El reloj marcó las 15 en Rosario y el gigante de arroyito cobijó la edición 163 del clásico más caliente que tiene el fútbol argentino.
Canallas y Leprosos se veían las caras nuevamente por los porotos. Al equipo de Raggio le toco hacer de visitante en una cancha que no cabía ni un alfiler. Todo era azul y amarillo, no había otros colores que predominaran en el estadio mundialista.
Mauro Yasprizza @mauroyas
Lunes 20 de octubre de 2014 09:30
El juez del cotejo, Patricio Losutau, sopló fuerte y la reina de la fiesta, la pelota, comenzó a rodar y se convirtió en la ’show woman’, que por ese entonces la fiesta estaba orquestada por el publico local. Sabido es que el protagonismo excluyente debía tenerlo Ñus, mas por obligación que por elección. Pero eso no fue lo que sucedió a lo largo de los 94 minutos que duro el juego.
Newell’s nunca supo como jugar ese duelo, mas siendo el invitado, y con el karma de haber perdido las dos ediciones anteriores. El conjunto del Parque de la Independencia deambuló por todo el reducto de juego. En todo el encuentro dio la sensación de ser un equipo tirado en cancha y sin ideas. Fue un equipo partido en todas las lineas, no se salvo un integrante del plantel, ni los que ingresaron desde el banco de suplentes.
Uno por uno, los players dieron la impresión de estar emulando la reconocida serie americana ’The Walking Dead’. Nunca tuvieron un estimulo de recuperación, en ninguno de los dos tiempos de juego dieron señales de poder revertir la paupérrima obra de terror que brindaron en el gigante de arroyito.
Oscar Ustari, tuvo poco que hacer en el primer gol, bastante responsabilidad en el segundo. Los dos tantos fueron las únicas que le patearon al arco con claridad. Jugó golpeado todo el segundo tiempo tras una artera entrada del ’loco’ Abreu.
Cristian Díaz pasó intrascendente, como de costumbre, mientras Central le regaló el terreno pasó poco y nada, mientras que en defensa Becker lo dejó un par de veces en ridículo.
Leandro Fernández sufrió el partido como pocos, le cabecearon todas las que quiso la delantera auriazul, estuvo muy lento para los cierres y pifió varias veces. Víctor López sufrió las dos pelotas que terminaron en gol, cayeron en su sector, la primera lo anticipó Niell y en la segunda peinó Musto. Dio muchas ventajas el cordobés.
El entrerriano, Milton Casco, en ofensiva al menos intentó, pero de mitad de cancha hacia atrás también dio grandes ventajas. De hecho el gol vino desde su lado.
El mediocampo no fue la excepción a la regla. Lucas Bernardi, aportó poco y nada, debía ser el conductor de un equipo pero nunca pudo calzarse ese saco. Su aporte fue prácticamente nulo.
Su ladero en la zona media, Hernán Villalba, fue otro que pasó desapercibido, estuvo siempre a contramano y la pelota pasó lejos de sus pies. Errático con la pelota, corrió sin sentido muchas veces y se lo notó perdido, este fue el devenir de Horacio Orzán.
A Mauricio Tévez el partido le quedó enorme, lo sobrepasó el marco y no pudo superar a Delgado ni una sola vez.
Ignacio Scocco fue el único que intentó y mostró un poco de rebeldía, pero debiendo ser el ejemplo para dar vuelta la cosa terminó siendo expulsado por una seña sin sentido.
La ’fiera’ Maximiliano Rodríguez nunca mostró nada diferente, fue uno más, cuando se esperaba todo lo contrario de un jugador con mucha jerarquía.
Pocos se dieron cuenta que ingresó en el segundo tiempo, casi no tocó la pelota y terminó jugando de regalo por un codazo que le dio a Berra. Estamos hablando Víctor Figueroa.
A Francisco Fydriszewski, el ‘polaco’, no le tiraron una redonda, tuvo poco para hacer con un equipo que ya no tenía rumbo.
Y Leandro Figueroa jugó un puñado de minutos en un encuentro ya definido y se terminó yendo expulsado por una patada demasiado brusca.
Newell’s Old Boys nunca entendió que estaba jugando el ’derby rosarino’, por lo menos esa es la sensación que dejó en los noventa y pico de minutos que duró el cotejo.
Lógicamente que esta tercera derrota consecutiva frente a Rosario Central va a calar hondo, y no solo en el hincha: los jugadores deben realizar un mea culpa, un análisis profundo de la nociva actuación que dejaron. La ‘lepra’ necesita un golpe de timón y apuntar especialmente a la parte anímica luego del bochorno que realizaron en la edición 163 del clásico que paraliza a los rosarinos.