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Red Internacional
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Tribuna Abierta. No es un policía es toda la institución: ¿trabajadores o brazo armado del Estado burgués?

Las manifestaciones y acuartelamientos policiales han levantado preocupación en distintos sectores. En un contexto donde las fuerzas policiales, envalentonadas por la política del gobierno durante la cuarentena, han cobrado numerosas víctimas de gatillo fácil y desapariciones forzadas.

Jueves 10 de septiembre de 2020 11:13

Luego de los anuncios del gobierno, de aumento de presupuesto en materia de “seguridad”, un reclamo que se presenta falsamente como “salarial” ha vuelto a poner en debate al interior de la izquierda la pertenencia de clase de la Policía y una eventual sindicalización. El presente artículo pretende ser insumo para intervenir en este debate desde una perspectiva marxista.

En los últimos días hemos asistido a movilizaciones y amotinamientos de las fuerzas policiales, principalmente en GBA y provincia de Buenos Aires, en reclamo de aumento de sus haberes y mejores condiciones para realizar su labor.

En un contexto de “derechización” de la escena política en los últimos meses, que incluyó movilizaciones de expresiones derechistas en defensa de la propiedad privada (en ocasión del affaire Vicentín que concluyó en un gran blef del gobierno) que en un primer momento se expresaron por fuera y en oposición al oficialismo, para en las últimas semanas provenir de un sector al interior del mismo, específicamente el del ministro Sergio “Rambo” Berni, quién ante las tomas de tierras de sectores empobrecidos y excluidos de las condiciones de habitabilidad mínimas, resaltó nuevamente la defensa de la sacrosanta propiedad privada por sobre los derechos vulnerados por la problemática del déficit sociohabitacional que afecta a cada vez más amplios sectores de la población, fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires.

En el medio, en contextos de cuarentena, hemos asistido a un peligroso empoderamiento de las fuerzas policiales que se han cobrado numerosas víctimas producto del llamado “gatillo fácil” e incluso desapariciones forzadas, cuyo caso más emblemático fue la desaparición seguida de muerte de Facundo Astudillo Castro, en cuyo encubrimiento el rol de Berni fue central.

En este contexto, y poco después del anuncio de parte del gobierno nacional de una mega inversión en “seguridad”, se producen los movimientos policiales que, armas en mano, consiguieron en cuestión de horas lo que lo que la mayoría de los trabajadores no hemos podido conseguir en estos seis meses de cuarentena: un aumento salarial.

Estos hechos, la medida de fuerza de la Policía, su capacidad de rápida movilización y de reclamar por sus intereses sectoriales, puso sobre el tapete (nuevamente) un viejo debate al interior de la izquierda sobre el carácter de clase de la Policía. ¿Son miembros de la clase trabajadora o, por el contrario, son enemigos de la misma? ¿Deben sindicalizarse? ¿Debe la clase trabajadora que lucha, luchar o apoyar la sindicalización de sus verdugos? ¿Que implicaría esto?

Una organización que rápidamente se pronunció sobre estas cuestiones fue Razón y Revolución, cuyo posicionamiento no es novedoso y es ampliamente conocido por la mayoría de las fuerzas del campo revolucionario. Para esta organización, histórica referente de lo que podríamos denominar no sin un dejo de sorna como “la izquierda de la gorra”, las respuestas a las preguntas antes planteadas son: a) sí, son trabajadores porque son asalariados y reclutan sus miembros de los “barrios obreros” b) Sí, como todo trabajador tienen derecho a la sindicalización c) Sí, en coherencia con la respuesta anterior hay que apoyar su sindicalización d) implicaría, más allá de las mejoras para los policías en materia de salario, condiciones de trabajo y derechos, la introducción de un debate en el seno de las fuerzas de seguridad además de un posible acercamiento a otras fracciones de la clase trabajadora, así como a un debilitamiento de la tendencia a la represión de los conflictos sociales [1]

Vale la pena aclarar antes de presentar nuestra posición al respecto, que RyR no es la única organización de izquierda que plantea estas posiciones: otras organizaciones, principalmente de la rama morenista del trotskismo como el MST e IS han planteado y plantean la sindicalización policial en tanto el PO ha asumido posiciones más ambiguas, por ejemplo.

Si tomamos la postura de RyR como ariete para el debate aquí no se debe a un encono particular con esta organización, con cuyos militantes se comparten espacios de militancia y lucha conjunta en términos de camaradería, sino precisamente por ser la organización que sostiene estos planteos de manera más clara y directa, sin ambages ni claroscuros, lo que amen de no compartir la posición e incluso repudiarla, se le reconoce como un mérito ya que proporciona la posibilidad de un debate más franco donde las posiciones son claras y públicas. Dicho esto, vayamos a la cuestión central ¿son trabajadores? O mejor dicho ¿son parte de la clase trabajadora?

Se suele considerar que el carácter de “asalariados” de los policías los ubica mecánicamente en el campo de la clase obrera. Esta posición se desarma fácilmente con un pocos ejemplos: si así fuera el gerente de una multinacional sería un “trabajador” porque tiene un salario, lo mismo que un gobernante capitalista o los altos funcionarios del Estado capitalista. En la sociedad capitalista la salarización es un movimiento que ha ido subsumiendo cada vez mayor cantidad de funciones y posiciones sociales: le hecho de tener o carecer de salario no es indicador univoco de pertenencia o exclusión de la clase trabajadora.

Del mismo modo, un trabajador que pueda carecer de salario, sea por desocupación o precarización laboral, de manera accidental o permanente. También resulta acotada la definición “de manual” de trabajador como aquel que se encuentra separado de los medios e instrumentos de producción: por caso podemos observar el fenómeno de como el teletrabajo “externaliza” costos del Estado y empresas, descargándolos sobre los trabajadores como los docentes que deben continuar su trabajo con sus recursos materiales así como también el ejemplo previo de un gerente que personifica al capitalista en el lugar de trabajo.

Es que nuevamente, de lo que se trata es de captar una dinámica, de un movimiento, no de fenómenos estáticos ni de “esencias”. El provenir de “hogares obreros” abona una concepción de la clase como algo que se hereda o que forma parte de una “cultura” propia de un determinado ambiente antes que el resultado de una relación dinámica de lucha.

De esta forma, aquel que naciendo en un barrio pobre (donde pobre también aparece como sinónimo de obrero, otra falacia) que luego se reconoce y constituye como integrante de los sectores medios o incluso como un burgués sería un “desclasado” como si clase precediera a la conciencia. Algunos de los equívocos que se generan en torno a esto provienen de la distinción entre “clase-en-sí” y “clase-para-sí” que establece Marx, por ejemplo, en Miseria de la filosofía. Sin embargo, dicha distinción y el orden de la misma es de carácter analítico y lógico, ya que ambas conforman una totalidad dialéctica y en definitiva la clase no se constituye definitivamente sí no es “para-si”.

Todos los elementos que hemos ido enumerando (condición asalariada, relación con respecto a los medios de producción, cultura común, etc.) son elementos importantes que constituyen la clase, pero no representan condiciones sine qua non ni tampoco son el elemento determinante “en última instancia”. De lo que se trata, es de considerar a la clase social como una relación social, no como una “marca de origen” a la manera de un código de barras que se porta de nacimiento. Los sujetos se subjetivan en el movimiento, y ese movimiento es contradictorio, siempre inacabado. ¿Cómo se produce ese proceso constituyente de las clases?

Las clases sociales se constituyen en la lucha contra otra clase antagónica, en relación a los intereses que derivan de las distintas posiciones con respecto a los medios de producción. Vale decir, entre aquellos que poseen la propiedad de los medios de producción y aquellos que fueron expropiados de los mismos, en un proceso histórico teñido de violencia.

Como señalan Marx y Engels en La ideología alemana, el texto en el que ajustan cuentas con la tradición filosófica alemana de la que provenían a su vez que sientan las bases de la concepción materialista de la historia: “Los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase [2].

Las clases, por tanto, no existen independientemente de su organización consciente y su lucha: “En la medida en que millones de familias viven bajo condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir, por sus intereses y por su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo hostil, aquéllas forman una clase. Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios [NdR: Se refiere a los campesinos franceses de mediados del siglo XIX, pequeños propietarios] una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización política, no forman una clase” [3].

Así, como señalábamos la pertenencia a una clase social no se trata de un propiedad ontológica ni estática, sino de una determinada relación social que se constituye en un proceso histórico de luchas, en tanto un conjunto de enfrentamientos entendidos como situaciones en las que se ponen en acto contradicciones y/o antagonismos sociales. De allí deriva la importancia de observar las formas de organización que se dan los actores sociales históricamente y las luchas que éstos, ya constituidos en fuerzas antagónicas, emprenden entre sí.

Ahora, este enfrentamiento clase-contra-clase cuando se realiza materialmente mediante fuerzas sociales, las más de las veces no se produce de manera directa entre el obrero y el capitalista, sino contra el Estado, el capitalista colectivo que organiza las relaciones capitalistas dentro de un territorio determinado y detenta el monopolio de la violencia considera legítima (las armas y la potestad de reprimir). El Estado actúa mediante sus fuerzas represivas que personifican en la guerra de clases al capital, representan sus intereses sobre el campo de batalla y reprimen la defensa y realización de los intereses antagónicos a los de la clase capitalista, los de la clase obrera.

En ese sentido lo planteó León Trotsky, cuando sostuvo, en coherencia con la concepción materialista y dialéctica de Marx y Engels, que “[a]quí, una vez más, es la existencia la que determina la conciencia. El obrero, convertido en policía al servicio del Estado capitalista, es un policía burgués y no un obrero [4]. ” No se trata de la función social sino de la acción que la subjetiva, que la hace sujeto, la praxis que la constituye en los enfrentamientos, su lugar en la lucha de clases que es el de los capitalistas. Por su puesto que los capitalistas, que son la clase dominante y la que ejerce su dominación desde el Estado, aprovecha su condición privilegiada para no exponer su cuerpo directamente sino mediante la policía, que más allá de los individuos, opera de perro guardián del capital.

Dicho esto, yendo más a lo concreto, ¿qué implicaría una sindicalización de la policía? Básicamente, mejores condiciones para desempeñar su función, es decir, reprimir: posibilidad de obtener mejoras materiales en condición de salario, mejores “condiciones laborales” es decir mejor armamento, equipamiento represivo de todo tipo y entrenamiento, fortaleciendo “el carácter irrevocablemente represivo del Estado capitalista” (nuevamente en palabras de Trotsky). Y no solo estas cuestiones, sino mayor amparo legal e institucional ante los abusos, que cualquier militante del campo popular sabe que son más la regla que la excepción.

Por ejemplo, como han conseguido sindicatos policiales estadounidenses, el otorgamiento de determinada cantidad de días para que un policía pueda preparar una declaración en su favor ante una denuncia, lo que implica el tiempo valioso para el ocultamiento de pruebas. En suma, más derechos para reprimir. ¿Estos son los intereses de la clase obrera, en tanto explotada y expropiada? ¿No constituyen acaso una contradicción antagónica con la realización de sus intereses como clase o es que no consideramos que la clase obrera constituya una unidad y sea la portadora de una misión histórica en la emancipación social del conjunto del entramado social?

Se podría argumentar (y a menudo se hace, generalmente de manera ahistórica) que la sindicalización podría abrir la posibilidad de un eventual compromiso de la fuerza policial de no reprimir a los trabajadores o quebrar el orden de mando. Estas situaciones, que históricamente se han planteado y podrían volverse a plantear, solo encuentran la oportunidad de emergencia en situaciones en las que se agudizan las contradicciones propias de las luchas de clases, situaciones revolucionarias, de guerra abierta y frontal, donde la radicalización de las masas coexiste con un estado de descomposición y de debilitamiento del poder de dominación del Estado.

Estas son las condiciones mediante la cual los trabajadores, sobre la base de su movilización y autoorganización en destacamentos armados,puede llegar a quebrar la cadena de mandos y rompiendo la verticalidad de la alta oficialidad, “ganarse” por acción u omisión a un sector de las fuerzas policiales para la causa popular. No hace falta ningún esfuerzo argumentativo para clarificar que esta no es la situación que se presenta en la actualidad en Argentina.

En resumidas cuentas, el debate sobre la pertenencia de clase de la policía, o porque se entiende por clase, su genésis y el movimiento permanente y contradictorio mediante el cual se constituyen en un proceso de lucha, es importante por las derivaciones políticas del mismo, no por actitud libresca sino por las lecciones que los militantes que luchan por la emancipación de la clase trabajadora de su situación de explotación sacan de el. Cuanto mejor estén los policías, mejores condiciones para reprimir, para gestionar los negociados de trata, juego y drogas, mayor impunidad y esto es peor para los trabajadores.

La clase obrera tiene, más allá de las fracciones que la componen y las contradicciones y heterogeneidades que la habitan, un interés de clase que la conforma como una unidad y es antagónico a la fuerza a la que enfrentan, la fuerza obrera tiene mejores posibilidades de triunfar mientras más débiles sean sus verdugos. Nunca debe corresponder a las fuerzas obreras y populares luchar por cambios que fortalezcan el aparato represivo burgués, caso cobtrario se cae en un sindicalismo vacío, carente de perspectiva de clase y reaccionario.

Lo que parece una obviedad no lo es tanto, por eso es menester aclararlo una y mil veces, porque estas acciones no aparecen como un rayo sobre cielo sereno sino en un contexto de descomposición social en la que los trabajadores hemos venido perdiendo mucho en materia salarial, de derechos y en desarme material y moral. Es hora de despertar y organizarnos para los enfrentamientos que vienen, poniendo nuestros brazos y cerebros en función de fortalecer nuestros intereses y no en lustrar el garrote que caerá pesadamente sobre nuestras cabezas como la historia y nuestra práctica real nos ha demostrado una y mil veces..


[1Las posturas de RyR sobre este aspecto han sido ampliamente difundidas. Específicamente ante este hecho podemos citar la publicación en su sitio de facebook oficial que titula en la imagen que acompaña la publicación, a modo provocativo “La clase obrera lucha como clase obrera”

[2”Marx, K. y Engels, F. “La ideología alemana” (1846)

[3Marx, Karl “El 18 brumario de Luis Bonaparte” (1852)

[4Trotsky, León “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán” (1932)