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Coronavirus. Mujeres esenciales: reconocidas frente a la pandemia, pero precarizadas en sus trabajos

Diferentes sectores claves dentro del andamiaje económico está sostenido por el trabajo de mujeres. ¿Cuál es el denominador común que tienen todas ellas? La gran mayoría son trabajadoras precarizadas.

Lunes 13 de abril de 2020 21:30

El COVID-19 llegó. A diario vemos en todos los medios de comunicación los números que reflejan la crueldad de una pandemia que deja miles de muertos todos los días. La crisis sanitaria es evidente, pero no es la única. Situaciones que ya existían antes del coronavirus, recrudecieron debido a la parálisis de la economía y al aislamiento social obligatorio.

Diferentes sectores claves dentro del andamiaje económico están sostenidos por el trabajo de mujeres. Trabajadoras de la salud, auxiliares de limpieza, trabajadoras que asisten a personas discapacitadas o a adultos mayores, las mujeres que trabajan en los comedores de centros de salud o en las escuelas preparando las viandas y también las trabajadoras de comercios. Áreas altamente feminizadas expuestas y sin protección suficiente.

¿Cuál es el denominador común que tienen todas estas mujeres? La gran mayoría son trabajadoras precarizadas. Y esto ¿qué significa? Que trabajan de manera informal, no tienen vacaciones pagas, aguinaldo, licencias por enfermedad y tampoco sus patrones realizan los aportes necesarios para que se jubilen cuando tengan 60 años.

Para darle magnitud a las palabras podemos decir que en salud el 71,2% de trabajadoras son mujeres, en educación representan el 73,6%, en tanto las mujeres que trabajan realizando tareas domésticas y de cuidado suman el 94,7%.

Mucho se habla del rol heroico de las enfermeras, sin embargo ellas levantaron su vozpara decir que son trabajadoras que están siendo precarizadas y por lo tanto exigen mejores condiciones laborales, seguridad sanitaria para sus tareas y aumento de salarios.

A las enfermeras del Hospital Garrahan, por ejemplo, se le está exigiendo que trabajen 12 horas seguidas, algo que ellas rechazan terminantemente ya que ademaás de ser una jornada extenuante las expone aún más al contagio.

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Las denuncias sobre las irregularidades de empresas contratistas del Estado o de clínicas privadas abundan en esta época. Veamos por ejemplo el testimonio de V, quien trabaja en el comedor de un colegio de la ciudad de Buenos Aires. Para realizar su tarea se le exige que tenga una libreta sanitaria que se renueva con plazos determinados. "Fui al hospital a hacerme la libreta y los servicios ya estaban cerrados. Este mes voy a tener que quedarme en casa y sin cobrar" nos decía. Producto de la pandemia el hospital no habilitó su libreta sanitaria para que la misma siguiera vigente, esto hizo que no pueda ir a trabajar, como su trabajo en la empresa contratista es absolutamente precario no está cobrando el sueldo. La lógica de estos empresarios inescrupulosos es: no trabaja no cobra.

En la clínica privada de zona NorteLas Lomas, las mujeres auxiliares de limpieza no cuentan con los elementos necesarios ni para su protección ni para que las áreas donde limpian queden correctamente desinfectadas. Algo similiar les ocurre a las trabajadoras que se desempeñan en el área administrativa, donde constantemente son intimidadas vía correos electrónicos para que no abandonen sus tareas, a riesgo de perder sus trabajos.

Una muestra más de la voracidad de estos empresarios, que lucran con la salud de los pacientes y del personal que trabaja allí.

¿Qué pasa en los sectores “no esenciales”?

Las trabajadoras de locales de venta de ropa o accesorios también están atendidos de forma abrumadora por mujeres. A diferencia de las trabajadoras de la salud, no desarrollan una tarea esencial, sin embargo están tan precarizadas como aquellas.

Así lo refleja el testimonio de Marcela, trabajadora de la firma Todo Moda quien nos cuenta que al finalizar marzo y luego que le depositaran su sueldo recibió un mail de su jefe directo informándole que se le iba a descontar el presentismo, el premio del mes y otras voces adicionales, por lo que su sueldo se vio reducido notablemente. En este sentido nos decía: "No me parece justo, claramente la empresa tiene plata para pagarnos, nosotras que trabajamos día a día sabemos lo que factura".

Sin embargo, frente al abuso de las grandes empresas que sin miramientos despiden o pagan salarios de miseria, son las jóvenes trabajadoras de los call center, quienes comenzaron a hacer oir su voz, y fueron seguidas por las trabajadoras de las cadenas de comidas rápidas que, junto con su compañeros, se organizan y visibilizan lo que les sucede, porque no se resignan a esa precarización, que no llegó con el coronavirus, pero que será más dura luego de que pase la pandemia.

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Las diferentes medidas que va implementando el gobierno funcionan a modo de mínimos paliativos para una crisis que ya se analiza como imparable.

Desde el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad informan el refuerzo de programas o la importancia de analizar sobre quiénes recaen las tareas de cuidado, pero no se conocen planes o programas concretos que ayuden a paliar diferentes desigualdades. Algo de esto se ve en la situación de las trabajadoras domésticas, una rama altamente feminizada y precarizada, que se encuentra ante el dilema de cuidar su salud o cobrar un salario.

La cuarentena abrió una crisis económica, pero antes que apareciera tampoco se estaban llevando a cabo tareas que intentaran disminuir las desigualdades. Por ejemplo las empleadas domésticas, cuya amplia mayoría trabaja en la informalidad, no fueron incluidas dentro del decreto que habilitó el gobierno para cobrar una suma extra, dada la devaluación que sufrieron los salarios.

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La precariedad y las pésimas condiciones laborales de las que estamos hablando no son la consecuencia de la presencia del coronavirus. Sino todo lo contrario, esta pandemia mostró esta precariedad que surgió de la connivencia de las cúpulas sindicales con los gobiernos de turno, quienes pactaron diferentes condiciones como salarios a la baja, sumas que no forman parte del sueldo, como el presentismo, este dinero que cobran los trabajadores y que hace que muchas veces vayan a trabajar enfermos para no perderlo, o jornadas laborales de más de 8 horas.

Como lo indica en su artículo Cyntihia Luz Burgueño: “Un ejército de trabajadoras y trabajadores salen todos los días a cumplir tareas esenciales, viajando en metro, bus o en tren expuestas al contagio. Los sectores más feminizados, como los de la limpieza sobre todo en hospitales, sanitarios o supermercados están en la primera línea de los trabajos que, aunque hoy la pandemia los ubica en el centro como esenciales, históricamente han estado infravalorados por el sistema capitalista patriarcal, sirviéndose de la división sexual del trabajo”. Y agrega: "Lo que evidenció claramente esta crisis es que la clase trabajadora cuya mitad es femenina ocupa todas las posiciones estratégicas para la producción y reproducción de la sociedad”.