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Red Internacional
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CRISIS DE NICARAGUA. Nicaragua: aumenta la escalada represiva y se extienden las barricadas

Continúan las movilizaciones, barricadas y tranques (bloqueos) en Nicaragua. El gobierno aumenta la represión, y los aprestos para el “diálogo” de los de arriba se aceleran con la presencia directa de Estados Unidos.

Milton D’León Caracas / @MiltonDLeon

Martes 12 de junio de 2018

La movilización popular continúa profundizándose en Nicaragua. Se multiplican los tranques (bloqueos) y barricadas en Managua, Masaya, Matagalpa, Rivas, Estelí, León, Granada, entre muchas más ciudades y hasta pequeños poblados de interior del país que circundan ciudades emblemáticas como una especie de cinturón para la llegada de la policía y fuerzas paramilitares (grupos organizados por el gobierno) como es el caso más típico de Masaya.

Al escribir esta nota vamos por el día 55 desde que explotara esta crisis. Comenzó el 19 de abril por la férrea oposición a la contrarreforma de la Ley de pensiones y, a pesar del recule del gobierno, se generalizó. Se abrió un cuestionamiento frontal al gobierno de la dupla Ortega-Murillo. Se calculan al día de hoy 140 muertos y más de 1000 heridos, la gran mayoría por impacto de bala, y en muchos casos los represores apuntaron directamente a la cabeza o al cuello.

Si por abajo se profundiza la movilización del pueblo incluso con desarrollos de elementos de autoorganización como se puede ver en algunos barrios de Managua pero más claramente en Masaya, por arriba continúan las tentativas de una salida negociada entre el gobierno de Ortega y la llamada Alianza Cívica por la Justicia y Democracia.

En esta salida tienen un papel preponderante las cámaras empresariales y actuando como mediadora la Iglesia Católica a través de la Conferencia Episcopal Venezolana, y cuenta entre sus impulsores a la propia OEA y al propio gobierno de Estados Unidos. Así, por ejemplo, este lunes, el gobierno de Trump adelantó que un funcionario del Senado estadounidense acompaña las conversaciones de “diálogo”.

De acuerdo con un comunicado de la Embajada de Estados Unidos en Managua se expresa que el senador republicano Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores, “actuando de buena fe y con el fin de acompañar y apoyar el diálogo”, envió a Nicaragua a Caleb McCarry, un “funcionario de su equipo profesional, con el propósito de abordar la severa crisis democrática con los participantes del diálogo”. Además, agrega el comunicado que "McCarry y la embajadora Laura F. Dogu se reunieron con la Conferencia Episcopal, la Alianza Cívica y la Presidencia de la República en un intento de apoyar las propuestas de la Conferencia Episcopal (…)”.

Es de recordar que Daniel Ortega, y los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua se reunieron el pasado jueves para decidir la "manera de llevar adelante" el diálogo nacional, actualmente “suspendido”. Se daba en el marco en que la Organización de Estados Americanos (OEA) había aprobado un par de días antes una declaración en la que se pide “que el Gobierno y los otros sectores se comprometan a buscar una solución pacífica a la crisis”.

Los representantes de la Iglesia Católica le entregaron a Ortega “una propuesta de democratización para evaluar la posibilidad de retomar el diálogo”, en donde le plantearon “la agenda consensuada de la mesa plenaria del diálogo nacional”. Y Ortega, por su parte, según declaraciones de los obispos “les pidió dos días antes de contestarles para reflexionar”. Mientras se completa el cuarto día sin que Ortega avizore alguna declaración.

Para los representantes de Alianza Cívica por la Justicia y Democracia “la agenda de la democratización elaborada con los aportes enviados a la Comisión Mediadora por los sectores de esta alianza presentes en el Diálogo Nacional, señala el camino para la recuperación de la institucionalidad democrática (…)”. En otras palabras buscar un pacto por arriba, de las élites, en beneficio propio, y desarticular la movilización de las masas nicaragüenses.

Desgraciadamente, diversos representantes del sector estudiantil participan de esta Alianza junto con los empresarios y la salida vía el pacto del “diálogo” y que incluso estuvieron presentes en la reciente Asamblea General de la OEA en Washington. Nada favorable al pueblo saldrá de las manos de los empresarios.

Pero junto con el silencio de Ortega y la expectativa puesta por los sectores del “diálogo”, la represión policial y parapolicial continuó con fuerza en muchas ciudades, barrios y comunidades del país.

Bloqueos y resistencia a la represión

Además de las movilizaciones hay un patrón común en las protestas: pobladores atrincherados en sus barrios o en tranques de carreteras que son atacados con armas de guerra por la Policía Nacional y fuerzas de choque "oficialistas". En el interior de Managua las barricadas en las calles proliferaron, especialmente en los barrios de la periferia, en tanto los bloqueos en las carreteras se multiplicaron en las ciudades del Pacífico de Nicaragua.

Masaya, ubicado a 28 kilómetros al sureste de Managua, se ha convertido en campo de batalla en plena luz del día, tras fuertes enfrentamientos que han dejado muertos y heridos, entre ellos un niño de 11 años. Esta ciudad tiene un histórico de resistencia y lucha durante la revolución que llevó a la caída de Somoza y hasta no hace poco era un baluarte sandinista. En las últimas semanas los enfrentamientos más fuertes se dan en los barrios San Miguel, San Jerónimo, San Juan y Monimbó, y este último es el de mayor desarrollo de organización haciendo gala de su insurrección en febrero de 1978.

Se calculan más de más de 200 barricadas en la ciudad y la principal comisaría está sitiada durante más de diez días con su capitán y policías que no pueden salir. Incluso los pobladores de los alrededores de la ciudad levantaron barricadas para que los policías y los grupos parapoliciales no entren a la ciudad.

Lo que se da en Masaya como ciudad entera, en Managua, por ser una ciudad mucho más grande, se da a nivel de los barrios, un hecho que también fue característico durante los acontecimientos de 1979. En ese año fueron los barrios los que resistieron en Managua, hasta que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró entrar a la capital.

Ahora es desde los barrios que Managua comienza estar bloqueada con barricadas, mientras en los límites de la ciudad se instalan más tranques. Además, se trancan carreteras que impiden el acceso a la policía y los grupos parapoliciales a otras ciudades que puedan ir como refuerzo. Así, por ejemplo, medios periodísticos recogen el caso del tranque en Ticuantepe, que comienza el bloqueo de Managua hacia la región suroriente, e impide el acceso hacia Masaya, Granada y Rivas.

Procesos semejantes se desarrollan en muchas otras ciudades, pero al compás también la escalada represiva incluso con la policía usando armas de guerra como se está denunciando.

Frente a esto es imperioso que avancen los niveles de organización del pueblo, y se hace necesario una respuesta superior a esta escalada represiva, así como una acción contundente del movimiento de masas para derrotar a Ortega y Murillo, que signifique un salto para el levantamiento en marcha.

Pero eso requiere romper con los empresarios opositores, que lo que menos quieren es que la movilización de masas desborde su plan reaccionario de pactos con el régimen. La subordinación del movimiento de protesta a la política del Consejo Superior de la Empresa Privada en Nicaragua (COSEP) y la Iglesia es un grave escollo político para que el proceso se desarrolle y triunfe.

Como escribimos en un reciente artículo: “Lo que la situación reclama es la preparación de una huelga general indefinida, con movilización y tranques, para paralizar realmente al país y poner en las calles toda la fuerza de los trabajadores, los campesinos y las masas populares, confiando en sus propios métodos y organización."

"Para ello, es necesario generalizar la organización de comités y otros organismos de lucha, capaces de tomar en sus manos las múltiples tareas del levantamiento, incluyendo la autodefensa contra la represión estatal y las bandas sandinistas. Pero también su coordinación y centralización nacional, democráticamente organizada como un gran frente de las organizaciones que se den las masas en lucha y que adopte un programa propio, obrero y campesino ante la crisis nacional”.

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