Datos falsos, interrupciones, acusaciones y reproches mutuos por los pactos marcaron el debate de Atresmedia. Los grandes medios discuten quien fue el ganador y se lamentan de la ausencia de medidas propositivas. Sin embargo, los claros perdedores somos la clase trabajadora y los sectores populares condenados a un bipartidismo senil por bloques que, en forma “progresista” o conservadora, promete seguir gobernando para los capitalistas.
Martes 11 de julio de 2023
La discusión arrancó en el terreno económico con Sánchez sacando a relucir estadísticas. Ahora bien, la pérdida de poder adquisitivo, el aumento del precio de los alquileres y la subida de la factura de la luz son un hecho realidad. El PP se aprovechó de eso para cargar contra la gestión del gobierno.
Pero ¿es que los del PP están en contra del empobrecimiento de las y los trabajadores? Nada más lejos de la realidad. Feijóo y compañía son el partido de la reforma laboral de Rajoy que profundizó la precarización después de la reforma de Zapatero. Por eso, cuando Sánchez sacaba pecho por la reforma laboral de Yolanda Díaz –avalada por Ana Botín y hasta el propio Feijóo– no hacía más que reivindicar la revalidación de una política de derechas.
En el caso de la vivienda, nos encontramos con el mismo problema. El expresidente de la Xunta de Galicia tardó poco en sacar el fantasma de los okupas y la escalada de los precios del alquiler para volver a defender su programa de desahucios y barra libre para los grandes propietarios. Qué esperar del partido que rescató a la banca con dinero público, el cual nos tocó sufrir a base de recortes en los servicios públicos. Precisamente, Sánchez le achacó dicha operación, pero ¿para qué? Para confirmar que su gobierno con Unidas Podemos es el que justamente ha culminado ese rescate asumiendo la deuda de la Sareb mientras mantiene el “banco malo” bajo gestión privada. Así, se pintaba de “progresista” la legitimación de la gestión a favor de la banca y los fondos buitres que ni siquiera la Ley de Vivienda toca, tal y como denuncian desde los sindicatos inquilinos.
El aumento de la deuda pública fue otro de los puntos donde se enzarzaron. Feijóo responsabilizaba al gobierno de coalición de haber aumentado enormemente la deuda pública. A juzgar pasadas experiencias, sabemos de sobras que cuando el PP habla sobre estos temas lo que viene después son recortes, reformas laborales y ataques a las pensiones para socializar las pérdidas de los capitalistas. El problema está en que la política del PSOE y Unidas Podemos ha sido en esencia la misma. En este sentido, los ERTEs se dedicaron a sufragar los salarios a las empresas y los Fondos Europeos hasta ahora han supuesto 42.475 millones para los proyectos industriales de las grandes empresas. Incluso, el famoso impuesto a las eléctricas defendido por Sánchez en el debate se lo devolvieron a las mismas en forma de ayuda – 1.360 millones – con el Decreto-Ley de ahorro energético. Dato mata relato.
En cuanto a la cuestión territorial, las diferencias se quedaron en la forma. Contra el españolismo de Feijóo sobre la unidad nacional, Sánchez respondía postulándose como mejor opción para “unir España” después haber acabado con las protestas en Catalunya desde el gobierno de coalición. Un gran ejemplo de cómo tomarle la agenda a la derecha: si la alianza Vox-PP crece haciendo bandera contra el independentismo, el PSOE contesta avalado por haber pacificado (y reprimido) el movimiento democrático catalán.
La política exterior fue otro de los temas en los que las diferencias entre ambos candidatos brillaron por su ausencia. Ni rastro de la masacre de Melilla, la inmigración, las muertes en el Mediterráneo o el blindaje de las fronteras. Para qué discutir sobre lo que ya están de acuerdo, debieron pensar. Pero en este terreno hay que decir que Sánchez se ha lucido: hizo gala de haber acogido la cumbre de la OTAN, estar plenamente alineado con las políticas de la UE y el apoyo a Zelensky. Sobre esto, nada podía decir Feijóo. El del PSOE criticó el viaje de Aznar a las Azores con Bush entorno a la guerra de Irak, pero para defender su viaje a Ucrania en el marco de una guerra donde el imperialismo yankee y europeo están interviniendo a través del el envío de armas y las sanciones. La opción parecía ser elegir entre imperialismo “progresista” o conservador.
Cuando llegó el momento de la política de pactos, quedó claro que este bipartidismo forzado tiene las patas muy cortas. Aunque Feijóo trató de separarse de Vox, Sánchez aprovechó los pactos en el Comunidades Autónomas y ayuntamientos para demostrar su alianza. Sin duda, un tándem que viene con una agenda contra las mujeres, los inmigrantes, el colectivo LGTBI y el conjunto de la clase trabajadora. El miedo a la oleada reaccionaria fue aprovechado por Sánchez como viene haciendo a lo largo de la campaña. Esta es la cara “progresista” del bipartidismo con el PSOE a la cabeza, Sumar –con Podemos incluido– apostando a ser el socio principal y ERC esperando seguir en la vuelta a la gestión autonómica en la línea marcada por EH Bildu.
Sin embargo, no se puede frenar a la derecha de verdad con una izquierda de mentira. Tomar la agenda de la derecha como ha hecho el gobierno “progresista” solo le ha abierto camino a Vox y PP. A su vez, el relato de los reformistas –Yolanda Díaz, Iglesias o Rufián, entre otros– que nos pide dedicarnos a sostenerlos mientras gobiernan para los capitalistas con el PSOE únicamente sirve para desmovilizarnos y pasar un ajuste tras otro. Así lo hemos visto con la caída de los salarios, la revalidación de la reforma laboral del PP o la relegitimación de la jubilación a los 67 años. Todo ello sirve para que la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y las personas migrantes desconfiemos de nuestra energía, condenándonos a apoyar el mal menor en cada caso.
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Por eso, si queremos parar los pies a la derecha debemos empezar por desarrollar nuestra fuerza con independencia de quienes concilian entre clases, pues son ellos quienes nos mantienen atados de manos mientras los reaccionarios avanzan. No caigamos en la trampa del mal menor, votemos nulo.
Es momento de que las y los trabajadores, la juventud, las mujeres y las migrantes nos organicemos para construir una izquierda de clase, socialista y revolucionaria. Para defender nuestros derechos, seguir ampliándolos y conquistar una salida para el pueblo trabajador de la única forma que conocemos. Porque la historia y las generaciones que nos han precedido nos han enseñado que solamente existe un camino para lograrlo: la lucha de clases, organizada desde los centros de trabajo y estudio. Desde ahí paramos a la derecha y los ataques del gobierno de turno, vengan con maquillaje “progresista” o cara neoliberal descubierta.
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