La referente de la APDH Neuquén (organismo afín al gobierno nacional) acusa al Jefe del Ejército kirchnerista de ocultar pruebas y armar operaciones cuando dirigía un batallón neuquino bajo el gobierno de De La Rúa. Un testimonio contundente con el que queda demostrado que Milani, además de ser partícipe directo del genocidio, durante las décadas posteriores siguió sirviendo al Estado a cambio de silencio e impunidad.
Daniel Satur @saturnetroc
Sábado 18 de abril de 2015
El miércoles 8 de abril en la Ciudad de Buenos Aires la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad organizó un encuentro con fiscales, abogados y organismos de derechos humanos para analizar el estado actual de los juicios contra los represores, “debatir los desafíos que plantean los procesos en curso y consensuar las acciones en torno a las últimas resoluciones adversas al juzgamiento de civiles cómplices”. De la reunión participaron gran parte de los organismos de derechos humanos afines a las políticas del gobierno nacional en la materia, entre ellos el CELS, Abuelas de Plaza de Mayo e H.I.J.O.S.
También llegó desde Neuquén Noemí Labrune, histórica referente de la APDH de esa provincia, quien cumpliera un importante rol como testigo y querellante en el proceso judicial por crímenes cometidos en el Centro Clandestino de Detención La Escuelita, uno de los más emblemáticos del sur del país.
Labrune participó de la reunión para compartir con el resto de los asistentes sus impresiones y para reiterar su preocupación por la permanencia al frente del Ejército de César Milani, sobre quien pesan diversas denuncias por haber participado activamente del genocidio. La Izquierda Diario conversó con ella.
A su vez la procuraduría que nos convocó siempre nos ha dado una mano, y en parte creo que estamos donde estamos por mérito de ellos. Aunque no estamos donde quisiéramos o debiéramos estar.
Y esto a pesar de que en los últimos tres, cuatro años nosotros logramos tener muy trabajada la prueba documental. De nuestra parte tenemos que decir que mucho nos facilitó la Secretaría de Derechos Humanos pero también hemos conseguido material que nos entregó el Ministerio de Defensa y el Archivo Nacional de la Memoria. Tenemos documentos que nos han mandado, sobre todo legajos de los represores con los que podemos conocer todo su pedigree laboral. Con ellos logramos desmentir a los propios acusados cuando dicen que no estuvieron en tal lugar pero al mismo tiempo les habían elevado a la superioridad un expediente para cobrar un plus o lo que sea por haber actuado “en la lucha contra la subversión” con resultados laudatorios. O sea que tenemos esas cosas a favor pero también tenemos reclamos.
En el caso del Ejército se ha avanzado con algunos archivos de inteligencia, pero no lo suficiente.
Ejército, Inteligencia, Milani
Terminada la dictadura en 1983, miles de genocidas de uniforme siguieron desarrollando sus carreras militares. De todos ellos, un numeroso grupo comenzó una nueva etapa dedicada a borrar y silenciar lo más posible los inconmensurables vestigios de la masacre masiva. Mientras el Estado les brindaba impunidad con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, para no ser descubieros caminando por la calle fueron dispersados por otros territorios, lejos de donde habían secuestrado, torturado y asesinado. Si el joven subteniente del arma de Ingenieros César Milani había servido a la dictadura en Tucumán y La Rioja, no resulta extraño que su “fuga” se haya producido hacia Santa Cruz y Neuquén.
A esa última provincia llegó en 1999, enviado por el gobierno de Fernando De La Rúa para comandar el Batallón de Ingenieros de Combate de Montaña VI. Eran los tiempos en los que, aún vigentes las leyes de impunidad alfonsinistas, se inauguraban los Juicios por la Verdad en todo el país. Con ellos, si bien no había condenas efectivas contra los represores, se dejaban en evidencia ante toda la sociedad los atroces crímenes cometidos por la dictadura.
Noemí Labrune sabe bien cuál fue el rol de Milani en ese momento en Neuquén. Por eso, pese a su afinidad con el gobierno nacional, no puede dejar de levantar la voz denunciando al genocida.
Al año siguiente Milani, para el día del Ejército, organizó una semana entera de “puertas abiertas” del Batallón. A través del gobierno de Jorge Sobisch realizaban la invitación a todos los colegios secundarios. En total fueron 4.500 pibes en esa semana, pusieron transporte para trasladarlos desde los colegios y hasta les sirvieron chocolate. Ahí entonces les mostraban todo el predio del batallón, los cañones y los vehículos militares intentado presentar a un ejército pacífico, como diciendo “acá no pasó nada” y queriendo recrear, como decían, la “fraternidad sociedad-Ejército”. Pero en la parte de atrás de ese batallón había funcionado, nada menos, que el centro clandestino de detención La Escuelita, demolido por ellos mismos una vez terminada la dictadura.
Todo eso era claramente en respuesta a que habían empezado los juicios por la Verdad y se estaba destapando todo lo que estaba oculto. Ésa era una acción que ellos llaman de contrainteligencia. La sociedad en ese momento estaba pensando en lo que había ocurrido allí y él trató de convencer a la sociedad que ahí no había pasado nada.
El evento que relata Labrune no fue casual, sino que fue una política deliberada del gobierno de la Alianza para intentar represtigiar a las Fuerzas Armadas genocidas. En todos los regimientos del país se realizaron jornadas similares, planificadas desde el Ministerio de Defensa y organizadas coordinadamente entre generales, intendentes y gobernadores.
El diario Río Negro informaba el 20 de mayo de 2000 que en una conferencia de prensa realizada en el Batallón de Ingenieros de Montaña VI “el segundo comandante de la brigada, coronel Adrián Dale, y el jefe del Batallón de Ingenieros, teniente coronel César Milani, explicaron a los medios de prensa los alcances” y propósitos de la llamada Primera Exposición de Puertas Abiertas. Una semana dedicada a llenar el regimiento de gente, con “actividades gratuitas como los paseos en cuatriciclos, tanques y otros vehículos militares; simulacros de combate, paseos en botes y motocicletas, fogones y hasta el tradicional chocolate de mayo.” Incluso, “para los más pequeños” habría “juegos especiales, exhibición de perros entrenados y una muestra de equitación.”
Como dice Labrune, todo en sintonía con la búsqueda de una ficticia “fraternidad sociedad-Ejército”. O como dijo el Jefe del Ejército de entonces, Ricardo Brinzoni, todo en "el camino de la reconciliación" y el "reconocimiento completo del pasado".
En aquella oportunidad, los organismos de derechos humanos denunciaron la maniobra. En el caso neuquino, el mismo diario Río Negro del 30 de mayo informó de la protesta que la APDH Neuquén, las Madres de Plaza de Mayo y otras agrupaciones hicieron en el momento mismo del acto final organizado por Milani y sus socios. “Organismos defensores de los derechos humanos irrumpieron con pancartas y bombos”, describe el matutino y agrega que “Noemí Labrune, de la APDH afirmó que ’no se puede estar en una democracia estrechando lazos con asesinos’.”
Diesiseis años después, Labrune vuelve a hablar de Milani y cuestiona cómo el gobierno se empecina en “estrechar lazos” con él.
Este testimonio de concepto ubica a Milani y le da elementos a los abogados y a los jueces para que evalúen si en verdad era tan jovencito y estaba en desacuerdo.
En 2013, cuando repudiamos el nombramiento de Milani, nosotros habíamos titulado un comunicado con la pregunta “¿Un Gran Hermano como Jefe del Ejército?”… Qué sé yo, por un lado está la especialidad de él y toda su experiencia, y por otro lado está el gran negocio de las compras que se van a hacer desde el Ejército, que no serán cañones ni misiles pero sí aparatitos de inteligencia. Por ahí también pasa por allí el sostenimiento de Milani.
La APDH Neuquén sigue trabajando sobre los juicios. En muchas de sus búsquedas y actividades se sigue encontrando con funcionarios nacionales a los que valora muy positivamente. Sin embargo la contundencia de su denuncia tiene una fuerza imposible de contrarrestar con meros gestos y símbolos. La verdad se impone en el relato de Labrune. La misma verdad que, con Milani al frente del Ejército, se hace cada vez más lejana.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc