Las luchas docentes están tomando un importante protagonismo en los procesos de resistencia en la actualidad. A pesar del aislamiento que impone la burocracia de CTERA –al tono con la línea del peronismo de dejar hacer a Milei– huelgas como la de Neuquén muestran la fortaleza de las trabajadoras y los trabajadores de la educación para organizarse y luchar.
Finalmente, después de cinco semanas de medidas de fuerza, el gobierno de Figueroa tuvo que convocar al sindicato a mesa de negociación. En este artículo, intentaremos dar cuenta del conflicto protagonizado por las trabajadoras de la educación de Neuquén y los problemas estratégicos que plantea.
Una provincia rica, marcada por la desigualdad
El actual gobierno de Neuquén (así como lo hicieron sus predecesores) se jacta de los récords de producción de petróleo y gas. La gente que vive en Añelo –en pleno corazón de Vaca Muerta– está acostumbrada al intenso tráfico de camiones que entran y salen de los yacimientos. También está habituada a la falta de red de gas natural y los incendios de casillas precarias, al igual que los habitantes de Sauzal Bonito tuvieron que familiarizarse con los sismos. La producción petrolera, en auge, garantiza un alto nivel de vida para sectores gerenciales, empresariales y de la alta pequeñoburguesía y, sobre todo, ganancias siderales para las empresas. Como contracara, el gobierno desatiende cuestiones mínimas de infraestructura indispensables para la vida de la gente que habita en esas mismas “zonas de sacrificio”. En un contexto en que, a tono con la política del gobierno nacional, los alquileres, las tarifas y el combustible aumentaron a escala sideral, la provincia tiene, según estimaciones de la Universidad Católica Argentina sobre el primer semestre de este año, hoy un 36,6% de personas en la pobreza y un 14% en la indigencia, en ambos casos creciendo la cifra en relación con el semestre anterior (30% y 7%, respectivamente). Que las mismas cifras a escala nacional sean todavía más desastrosas no sirve de atenuante en una provincia rica. En el caso de las trabajadoras y los trabajadores de la educación, sin el doble turno en inicial y primaria y el máximo de horas posibles en media, una maestra que recién se inicia y tiene un solo turno queda por debajo de la línea de pobreza. Esto no impide que el gobierno (así como lo hizo en su momento la propia conducción de ATEN alineada con el peronismo) sostenga que acá se cobran los mejores salarios docentes del país. La larga huelga de comienzo de este año mostró que no es eso lo que se percibe en las escuelas.
El experimento Figueroa, los sindicatos y el sistema educativo provincial
El gobierno de Rolando Figueroa es un experimento que implica continuidades y cambios respecto de los gobiernos del MPN (partido al que el gobernador perteneció hasta la segunda mitad de 2022), por un lado, sigue la política histórica del viejo partido provincial de alinearse con los gobiernos nacionales (con la excepción de Sobisch bajo el gobierno de Néstor Kirchner) tratando de jugar un rol de mediador/garante entre el Estado nacional y la explotación del petróleo y el gas. Por el otro, en lugar de basarse en un partido con fuerza propia, gobierna con una coalición que incluye desde peronistas hasta macristas, pasando por gente que nacionalmente se identifica con LLA. Si bien ganó por el hartazgo del pueblo neuquino con más de 60 años de gobiernos del MPN, ha protagonizado una estafa electoral similar a la del propio Milei: ganó prometiendo una provincia con progreso material para lo más humildes, con recursos para educación y salud públicas, infraestructura y salarios y se dedicó a recortar y/o subejecutar presupuestos, tomar deuda y bajar salarios (imponiendo la desactualización de los haberes luego de la devaluación de fin del año pasado).
Figueroa también pretende revertir ciertas relaciones de fuerzas que se expresan en el peso que tienen los sindicatos en la realidad provincial, tanto desde el punto de vista de ciertas conquistas salariales (como el aumento por IPC) como desde el punto de vista de su intervención en ciertos organismos de “cogobierno”, particularmente (aunque no solamente) el Consejo Provincial de Educación (CPE). Esta presencia sindical en diversos organismos de “co-gobierno” (directorios del EPEN –la empresa provincial de luz– del Instituto de Seguridad Social de Neuquén, el ya nombrado CPE) es una especie de versión neuquina de lo que Antonio Gramsci denominó como “Estado integral” y se construyó durante décadas de conflictos sociales, con la emergencia de grandes luchas de la clase trabajadora ante las cuales los gobiernos del MPN buscaron combinar políticas represivas pero también y sobre todo de integración, por la vía de incorporar a la burocracia sindical a ciertos mecanismos de cogestión estatal. Esta tentativa de cambiar la relación de fuerzas con los sindicatos, es parte de un intento de “blindar la provincia” para los negocios petroleros en el marco del RIGI e incluye también como enemigos del gobierno a los movimientos sociales, las gestiones obreras y la izquierda dentro y fuera de la legislatura provincial.
Más allá del rol nefasto que juegan los representantes de la burocracia sindical en el CPE, el gobierno considera que debe enfrentar al sindicato en su conjunto para disciplinar a las trabajadoras y los trabajadores de la educación. De allí la política que se dio, desde que asumió, buscando imponer peores condiciones de trabajo, peores salarios y naturalizar las pésimas condiciones edilicias y de refrigerio para las y los estudiantes, que pegó un salto con la mal llamada ley de “presentismo” que implica un cambio drástico en el régimen de licencias, de modo tal que la gente que trabaja en condición de suplente nunca podrá acceder al mismo. Esta ley, presentada por un diputado del MPN, se votó con un trámite express, con la sola oposición de las dos bancas del FITU y de un diputado de Unión por la Patria (los dos restantes, ausentes).
La contradicción que tiene esta política reside en las pésimas condiciones por las que transita el sistema educativo provincial. En una provincia cuya población ha crecido exponencialmente en los últimos 5 años, hace 20 años que no se construye una escuela en la capital provincial, circunstancia que afecta especialmente a los barrios más populosos como los del oeste, donde además se multiplican los problemas edilicios permanentemente: obras sin terminar, escuelas que funcionan en tráilers o en las instalaciones de comisiones vecinales o alternan los cursos por la imposibilidad de realizar las clases con todos al mismo tiempo, etc. Al mismo tiempo, en la escuela impactan todas las problemáticas de las comunidades, de modo tal que se constituye como una especie de caja de resonancia de las contradicciones de la realidad provincial y del malestar popular. No fue casual, por lo tanto, que cuando el gobierno habilitó un número para denunciar a las maestras que hacen paro, las redes sociales se llenaron de comentarios de padres y madres denunciando que las escuelas de sus hijos no tenían clases por falta de gas o problemas edilicios.
ATEN: entre las tentativas de burocratización y una tradición que se renueva
Los funcionarios provinciales, actuales y pasados, seguramente tengan, como cualquier persona, todo tipo de amores y odios. Pero podemos arriesgar que, si tuvieran que elegir uno, dos o tres blancos privilegiados de sus sentimientos negativos, allí aparecería sin duda uno que aborrecen especialmente: las asambleas de ATEN. Han pasado largas filas de ministros y funcionarios que convocaban a “torcerle el brazo” a la democracia asamblearia del sindicato de trabajadoras/es de la educación, porque no permite imponer rápidamente lo que el gobierno pretende arreglar a puertas cerradas con la dirigencia. ATEN ha sido, desde sus inicios, uno de los puntales de lo que Ariel Petruccelli denominó como “contracultura de la protesta” neuquina; un sindicato que históricamente ha actuado (como ATE y la CTA provincial en los ’90) como “oposición social” al MPN y que ha contado con un amplio activismo de varios miles de personas. Esa tradición de lucha y democracia asamblearia es el resultado de las experiencias de la lucha de clases, pero también de la presencia de múltiples corrientes que históricamente actuaron al interior del sindicato (peronistas, denevaristas, de izquierda clasista, sindicalistas combativas, etc.) y desplegaban las luchas políticas en las asambleas. Esa tradición es la que siempre quiso destruir el MPN y la que la actual conducción provincial del sindicato ha intentado revertir paulatinamente, con una práctica de creciente conciliación con el gobierno y con una reforma antidemocrática del estatuto que impuso los mandatos de cuatro años, una redistribución regresiva de los fondos de las seccionales a favor de la conducción central, un ejército de rentados en el CPE que parecen no disponer de más habilidades que las de confraternizar con el gobierno, entre otras cuestiones. Este proceso de burocratización y subordinación al gobierno fue acompañado de campañas macartistas sistemáticas contra la izquierda y los sectores opositores dentro del sindicato. El objetivo de la conducción era transformar la organización en una especie de “sindicato de servicios” más cercano a una mutual que a un organismo de lucha de los trabajadores. Sin embargo, están todavía lejos de ese objetivo, porque la tradición de lucha de ATEN se ha sedimentado durante décadas y contiene una militancia combativa, clasista y de izquierda fuerte y también porque es una tradición que se está renovando, con nuevas generaciones de docentes jóvenes que en las huelgas de este año están haciendo una experiencia intensa con la que se incorporan al activismo del sindicato, participando de instancias como las reuniones de delegadas/os o ahora de la distritales que agrupan escuelas de las mismas zonas para organizarse en común.
Potencial hegemónico y lucha por la comunidad
Llamamos política hegemónica a aquella capaz de articular un conjunto de demandas más allá de ciertos reclamos aislados, postulando una salida propia de la clase trabajadora frente a la decadencia del capitalismo. Considerada en su dinámica material, no se trata solamente de una cuestión discursiva, sino también y especialmente de una cuestión de articulación de fuerzas sociales en función de ciertos objetivos que pueden empezar como reivindicativos, pero en última instancia resultan ser políticos. Lo contrario de una política hegemónica es una política corporativa, que se agota en las demandas de un sector particular. En sus Cuadernos de la cárcel, Antonio Gramsci señala (C13 §17) que las relaciones de fuerzas pueden pensarse en tres niveles: relaciones de fuerzas sociales, relaciones de fuerzas políticas y relaciones de fuerzas militares. Las relaciones de fuerzas políticas se subdividen a su vez en tres momentos: uno es el estrictamente económico-corporativo sectorial, de unidad de una categoría de los trabajadores, el otro es el de la unidad de la clase más allá de sus distintos sectores, para reclamar una igualdad político-jurídica con los grupos dominantes, pero en los marcos del sistema vigente; por último, un tercer momento de las relaciones políticas es el estrictamente hegemónico, que se caracteriza por la tentativa de ampliar los intereses de la clase para universalizarlos, volviéndolos los intereses de otros grupos con demandas afines, lo cual conlleva la organización política en partido y la lucha por el poder del Estado. Este resumen rápido y seguramente cargado de alguna imprecisión viene a cuento porque permite señalar algunas cuestiones: la lucha sindical sectorial puede transformarse en una “lucha política” solamente si se amplía saliendo de los límites sectoriales; la unidad a nivel de la clase es un paso fundamental en esa dirección, pero no es suficiente; la fase estrictamente hegemónica requeriría de una izquierda revolucionaria mucho más fuerte que la actual, pero eso no impide que se puedan desplegar iniciativas afines a una política hegemónica, que en las condiciones concretas de Neuquén implicaría la unidad de las distintas capas de la clase trabajadora organizada con la población de las grandes barriadas populares.
Llamamos potencial hegemónico a la capacidad de articular en la lucha una fuerza mayor a la del propio sector aislado. En el caso de las trabajadoras y trabajadores de la educación este potencial reside en su relación cotidiana con la población que conforma las comunidades educativas, especialmente con las capas más bajas de la clase trabajadora, pobres de la ciudad y el campo. Es en base a ese lazo cotidiano que podrían desplegar una política hegemónica. En un sentido similar, Trotsky había planteado, durante su exilio en México, el rol de “bisagra” de los maestros entre los obreros y los campesinos. Aquí es importante destacar que la posibilidad de poner en práctica ese potencial reside en que ese vínculo se trabaje día a día, buscando involucrar a las comunidades educativas en la resolución común de los problemas que se plantean. Buscando construir instancias comunes para la deliberación y la toma de decisiones, aportando la organización del sindicato y en cada escuela, aprendiendo en común a levantar la cabeza y luchar, la unidad de las comunidades educativas es central como tarea preparatoria hacia escenarios de mayor lucha de clases. En ese sentido, podemos vincular estas reflexiones a otras que realizara en su momento Gramsci: la idea de que toda relación pedagógica es una relación de hegemonía y viceversa no se reduce a lo que se hace dentro del aula, sino que implica todo lo que ocurre en torno a la escuela, que pasa a ser, junto con un lugar de aprendizaje y práctica pedagógica, un lugar de organización, en vez de un “enseñadero” (concepción tradicional autoritaria) o un “depósito de pibes” (política actual de la burguesía, los gobiernos y organismos internacionales).
Las huelgas docentes de este año en Neuquén han dado una muestra de ese potencial, tomando con mucha fuerza las demandas por problemas edilicios, de infraestructura, de refrigerio para las y los estudiantes, buscando soldar una alianza férrea con la comunidad. Y la comunidad ha brindado su apoyo en muchos casos y en otros se ha mantenido neutral, contra la política del gobierno de enfrentarla con la docencia. Esto no es una casualidad. La lucha por las cuestiones edilicias y el refrigerio del estudiantado (hoy en miserables 120 pesos diarios por estudiante, incluyendo manzanas en estado de putrefacción) es parte de la política cotidiana de ATEN capital (conducida por las corrientes opositoras a la burocracia y de la izquierda) que viene dándole prioridad a la lucha en común con las familias por los problemas edilicios y de mantenimiento de las escuelas. Esta lucha se puede considerar en principio como “redistributiva” o tendiente a lograr modificaciones en los marcos del sistema vigente (lo que Gramsci consideraba un punto intermedio entre una política corporativa y otra hegemónica). Sin embargo, en el tipo de alianza social que busca construir y que se expresa en el apoyo popular a la huelga docente, hay una forma elemental de articulación hegemónica.
Dicho sea de paso, este se puede considerar un aporte importante de la izquierda trotskista (en el que hace particular hincapié la Agrupación Negra, integrada por militantes del PTS e independientes, que forma parte de la corriente 9 de Abril a nivel nacional) a la renovación de la propia tradición de lucha del sindicato, en la que en ciertos momentos han tenido mucho peso posiciones más proclives a centrarse exclusivamente en los reclamos salariales, mientras por su parte la conducción provincial enarbola un discurso “pedagógico” curiosamente convergente con la política de los gobiernos y del Banco Mundial para transformar la escuela en un depósito de pibes. Contra las posiciones corporativas tanto como contra las que subordinan el sindicato al gobierno, la política de unidad con las comunidades educativas en defensa de la escuela pública muestra la posibilidad, dentro de un marco reivindicativo, de orientarse hacia una práctica más amplia, que tome como propias todas las demandas populares y de esa forma contribuya a constituir una fuerza social capaz de enfrentar al régimen de las petroleras.
La izquierda, a su vez, ha jugado un rol activo, tanto desde la conducción de las seccionales opositoras, como buscando articular iniciativas de apoyo al conflicto desde y con otros sectores (Salud, Universidad, Gestiones Obreras, MMSS, organismos de DDHH e incluso a partir de su presencia en el Instituto de Derecho del Trabajo del Colegio de Abogados de Neuquén) así como desde las bancas conquistadas en el Congreso de la Nación y la Legislatura provincial, con la visita de Nicolás del Caño, con amplia repercusión en la provincia y el aporte junto con Andrés Blanco al fondo de huelga.
Madurando el malestar
Mucha gente que tomó el triunfo electoral de Milei como una especie de derrota definitiva de la clase trabajadora y el pueblo se afirma en la convicción (errónea) de que “no pasa nada" y que la gente homogéneamente se hizo neoliberal, etc. Contra este tipo de miradas superficiales y autosatisfechas al mismo tiempo, cabe destacar la importancia de los conflictos que están protagonizando distintos sectores de la clase trabajadora (Lucho Aguilar le dedicó un detallado artículo a la huelga de los aceiteros en el número anterior de este suplemento) y particularmente los de la docencia de provincias como Neuquén, Córdoba y Santa Fe (anteriormente Misiones). En estas luchas va madurando una experiencia frente al gobierno de Milei y los gobiernos provinciales (en el caso de Neuquén, alineado totalmente con aquel) y sobre todo, para los trabajadores cuyas conducciones imponen la pasividad o para quienes no cuentan con una organización para hacer oír sus demandas se constituyen como posibles catalizadores de su propio malestar. En el caso de Neuquén, además del apoyo de la comunidad que ya mencionamos, se ve una marcada simpatía en la base de los trabajadores del Estado agremiados en ATE, cuya conducción es también la de la CTA provincial y no ha llamado a ninguna medida de lucha para unificar las demandas de los distintos gremios de base de la central ni apoyar la lucha docente. Los auxiliares de servicio afiliados a ATE sufren las mismas condiciones de deterioro de la escuela pública que docentes y estudiantes. El aumento del costo de vida se mantiene a un ritmo constante y afecta a todos los sectores populares. La exigencia de un paro general provincial de la CTA, a diferencia de lo que dijo su titular Carlos Quintriqueo contra ATEN capital, está ampliamente justificada.
Un retroceso parcial del gobierno que busca consolidar el ataque de fondo
La fuerza de la huelga obligó al gobierno a llamar a una mesa de negociación el sábado 17 de agosto. Después de siete horas de reunión, la conducción provincial salió de casa de gobierno con un acta que ratifica la plena vigencia de la mal llamada “ley de presentismo” e incluye un decreto para su reglamentación que hace algunas modificaciones a uno de sus artículos, ampliando la posibilidad de cobrar el plus estipulado en la ley a trabajadoras/es con algunas licencias que no estaban contempladas en la redacción original. Sin embargo, mantiene el grueso del ataque a la unidad del colectivo docente, que es el artículo que mantiene la quita de licencias por violencia de género y embarazo para las compañeras suplentes y deja abierta la posibilidad de que un/a suplente no pueda llegar nunca a los cuatro meses necesarios para acceder al régimen de licencias en general. Junto con esto, los aumentos de partidas para refrigerio serían de 30 pesos diarios en septiembre y 30 pesos diarios en octubre por estudiante. Este lunes, las asambleas de las distintas seccionales se pronunciarán al respecto y la pelea sigue abierta.
A modo de conclusión provisoria
Más allá de los resultados inmediatos que tenga este conflicto, podemos señalar algunas cuestiones fundamentales, que pueden valer para Neuquén y a escala nacional: los sistemas educativos provinciales (al igual que, a otro nivel, la Universidad) juegan un importante rol de caja de resonancia de la situación social y las luchas docentes juegan y jugarán un rol central en los conflictos bajo el gobierno de Milei, por la magnitud de los ataques a la educación pública y por el lugar específico que ocupan sus trabajadoras y trabajadores en relación con la comunidad. La pelea por recuperar los sindicatos está a la orden del día ante las defecciones de la burocracia sindical peronista, así como la necesidad de soldar una alianza con la población de las grandes barriadas populares que conforma las comunidades educativas. Hace falta una estrategia clara que busque soldar esa unidad. Y una estrategia de este tipo resultará central para encarar una lucha a fondo para derrotar la tentativa de imponer la ley de “servicio esencial” (la máxima expresión del proyecto de transformar la escuela en depósito de pibes) a nivel nacional, que ha sido masivamente rechazada en las asambleas de ATEN.
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