Jueves 16 de octubre de 2014
Foto: Contramarcha del Orgullo LGTB en Buenos Aires (2003), encabezada por Acción Política GLTTB [Archivo Potencia Tortillera]
Francisco es Bergoglio. Nosotrxs lo sabemos. Ese que ahora vestido de blanco posa para las cámaras con sonrisa de beato, hace pocos años vestía de negro y con gesto desencajado vociferaba acerca de una supuesta guerra de dios y el diablo que se libraba, según él, en la discusión parlamentaria por la ley de matrimonio igualitario. Parece que ni dios ni el diablo son muy revolucionarios, se conforman con el matrimonio. Tampoco Bergoglio es revolucionario. Cita a una comisión de obispos como gesto de pluralismo, debaten sobre temas como familia y sexualidad unos doscientos hombres y una decena de mujeres, dejan pasar a la prensa un documento para probar qué pasa con lo que dice. Dice más o menos lo mismo que la iglesia católica viene diciendo desde hace mucho: que los homosexuales (nosotrxs nos pasamos horas debatiendo detalles infinitesimales de nuestras identidades pero la iglesia lo resuelve así de sencillo, todos homosexuales y punto) somos “objetivamente” desordenados y desviados y que en tanto enfermos somos dignos de compasión y de que ellos nos hagan un lugar, de manera que puedan ejercer su caridad con nosotrxs, leprosos siglo XXI.
Como Franciso es Bergoglio, sabemos por este lado del mundo que estamos frente a un personaje con notable manejo político, que sabe tomar el pulso de los tiempos que le tocan. Y lo que ve es que pierden fieles a lo loco con una doctrina anquilosada que se aleja cada vez más de la realidad de la mayoría de la gente. En estos días muchxs criticamos diversos artículos del nuevo Código Civil, pero lo cierto es que el nuevo código es un panfleto incendiario al lado del documento vaticano, que no se entiende por qué es encomiado como si se tratara realmente de la prueba de un cambio de posición ideológica. Por supuesto, no extraña que esos elogios vengan tanto del oficialismo como de la oposición, porque lo cierto es que la inmensa mayoría de lxs políticxs tradicionales siguen siendo parte y fieles de la iglesia católica; de ahí que nunca se trate seriamente la legalización del aborto y que estemos tan lejos de tener un verdadero estado laico.
Dicen los señores del sínodo “Las personas homosexuales tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”. Nosotrxs no tenemos por qué ofrecer nada a la Iglesia Católica en tanto la iglesia no nos ofrezca a nosotrxs un pedido de perdón y una reparación por todos los años de persecución, de difamación, de mentiras, de propagar el odio contra nosotrxs, de propugnar, ejercer y disculpar la violencia contra nosotrxs y contra nuestrxs aliadxs, lo que incluye hasta a algunxs monjas y curas a quienes su jerarquía castigó de modo escandaloso: lo echaron a Nicolás Alessio, el cura cordobés cuya hermana es lesbiana, por estar a favor del matrimonio gltb pero no lo echaron a Grassi ni lo echaron a Von Wernick ni echan a los curas pedófilos.
Reparación, sí. Por ejemplo, lo más módico: una reparación económica a todxs lxs docentes que echaron de sus escuelas por ser gays o lesbianas. O a lxs estudiantes gltb a lxs que maltrataron. Demostrando claramente que nada ha cambiado de fondo, dicen “Sin negar las problemáticas morales relacionadas con las uniones homosexuales [...]” ¿Cuáles serían estas problemáticas? Cuando la iglesia nos ofrece acogernos en su “casa del padre”, ¿podemos nosotrxs negar las problemáticas morales relacionadas con una institución implicada en gigantescos operativos de lavado de dinero? ¿Podemos negar la problemática moral de la pedofilia? ¿Del genocidio de los pueblos de América a quienes se torturó y exterminó a la sombra de la cruz? ¿Podemos como integrantes de una comunidad y un movimiento que activan para construir una sociedad más abierta, menos prejuiciosa, menos violenta tomar sin más la “invitación” a ser parte de una institución que sigue propagando mentiras, misoginia, que usufructúa los dineros públicos, que nunca jamás examinó a sus miembros comprometidos con la dictadura?
Pero el sínodo no se queda ahí. Dice que “la Iglesia tiene atención especial hacia los niños que viven con parejas del mismo sexo”. Por algún motivo que seguramente ellos sabrán explicar bien, parece que no son capaces de darse cuenta de que esxs niñxs son nuestrxs hijxs y que las nuestras son familias. No pueden ni nombrarnos y pretenden que creamos que nos respetan.
Un apartado especial merece el tramo donde el documento vaticano protesta que no es aceptable “que organismos internacionales condicionen ayudas financieras a la introducción de normas inspiradas a la ideología gender.” No queda claro si hablan de ayudas financieras a los estados o a la propia iglesia, como si le faltara dinero. Lo que sí queda claro es a qué se refieren con “ideología gender”, aunque usen esa traducción espantosa. Impermeables a lo que digan las ciencias sociales, las humanidades y a esta altura hasta la biología, los vaticanos insisten en que no existiría algo así como el género, que todo se reduce al sexo. Siglo XXI, pero para ellos el género no existe ni existe un sistema que organiza los géneros y los privilegios, permisos o cargas asignados a cada uno, un sistema que perpetúa un orden de opresión de géneros donde los hombres cisgénero heterosexuales tienen la posición de privilegio máximo y todos los demás géneros tienen distintos grados de subordinación. Quienes hemos ido a algún Encuentro Nacional de Mujeres nos conocemos de sobra la perorata sobre la “ideología gender” porque la iglesia la repite año tras año en unos pasquines que sus militantes reparten gratis a quien se les ponga adelante. La iglesia milita los ENM no sólo en los talleres de aborto, sino también en los que hablan de estudios de género. La iglesia sabe lo que dijo el feminismo: la biología no es destino. Y nosotrxs sabemos de sobra que todos estos documentos son pirotecnia y que en el fondo la violencia misógina y homolesbobitransfóbica de la iglesia católica sigue intacta.
María Luisa Peralta es activista lesbiana y anarquista. Participó de varios grupos y coaliciones del movimiento gltb, entre ellos Lesbianas a la Vista, Acción Política GLTTB, el Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y actualmente es integrante de Potencia Tortillera, archivo digitalizado del activismo lésbico en Argentina. Es parte del colectivo de la Editorial Madreselva.