La dictadura militar uso al Mundial de fútbol para silenciar y tapar
uno de los mayores genocidios de la historia Argentina. ¿Cómo intentó hacerlo?
Miércoles 23 de marzo de 2016
Cuando la dictadura militar tomó el poder en 1976, dominó todos los estratos de poder económico y social. Los militares vieron que el mundo del fútbol les podría ser útil para tapar todas las atrocidades que se estaban cometiendo y que se iban a cometer. La organización del Mundial de fútbol en 1978 en Argentina, que ya en 1966 había sido designada como sede, les vino como anillo al dedo para esta tarea.
El capitán de navío Carlos Alberto Lacoste -amigo del comandante Emilio Massera- ya había sido designado en 1974 durante el gobierno de Perón para que encabece la organización de dicho evento.
Massera, perteneciente a la Armada, sería el que tomaría la iniciativa del negocio del fútbol: lo primero que hizo fue asegurarse el control de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y para tal fin se nombró a un amigo personal de Lacoste y ex presidente del Colegio de árbitros, Alfredo Cantilo. Lo segundo fue crear el Ente Autárquico Mundial 78´ (EAM) al mando del General Omar Actis y lo ubicó como vice a Lacoste.
Pero como todo negocio, el Ejército y la Armada estaban interesados en administrar el fútbol y hubo una feroz interna entre ambos bandos. Había muchas diferencias entre ellos y en un confuso episodio el General Actis fue asesinado dos días antes de brindar su primera conferencia de prensa, atribuyéndole el hecho a Montoneros. Hay fuentes que indican que fueron Massera y el propio Lacoste por disputarle el puesto quienes se encontraban detrás del hecho. Lacoste quedó a cargo de la organización del campeonato, relegando a la AFA, luego seria vicepresidente de la FIFA gracias a las gestiones de su amigo, Joao Havelange.
El costo real del torneo mundial de fútbol puso en el ojo de tormenta a Lacoste, quien administraba todo el dinero del Ente; se calcula que se gastaron 700 millones de dólares, presupuesto diez veces superior al previsto. Bajo su responsabilidad se construyeron varios estadios de fútbol, el edificio actual de Canal Siete, que pasó a llamarse Argentina Televisora a Color (ATC), y se remodelaron las canchas de River Plate, Vélez Sarsfield y algunos aeropuertos. El 21 de junio de 1978, mientras la selección Argentina lograba su pase a la final, estalló una bomba en la casa del secretario de Hacienda de Martínez de Hoz, Juan Alemann, que días atrás había cargado duramente contra Lacoste y los despilfarros cometidos en la organización mundialista.
Se gastaron millones de pesos para la organización, televisando para todo el mundo a color, y sólo a algunos pocos que contaran con esa tecnología en el país. El mundial fue una buena oportunidad para mostrar una visión al mundo y al país a gusto de Videla y la Junta militar: un lugar donde se respiraban “paz y prosperidad”.
En 1977 diversas organizaciones lanzaron un boicot contra la organización del evento, encabezados por los exiliados argentinos en Europa, que denunciaron la sistemática violación de los Derechos Humanos. En la ESMA, Massera tenia a secuestrados realizando trabajo esclavo, recabando toda la información que venia del exterior. Como contrapartida, la junta militar adujo que las acciones de esos grupos eran parte de una "campaña anti-argentina" realizada “por el terrorismo”. Los medios gráficos como la editorial Atlántida, canales televisivos y periodistas como José María Muñoz, el relator que defendía a la dictadura en las canchas, jugaron un papel muy importante para lavar la cara de lo que realmente estaba pasando. Por orden de los militares lanzaron el slogan "Los argentinos somos Derechos y Humanos" y se contrataron los servicios de la empresa norteamericana Burson-Marsteller y Asociados, especializada en el mejoramiento de la imagen de gobiernos. Era la mejor jugada para dar una "buena imagen" al país y al régimen militar.
Reviista Para Tí de Editorial Atléntida
A modo de medidas de resistencia, Montoneros realizaba acciones que no salían en los medios como la interrupción a la transmisión radial del partido Argentina-Francia, Mario Firmenich irrumpía leyendo un discurso. Las madres de desaparecidos recorrían la Plaza de Mayo y la calle Florida pidiendo que aparezcan su hijos. Es notable el caso del arquero de la selección holandesa, Jan Jongbloed, que en el medio del certamen fue a visitar a las Madres a la Plaza de Mayo para solidarizarse con su lucha; muchos jugadores europeos sabían lo que estaba sucediendo en el país.
Henry Kissinger, el Secretario de Estado de EE.UU. sería el invitado de honor al Mundial, entre cenas y agasajos de privilegio junto a Videla; los militares tenían el apoyo de EE.UU.
Los jugadores del seleccionado del Perú recuerdan con mucha bronca cuando fueron intimidados en el vestuario, antes del controvertido partido contra Argentina, por la presencia de Videla y el mismo Kissinger, según algunos testimonios.
Mientras se gritaban los goles de Kempes, miles eran secuestrados, torturados y asesinados a metros del estadio de River Plate, en la ESMA. A los jugadores prácticamente se los tenia aislados, concentrando. Algunos de ellos contarían años después que no sabían nada de lo que estaba pasando. El director técnico Cesar Luis Menotti llamaba con el sugestivo nombre "proceso" a la evolución del tipo de juego que llevaba la Selección. Años mas tarde el técnico seria muy criticado por como tendría que haber actuado ante la dictadura.
Argentina va a ganar un Mundial por primera vez en la historia y en su propio país; el pueblo festejó a rabiar, salió a las calles después de mucho tiempo, en el momento más represivo de la historia. El hecho de que la dictadura haya usado toda su maquinaria para legitimarse, en un torneo deportivo mundial, con un deporte que en la Argentina se vive con mucha pasión y se juega en todos los rincones del país, demuestra parte de los planes que tenia el régimen en complicidad con empresarios para sostenerse en el poder. Igualmente los militares no lograron sacarle un provecho duradero: la crisis económica y social no podía ser escondida, ya en 1979 empezarían las primeras huelgas a la dictadura, comenzando así a acentuarse la crisis. Pese a los cambios en la Junta (Viola por Videla), su legitimidad se fue deteriorando; la idea de "unidad nacional" plasmada en el fútbol tuvo sus límites.
Así como en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 fueron utilizados por Adolf Hitler en Alemania, el Mundial de 1978 intentó ser utilizado para silenciar y tapar lo que ocurría en el país. La dictadura usó al fútbol y la pasión de la gente para sus intereses y se trató de ocultar unos de los genocidios más terribles de la historia Argentina.
Jorge Galeano
Nació en Corrientes en 1976. Egresado de la Escuela Taller de Cine Contemporáneo. Editor, sonidista, miembro del grupo Contraimagen.