partido de la burguesía del país, votará por su candidato a presidencia para las elecciones nacionales del 2022. En el marco de dicha Convención, es que se han llevado a cabo una serie de entrevistas a los precandidatos del PLN, siendo un tema común el incentivo de mano de obra barata y el fortalecimiento y la protección de las zonas francas en el país.
El pasado 1 de junio, fue transmitida por Canal 7, medio de prensa de la burguesía nacional, la entrevista realizada al precandidato Claudio Alpízar. Esta entrevista provocó una ola de indignación ante los comentarios machistas de Alpízar, con respecto a los motivos por los cuales hay una ausencia de mujeres precandidatas en el PLN.
El precandidato afirma que “la mujer es más íntima, protege más a su familia, la intimidad de su vida”; mientras que “el hombre se ha acostumbrado un poquito más a arriesgar en esos niveles”. Afirma que no puede ser machista, puesto que se casó con una mujer y tiene dos hijas, por lo que dice saber exactamente las dificultades que han pasado las mujeres”. También afirma que “hay mujeres muy valiosas y están como un enlace”, que “la mujer es más sensible”, y que “huye de los golpes de la política, de una política baja y grosera”.
Es claro que estas afirmaciones son machistas y deben ser repudiadas. Pero, además de rechazar estas declaraciones machistas, la entrevista debe conducir a cuestionarnos otro tema: la equidad de género en los puestos políticos.
Equidad de género, ¿es suficiente?
Hace algunos meses participé en las elecciones federativas de la Universidad de Costa Rica. Es esas elecciones, fuimos tres mujeres las candidatas a presidencia. Histórico, sí. En todas las entrevistas, ya fueran individuales o con la presencia de las tres candidatas, siempre nos resaltaban, con una especie de orgullo, el hecho de que fuéramos tres mujeres. Tanto así que, en la editorial de La Nación, la periodista tomó la decisión de publicar solamente la parte de la entrevista en la que nos preguntaban nuestra opinión sobre ser tres mujeres las candidatas a presidencia. Se dejó a un lado nuestras propuestas, y nuestras opiniones con respecto a temas de importancia política. La última entrevista en la que participamos las tres candidatas terminó con un deseo de suerte a cualquiera de las tres mujeres que quedara, puesto que, decían, cualquiera de nosotras lo haría bien y sería sujeto de orgullo. ¿Era cierto, que, cualquiera de las tres lo haría bien, por el simple hecho de ser mujeres? Si bien coincidimos en nuestro género, las propuestas eran distintas, y actualmente tenemos en la Federación de Estudiantes a una presidenta que tiene posiciones ambiguas, con respecto al proyecto de ley del empleo público, cayendo en una posición a favor de este proyecto, el cual vendría a empobrecer aún más la vida de las mujeres trabajadoras, y de la clase trabajadora de conjunto; una presidenta que no hace más que un llamado a la paz ante lo que cataloga de conflicto, lo que en realidad es un genocidio por parte del ficticio estado israelí hacia el pueblo palestino.
En el 2010 Laura Chinchilla llegó a ser la Presidenta de la República. En su campaña, se impulsó la idea de que las mujeres debíamos votar por una mujer, y una vez en el mando, lo haría bien…por ser mujer. No está de más recordar que Chinchilla fue promovida como una ficha del imperialismo estadounidense, a partir de su perfil político asociado a las fuerzas represivas del país.
El año anterior, con la equidad de género del Partido Demócrata, Kamala Harris llegó a ocupar el puesto de Vicepresidencia de Estados Unidos. Este hecho fue celebrado por algún sector del feminismo, que alegaba al hecho de que Harris fuera mujer, negra, e hija de una mujer india tamil y un hombre jamaiquino. Sin embargo, Harris se autodenomina como “la mejor policía”, pues tiene el récord de encarcelamientos masivos de trabajadores. Y, a propósito de su pronta visita a Guatemala y México para discutir temas de migración y economía, Harris ha sido una defensora de los aumentos de penas que afectan a sectores pobres y marginales; mientras hace de la vista gorda de la corrupción de los grandes banqueros y empresarios. El género de Harris y su descendencia, no son condiciones por sí mismas que la hacen tener mejoras para población inmigrante o para mujeres trabajadoras y pobres. En su lugar, lleva adelante un trabajo de represión hacia poblaciones vulnerables, y de indulgencia hacia los poderosos, que de ninguna manera benefician a las mujeres, al menos no a las mujeres trabajadoras y de sectores populares.
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¿Qué quieren decir estos ejemplos? Por un lado, es cierto que es necesario reconocer la conquista histórica, del movimiento de mujeres, para la participación femenina en la política, del derecho a votar y ser votadas. Pero, por otro lado, es un error creer que esta conquista, junto con la equidad de género en los puestos políticos, son, por sí mismos, un avance en abstracto para todas las mujeres. La equidad de género se ha presentado, por sí misma, como un gran avance para el conjunto de las mujeres, y hoy en día está dentro de la mayoría de agendas políticas de los partidos burgueses.
Sin embargo, es un error catalogarla, por sí misma, como un avance para el conjunto de las mujeres: no todas las mujeres somos iguales, pues si bien el género nos une, la clase nos divide; y que la política no se hace en abstracto, sino que responde a intereses de clase y se desarrolla a expensas de la explotación de la clase trabajadora, cada vez más feminizada, por parte de los explotadores, dentro de los cuales, hay mujeres que explotan a otras mujeres.
Es en este marco que cabe preguntarse si la equidad de género dentro de una democracia burguesa, dentro del estado actual de las instituciones que sigue el juego de la democracia de los ricos, la idea de romper el techo de cristal, es deseable para las millones de mujeres que a diario padecemos las políticas de ajuste y empobrecimiento que los partidos burgueses llevan adelante, o si es deseable para nosotras, las mujeres, cuando, quienes ostentan el poder, son partícipes de mantener instituciones que recetan nada más que justicia patriarcal.
Qué política para qué mujeres
Las mujeres, históricamente, hemos demostrado ser intrépidas. Ya bien lo decía Louise Michel, revolucionaria, educadora y una de las principales combatientes de la Comuna de París: “cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo”.
Las mujeres no huimos de la política, ni somos un enlace. Estamos en la primera línea de las peleas contra las políticas de ajuste y empobrecimiento, de las políticas que cada vez más profundizan las malas condiciones de nuestras vidas, trabajos y centros de estudio. Las mujeres luchamos por ocupar los espacios que nos han sido negados históricamente, junto con nuestros compañeros de clase. Sin embargo, lejos de ocupar esos espacios para reproducir las mismas dinámicas que sustentan la democracia burguesa, nosotras, las mujeres, junto con nuestros compañeros de clase, debemos luchar e impulsar una política de clase. Para ello, es necesario construir un partido revolucionario en Costa Rica, que rompa con la lógica de la política capitalista que llevan adelante los partidos burgueses, con apoyo de los partidos reformistas. Un partido revolucionario, un partido que gravite alrededor de la lucha de clases, sin desviaciones electorales ni sindicalistas, que ponga al frente las necesidades de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud precarizada, que se dé la tarea de acabar con la explotación capitalista y la opresión patriarcal.
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