El reaccionario arzobispo Norberto Rivera, que protegió al pederasta Marcial Maciel, líder de los Legionarios de Cristo, llegó a afirmar “Un niño tiene más posibilidades de sufrir abusos sexuales de un padre homosexual”. Ahora pide perdón.
Martes 1ro de noviembre de 2016
Durante un acto para promover la “castidad” entre los homosexuales, Norberto Rivera se disculpó en público por haber utilizado “términos ofensivos” contra los que denominó “hombres y mujeres con atracción hacia el mismo sexo”. “Les pido perdón si he utilizado palabras que no son las adecuadas”, afirmó públicamente Rivera.
Ante un hombre homosexual con VIH que se lamentó ante el cardenal del rechazo que había sentido por parte de la Iglesia. Frente a esto, Rivera respondió: “Cuando llegué a los 60 años, ya no me gustó que me dijeran joven; cuando me dieron mi tarjeta de la tercera edad, no me agradó que se refirieran a mí como persona de la tercera edad, para mí lo correcto era que me dijeran viejo; pero otros se enojan si les dicen así. Por lo que a mí se refiere, les pido nuevamente perdón si he utilizado palabras que no son las adecuadas, pero sepan que de ninguna manera mi intención ha sido ofenderles”.
Estas declaraciones se dan luego de haber desplegado una feroz campaña contra la comunidad sexodiversa, que tuvo su punto más alto en septiembre pasado. A fines de ese mes, en el semanario Desde la fe, Rivera había acusado de todo tipo de males a las personas homosexuales: desestabilización emocional de niños y adolescentes, peor rendimiento escolar, proliferación de enfermedades de transmisión sexual e incluso un mayor riesgo de agresión sexual.
Apenas un mes más tarde, con la llegada del nuncio Franco Coppola, tuvo que desdecirse. Sin embargo, esto no implica que se detenga la ofensiva contra el matrimonio igualitario.
El punto parece ser que el Vaticano no está de acuerdo con un enfrentamiento de esta magnitud con el presidente Peña Nieto, a quien Rivera criticó por su “retórica populista” e incluso ha tratado de modificar la Constitución para incluir un concepto de familia acorde a su ideología y abrir así las puertas de la educación a la iglesia. En esta contienda con el Estado laico –una conquista del México posrevolucionario– Rivera y su séquito han insuflado nueva vida a la ultraderecha, nucleada en el Frente por la Defensa de la Familia.
Por instrucciones del Vaticano, Franco Coppola ha frenado las polémicas declaraciones de Norberto Rivera. Pero esto no significa que la Iglesia católica cambie su postura frente al matrimonio igualitario.
El Papa Francisco –antes Mario Bergoglio, sacerdote vinculado con la dictadura militar de Argentina entre 1976-1983– en sus tiempos de cardenal en ese país llevó adelante su propia cruzada contra el matrimonio igualitario y en 2015 demandó su abolición en Francia. Hasta llegó a comparar a las personas trans con bombas atómicas y se pronunció contra la teoría del género y el divorcio.
El Vaticano tiende la mano a Peña Nieto
Con el llamado al orden a Norberto Rivera, el Papa Francisco le tira una soga a un Peña Nieto debilitado tras sucesivas crisis: Ayotzinapa, escándalos de corrupción, la visita del xenófobo candidato republicano a la presidencia estadounidense, Donald Trump, la caída en la economía, y el enfrentamiento con la Iglesia mexicana ante el matrimonio igualitario.
Se trata de una nueva movida de la cúpula eclesiástica para posicionar a la Iglesia católica como un actor internacional confiable para los gobiernos y las trasnacionales. Nueva evidencia de la alianza entre el capitalismo y la Iglesia.
Hoy, mientras la iniciativa por el matrimonio igualitario está congelada en el congreso, se multiplican los crímenes de odio, producto de la campaña reaccionaria desplegada por Rivera. Siguen al alza los índices de discriminación laboral por orientación sexual e identidad de género.
Para conquistar el derecho al libre ejercicio de la sexualidad, sin que esté restringida a la reproducción y terminar con los crímenes de odio, urge que la comunidad sexodiversa una su lucha a la de las mujeres hartas de la violencia machista que se expresa en feminicidios, abusos, desigualdad salarial frente a los varones, falta de representación en los sindicatos, doble y triple jornada laboral.
A su vez, es necesario que tiendan lazos hacia las trabajadoras y los trabajadores que han enfrentado los planes del gobierno en las calles, como el magisterio. Sólo la fuerza organizada del conjunto de los explotados y los oprimidos puede poner un alto a los ataques de la Iglesia, las trasnacionales y el imperialismo estadounidense.
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