Con una perspectiva de solidaridad y unidad con las necesidades y luchas de las y los trabajadores, estudiantes universitarios de distintas disciplinas ponen a jugar sus conocimientos para hacerle frente a la crisis climática.
Domingo 25 de junio de 2023 16:22
Argentina atraviesa una situación grave en términos ambientales: la deforestación y los incendios en varios puntos del país para el avance del agronegocio; la llegada de nuevos cultivos transgénicos como el trigo HB4; la fumigación de pueblos con glifosato; la expansión de la frontera de hidrocarburos en el mar argentino; derrames de petróleo en Río Negro; sismos y residuos petroleros en Neuquén por Vaca Muerta; el cajoneo de la Ley de Humedales, que siguen sufriendo la avanzada del negocio inmobiliario (entre otras amenazas); el saqueo del litio y la destrucción de los salares alto andinos, los derrames de cianuro en los ríos por la megaminería y la contaminación industrial en las ciudades.
Estos son solo algunos de los numerosos problemas que convierten a nuestro país (atado al Fondo Monetario Internacional) en una enorme zona de sacrificio bajo los mandatos del “desarrollo” y la exportación.
Buenos Aires no escapa a este escenario. Desde hace décadas CABA y el conurbano bonaerense sufren un gravísimo atropello ambiental y social por acción de los capitales depredadores y gobiernos cómplices. Hoy una de las problemáticas más visibles es el monstruoso fenómeno del extractivismo urbano, impulsado por la especulación inmobiliaria que explota la tierra como mercancía dedicada a la edificación para sectores de alto poder adquisitivo. El extractivismo urbano avanza sobre los bienes públicos, los inmuebles privados y los espacios verdes, expulsa poblaciones, concentra riqueza y provoca serios daños ambientales. Se construyen gigantescas torres de lujo, muchos de cuyos departamentos permanecen vacíos. Así, queda como saldo una ciudad diseñada por y para la especulación inmobiliaria, en la que el perfil urbano ha sido fuertemente modificado por acción de la mano no tan invisible del mercado –con ayuda de intendentes y legisladores macristas, radicales y peronistas–.
Mientras el negocio inmobiliario destruye los espacios verdes públicos, la identidad y el patrimonio histórico-cultural de los barrios, asistimos a una gravísima crisis habitacional por la que miles de familias de los sectores trabajadores y populares viven en condiciones habitacionales inaceptables. En los barrios las problemáticas ambientales son inocultables, desde el hacinamiento a la contaminación y la falta de servicios básicos como agua potable. También es este sector el que sufre con más violencia las consecuencias de la crisis climática, tales como las inundaciones, las olas de calor cada vez más frecuentes, entre otros. La pandemia del Covid-19 dejó de manifiesto cómo este hacinamiento daba como resultado una mayor concentración de contagios en barriadas populares.
Pero en lugar de una política de vivienda que ayude a solucionar esta situación, los capitales especulativos y los distintos gobiernos que los representan, impulsan la construcción de nuevos "Puerto Madero" con unos cuantos manchones de verde en la ribera (cada vez menos verde y más gris cemento). Es más, el perfil de las nuevas construcciones dispara el valor del suelo y los impuestos, generando gentrificación: las poblaciones se ven expulsadas porque no pueden adaptarse a este modelo de ciudad excluyente, ya que resulta imposible pagar un alquiler o comprar un inmueble digno para vivir.
Los problemas socioambientales no terminan acá. Mientras se sigue planificando una ciudad para pocos, los trabajadores y usuarios del SUBTE se ven obligados a viajar y trabajar en formaciones que tienen asbesto, un material sumamente cancerígeno que ya causó la muerte de 3 trabajadores y afectó a otros 85. Incluso, sin este material tan peligroso, las condiciones de trabajo en el subterráneo son terriblemente insalubres: la falta de luz solar afecta los ritmos de funcionamiento del organismo, sus cuerpos están sometidos a electromagnetismo y micropartículas de metales, vibraciones y ruidos muy potentes, entre otros efectos. Todo esto provoca que muchxs no lleguen a la edad jubilatoria por las enfermedades laborales y que, quiénes sí lo hacen tengan una corta sobrevida por el profundo desgaste en sus cuerpos: trabajar toda la vida para morir sin poder descansar.
El asbesto también está presente en las escuelas porteñas desde hace tiempo, y el Gobierno de Larreta en la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) se niega a hacer un relevamiento en las escuelas que permita saber cuáles continúan con este problema y así realizar la desasbestización. Eso sin dejar de olvidar las plagas de ratas que invadieron varias escuelas porteñas en los últimos días y los otros incontables problemas en las condiciones educativas, tales como la deficiente alimentación que le brindan a los chicos.
La situación de la basura en CABA depende en buena medida del trabajo desvalorizado, insalubre y mal pago de miles de recicladores urbanos, quienes, cuando la policía no los reprime o les quita sus carros, el GCBA ataca sus ingresos (como en 2022 cuando se reclamó una paritaria).
Por supuesto, no faltan la lucha y las resistencias frente a estos problemas diversos. Desde las históricas reivindicaciones del Movimiento Villero hasta, en tiempos más recientes, las inéditas audiencias públicas masivas y movilizaciones en defensa de la costa pública contra los proyectos de Costa Salguero, Punta Carrasco y Costa Urbana, las medidas de fuerza de la comunidad educativa por las condiciones edilicias y las viandas, el reciente reclamo de vecinxs de CABA y Vicente López en defensa del Arroyo Raggio que delimita ambos distritos, la lucha de los trabajadores del SUBTE por la desasbestización y la reducción de la jornada laboral (puesta en agenda nuevamente en los últimos días), y un largo etc.
Frente a la crisis climática, la salida está en organizarse
Es en este marco que nace el Observatorio de Conflictos y Soluciones Ambientales, integrado por estudiantes de Geografía, Antropología, Historia, Filosofía, Letras, Sociología, Medicina, Biología, Física, Ingeniería en Sonido, Diseño Gráfico, Audiovisuales y Periodistas de la UBA, UNA, UNTREF e ISER, con diferentes trayectorias y militancias.
Como estudiantes queremos poner nuestra formación y nuestros conocimientos al servicio de las luchas de trabajadores y sectores populares para que la Universidad no se quede en discusiones abstractas o alejadas de las problemáticas de las mayorías, (que sólo sirven para sacar papers y hacer correr ríos de tinta), sino que se llene de política para transformar la realidad.
Además, como ambientalistas entendemos que la crisis climática y ecológica es fundamentalmente una crisis social –sobre todo ligada al sistema de producción capitalista– y no podemos desentendernos de eso. No podemos proteger a la fauna y flora de la naturaleza sin preocuparnos por las personas que viven en zonas rurales y en nuestra misma ciudad, por lxs explotadxs, por lxs que sufren.
Decidimos que nuestra acción como Observatorio debía empezar con la lucha de los trabajadores del SUBTE (reabierta en estos meses), aportando nuestra solidaridad, acompañándolos en sus medidas de fuerza (sabiendo que tienen a toda la prensa en contra) y propusimos un método de relevamiento de datos, realizando encuestas sobre condiciones de salud, laborales, salariales e ideológicas y entrevistas audiovisuales que luego recopilaremos en un documental.
Además, entendemos que este sector es crucial, ya que repensar el transporte es fundamental para imaginar y construir alternativas de transición energética, ecológica y social.
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En apenas dos meses, no solo fuimos bajo la tierra a los rieles del subte. También acompañamos el conflicto abierto en la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria-Costanera Norte (RECU-CN). El GCBA –con anuencia de la UBA– pretende cementar y destruir una parte de la reserva construyendo al menos dos locales gastronómicos porque no pueden concebir un espacio verde que no esté mercantilizado. Frente a esto, se conformó la Asamblea Abierta en Defensa de la RECU-CN, integrada por estudiantes y docentes que se plantan para proteger el área natural –que cumple importantes funciones ecosistémicas, de purificación del ambiente, culturales, de recreación y esparcimiento, para la salud física y mental, etc–. Acompañamos también este conflicto, intervinimos en las distintas asambleas y acciones de lucha y lo seguiremos haciendo hasta vencer.
Estas dos peleas son parte de los “conflictos” ambientales, pero también, en nuestro observatorio, queremos mostrar cuáles son las “soluciones”. No todo es negativo, no todo es oposición. En nuestras redes sociales y en los artículos que iremos publicando, queremos dar respuestas a las preguntas que comienzan a hacerse millones que ven con miedo el futuro que se acerca.
Estos son solo algunos de los primeros pasos para lo que, esperamos, sea un espacio amplio que nos permita incidir y colaborar con humildad en todas las luchas socioambientales presentes y futuras, sabiendo que los próximos cuatro años habrá enormes tensiones con el modelo extractivista que intentan imponer en todo el país.
Atravesamos un momento histórico paradójico, signado por la crisis climática y ecológica y por la multiplicación de proyectos (mineros, petroleros, agrícolas, inmobiliarios) que la potencian. Esta situación de colapso potencial tiene que impulsarnos a enfrentar este modelo capitalista de desarrollo dañino para el ambiente, la salud y las condiciones de vida. Tiene que impulsarnos a luchar por una nueva forma de habitar nuestras ciudades, en una relación armónica, fraterna e igualitaria con el resto de la naturaleza de la que formamos parte y entre los mismos seres humanos. Es urgente que el diseño urbano esté en manos del pueblo trabajador y no de los (des)arrolladores inmobiliarios, las empresas de transporte y los gobiernos que actúan a su servicio.
En esta pelea queremos involucrarnos activa y comprometidamente desde el Observatorio de Conflictos y Soluciones Ambientales.
¡Sumate!