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Red Internacional
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FÚTBOL. Murió Diego Maradona: 60 años de arte condensado

El día de hoy se dio a conocer la muerte de Diego Armando Maradona. Hace poco había cumplido 60 años en nuestras vidas y en la cultura popular. Amado y cuestionado en diferentes proporciones ¿qué explica el fenómeno de Diego?

Augusto Dorado

Augusto Dorado @AugustoDorado

Miércoles 25 de noviembre de 2020 13:30

La primera vez que a Diego Armando Maradona se lo ungió metafóricamente como una deidad fue en el partido que lo consagró para siempre: aquel 22 de junio de 1986, luego del 2 a 1 contra Inglaterra por cuartos de final del Mundial de México. En la investigación exhaustiva realizada por el periodista Andrés Burgo en su libro El Partido se llega a la conclusión de que “la mano de Dios” fue la metáfora provista por un periodista de la agencia de noticias ANSA durante una conferencia de prensa después del partido. A pocas horas de haber gambeteado a medio equipo inglés en el “gol del siglo”, Diego gambetaba reconocer la mano en el primer gol. “Habrá sido la mano de Dios”, le tiró como un centro el periodista. “Habrá sido…”, respondió el diez para patentar una frase que todos nos creímos que nació de él.

Por propiedad transitiva, si a partir ese instante en la mano de Diego estaba la “mano de Dios”, por lo tanto, Diego pasó a ser D10s. Y con el correr del tiempo se fue complejizando la liturgia: de un grupo de maradonianos acérrimos surgió la idea de poner en pie la Iglesia Maradoniana, que cada 30 de octubre celebra la Navidad maradoniana, el nacimiento del dios del fútbol. En este año 60 de la era maradoniana, el saludo de “Feliz Navidad” es utilizado en las redes sociales por un arco cada vez más amplio de gente, trasciende al núcleo duro del maradonismo.

Alguien que no comprenda el fenómeno puede llegar a ver en esto simplemente fanatismo. Pero no, todo lo contrario. Es poesía. Es un juego de las personas que quieren celebrar a Diego porque Maradona es una de las personas que regaló muchos motivos de celebración durante su vida. Es como la esencia del fútbol, simplemente un juego: nadie lo adora como un dios de manera literal. Tal vez sí en la forma, pero lógicamente no en el contenido.

Aquel partido contra Inglaterra de alguna manera fue una pequeña revancha simbólica a sólo 4 años de la dolorosa derrota en la guerra de Malvinas. Aquella selección con Diego como capitán, con Maradona en su esplendor, alivió un poco el dolor de la herida. Pero no estuvo solamente ese condimento, también deslumbró al resto del mundo, que tal vez era un poco ajeno a esta cuestión. Fue un momento en el que desplegó todo su arte: actor para vendernos durante años la duda del primer gol, bailarín para desparramar rivales en el “barrilete cósmico”.

El pibe que nació en Fiorito ya era ídolo desde mucho tiempo antes. También era una figura archiconocida del fútbol mundial. Protagonizaba publicidades, salía en diarios y revistas, otros famosos querían conocerlo (publicamos en La Izquierda Diario el registro que estaba inédito del momento en que el famosísimo cantante que era Eddy Grant a principios de los ´80 llama a Diego cantando para que se suba al escenario del Luna Park en su visita a Argentina). Diego ya era una estrella.

Deportivamente, antes de México ´86 ya era considerado uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol argentino. Quienes lo vieron jugar en sus inicios en Argentinos Juniors -momento del que hay muy pocos registros- aseguran que el mejor Diego futbolista fue aquel de La Paternal, el que asomó en la Primera División y se transformó en leyenda con apenas una corta muestra de caños y gambetas. Cuando el arquero más famoso de Argentina lo provocó diciéndole que era “un gordito”, Maradona no se achicó: al contrario, es de los que se agrandan en las difíciles y en los territorios hostiles. El arco de Hugo Orlando Gatti engordó 4 veces.

También ya había acariciado la gloria con la Selección Argentina en el Mundial juvenil sub-20 de Japón ´79. Y se potenció en su breve pero recordado paso por el Boca campeón del Metropolitano del ´81.

Pero Maradona no era (no es) solamente una estrella deportiva. Era (y es) una persona que hizo de su propia vida un acontecimiento artístico, que encima se resignificó en aquel México 86. Ahí la historia, que ya era bastante buena, se reescribió hacia atrás y el pibito tímido de Fiorito que declaraba que su sueño era “jugar un Mundial” pasaba a ser el protagonista de una de las primeras escenas de una película que hace poco cumplía 60 años.

La historia es tan buena que no es lineal, y Diego no es siempre el héroe: muchas veces es contradictorio, por momentos es frágil, varias veces duda, en ocasiones es el villano, se equivoca y pide perdón, otras veces se equivoca y mira para otro lado. Es tan parecido a nosotros y nosotras que está metido en nuestras vidas, en la de todos y todas, aun en la de quienes no lo quieren o lo valoran unilateralmente sólo por sus errores y sus puntos débiles.

Aportó tal cantidad de frases a la cultura popular que es casi imposible contabilizarlas, con esa otra capacidad artística que tiene de concentrar en una idea muy simple un concepto: a un periodista obsecuente con los poderosos los bautiza “sanguchito” porque “siempre está cerca de la torta” (dirigido al nefasto justificador de las privatizaciones menemistas Bernardo Neustadt), a un dirigente de la política nacional cuestionado como Eduardo Duhalde le advierte que si se lo cruzara en el desierto “le tiro con una anchoa”, apunta los dardos a personas a las que la maldad podría llevar a “tomarle la leche al gato”, etc. Se nos escaparía la tortuga seguro queriendo abarcar en esta nota esta dimensión de Maradona.

En este juego se lo considera un D10s pese a que nadie lo considera un santo. Nadie esconde debajo de la alfombra, ni siquiera él, episodios de machismo, relación contradictoria con hijos e hijas, con parejas y exparejas. No es considerado ídolo por nada de eso, es una dimensión de su vida imposiblemente privada. Todo el mundo la conoce, pero es su entorno (hijos, hijas, parejas, exparejas) el que dará sus veredictos.

Aunque siempre se ubique del lado del pueblo, contra la “Italia rica” en su paso por Nápoli, contra la FIFA y Havelange, contra el “cartonero” Macri, “a muerte con los jubilados” … Tampoco es adorado por su coherencia política que tuvo algunos zig-zags que lo llevaron a fotos con Menem y Cavallo, con De La Rúa, con algún jeque rival de Blatter en la FIFA, etc. Pero allá el 10 con sus posturas políticas, a nadie se le despertó la admiración por este aspecto de su vida.

Es tal la carga simbólica de casi todo lo que hizo en estos 60 años que lo acompañamos en sus llegadas a la cima de la gloria y en sus caídas a la profundidad de sus tragedias personales. Este cronista recuerda pocos días en los que se haya vivido una experiencia tan extendida de tristeza a escala social como cuando fue suspendido del Mundial ´94 y le “cortaron las piernas”.

Nombre mágico que abre puertas en todo el mundo, Maradona es tan público que su familia es casi nuestra: Don Diego Chitoro, Doña Tota, la Claudia, el Turquito y Lalo, Dalma y Gianinna, más recientemente Benja, Diego Fernando y Janita, etc.

Objeto de una serie inconmensurable de imágenes y fotografías, el 10 hoy falleció. ¿De qué planeta viniste para tener una historia con tantas facetas que pareciera que hay un centenar de Diegos? ¿Cuántos Diegos más acompañarán nuestras vidas? Se trata de arte, vence al paso del tiempo y cada rato se seguirá escribiendo y reescribiendo, hacia atrás y hacia adelante. Gracias D10s. Por el fútbol. Por estas lágrimas.