“Nos dicen esenciales, nos tratan como descartables” es el cartel que más se repite en las protestas de trabajadores de la salud en Argentina. Desde Neuquén hasta Mendoza, Corrientes y en distintos puntos del AMBA, quienes recibieron cataratas de elogios demagógicos cortan calles y rutas para decir que no les interesa ser héroes (en realidad, mayoritariamente heroínas) sino ser reconocidos como trabajadores cuya labor se reveló (por si te queda alguna duda) como esencial. En este informe vamos a analizar cuáles son las características del sistema de salud en Argentina y cómo están sus trabajadores a más de un año de la pandemia.
Lunes 9 de agosto de 2021 22:58
Ilustración: @satrapamundial
Segmentado, fragmentado y desigual
Quienes estudian el sistema de salud en Argentina coinciden en una definición que bien podría sintetizarse a partir de esta cita: “Argentina tiene un sistema de salud segmentado (en el que conviven distintos sistemas de aseguramiento), fragmentado (sin articulación entre los distintos subsectores e incluso en el interior de ellos), superpuesto, heterogéneo y con desigual calidad en la atención, resultado de diversas transformaciones y tendencias históricas” (Ballesteros, 2017). Sobre estas características se monta Cristina Fernández para plantear (más para la tribuna que para otra cosa) la necesidad de la unificación. Sin embargo, este planteo suena inverosímil si se tiene en cuenta que, durante los 12 años de kirchnerismo, no hubo ninguna política contundente contra la segmentación, fragmentación y profunda desigualdad del sistema de salud. De hecho, las “transformaciones y tendencias históricas” a las que refiere la cita, nos traslada en forma directa a la década del noventa. Aunque la descentralización (desde nación hacia las provincias y municipios) ya había comenzado previamente, durante estos años se consolidó: para 1995 sólo el 0,2% de los establecimientos eran nacionales. Lo mismo ocurrió con el progresivo crecimiento del subsector privado en detrimento de los subsectores público y de las Obras Sociales, que son los que más pacientes atienden [1]; la desregulación de las obras sociales; el desarrollo de hospitales de autogestión y la tercerización de muchos de sus servicios; y la liberalización de las modalidades contractuales (Aspiazu, 2016). Así se configuraron las condiciones estructurales de un sistema cuyos efectos se manifiestan en las desigualdades en el acceso a la salud, en la calidad de la atención, en los recursos humanos e insumos y en el financiamiento [2].
Este último punto se vuelve muy importante en el marco de la estructura actual de la actividad dado que, mientras las provincias y municipios tienen la mayor responsabilidad en la gestión de la salud, los recursos con los que cuentan son escasos. Por ello, más presupuesto no siempre se traduce en forma mecánica en mejoras en la cobertura y en el acceso a la salud, sino que es preciso conocer a qué sectores, áreas y actividades se direcciona, esto contando que efectivamente haya aumentos en términos reales del presupuesto, que no es lo que viene ocurriendo [3].
A casi un año y medio del impacto de la pandemia por COVID en el país, presentamos datos estructurales sobre cómo se compone este sector de actividad, centrándonos en la situación de sus trabajadoras y trabajadores. Además, sus relatos en primera persona contribuyen a completar la radiografía de este trabajo, que todos definen como esencial, pero pocos reconocen y tratan como tal.
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Les trabajadores de la salud en cifras
Según datos de la EPH – INDEC del cuarto trimestre de 2020, el sistema de salud emplea alrededor de 1.1 millones de personas en todo el país [4], lo que representa el 5,7% del total de trabajadores ocupados del país. La distribución del empleo por subsectores muestra que la salud privada concentra al 63% de les trabajadores de la actividad. Tomando en cuenta el período 2019-2020, se observa que en cantidad de trabajadores, el empleo del sector salud se incrementó en un 7,8%. El subsector público asalariado creció un 11.4%, mientras que el sector privado lo hizo en un 5%.
Si tenemos en cuenta los datos publicados por el Ministerio de Salud, el crecimiento de camas de terapia durante el mismo período fue de un 35%. Esto hace que el aumento de trabajo previsto, cuadruplique el aumento de personal sanitario incorporado. Esta situación implica una apuesta por una mayor explotación de la misma fuerza de trabajo, con especial perjuicio de aquellos que se incorporan de forma reciente. En palabras de Sofía [5] “el problema mayor que nosotros tenemos es tratar siempre de no distraernos, al momento estamos atendiendo tres pacientes por enfermero y tenemos que mantener eso como máxima demanda de pacientes (...) los enfermeros son personal nuevo, que al ser nuevo, obviamente, si te dicen que tenes que atender cinco pacientes lo vas a hacer, porque está el riesgo de perder el trabajo, o que en tu evaluación de desempeño ellos digan "esta persona no colabora con la institución”.
El 71% del empleo del sector de la salud está compuesto por trabajadoras mujeres, que representan, a su vez, alrededor de un 12% del total de las mujeres ocupadas del país. Esta fuerza de trabajo fuertemente feminizada se expresa en casi todas las ocupaciones de la salud, aunque aumenta significativamente en las ocupaciones técnicas (enfermeras, parteras, etc.), en la gestión administrativa y en los servicios de limpieza y gastronomía. Mientras que los varones se concentran mayormente en ocupaciones profesionales (médicos o farmacéuticos), o en actividades de gerencia (jefes de servicio) [6]. Lo que redunda muchas veces en situaciones de violencia de género y abuso de poder entre los jefes varones y las trabajadoras mujeres. Esto emerge de manera contundente en las entrevistas realizadas: “Nosotras somos todas mujeres, y cualquier error o equivocación nos matan. Cuando a veces se queda un varón de otro turno no le grita tanto como a nosotras”, comenta Andrea.
Las condiciones de trabajo: precarización y alta informalidad
Las transformaciones operadas durante la década del 90 dieron lugar a un aumento de la precariedad laboral en el sector. La presión sobre la demanda en servicios de salud y la ausencia de un incremento tanto en inversión como en empleo, derivaron en fenómenos como el sobre empleo y las jornadas de trabajo extendidas, junto con la precarización de las formas de contratación (Aspiazu, 2016). En informes previos hemos indicado que la informalidad era una condición extendida en el mercado de trabajo en el país. En este caso se evidencia que, contrario a cualquier presunción que pueda asociar linealmente la informalidad a la baja calificación, el trabajo manual o por cuenta propia, la ausencia de empleo registrado afecta a más de un cuarto de les trabajadores del sector donde les profesionales y la alta calificación de los recursos humanos es uno de sus rasgos característicos.
En el Cuadro N°1 puede observarse el elevado peso del empleo no registrado que en total exhibe el sector (27%), incidencia que se incrementa casi diez puntos (35%) en el caso de les trabajadores de establecimientos privados, pero que también tiene presencia en el marco de las contrataciones que realiza el estado (14%).
Al observar el tipo de contratación según género, se desprende lo siguiente: la brecha indica que las mujeres son un 8% más afectadas por tipos de contratación informal que los varones. Pero además, la proporción de trabajadoras informales está por encima del promedio de informalidad del sector (29% es el porcentaje de informalidad de mujeres trabajadoras de la salud, mientras que el promedio del sector se ubica en un 27%). Ambos datos refuerzan la evidencia de las fuertes desigualdades de género que existen al interior del sector salud.
Subproducto de esta degradación de las condiciones de empleo se desprenden otras dos situaciones muy generalizadas en el sector: el pluriempleo y las horas extras. Según un informe de la OIT [7], el 25% de les trabajadores de la salud tienen más de un empleo. En comparación con el promedio de trabajadores que recurren al pluriempleo en el resto de las actividades de la economía, el sector salud posee 10 puntos más que el resto de las actividades [8]. Este escenario se agudiza para algunas actividades particulares dentro del sector, como en el caso de Enfermería donde el salario es más bajo y para poder cubrir las necesidades básicas muchas veces les trabajadores se ven obligados a hacer horas extras.
Estas situaciones aparecen recurrentemente en las entrevistas realizadas. En palabras de Andrea, del Hospital Garrahan, se hace manifiesta la forma extendida de este tipo de prácticas: “Yo tengo a mi mamá también enfermera y trabajaba en 3 hospitales. Los compañeros casi todos trabajan en dos lugares porque el sueldo no alcanza. El Estado estuvo ausente siempre”. Por su parte, en relación a la realización de horas extras, las mismas aparecen directamente asociadas con los bajos salarios percibidos por el sector. Al respecto, Sofía expresa que “la gran mayoría de la gente vive con un sueldo que incluye a las horas extra. Vos tenes una jornada semanal de 35 horas y te la pasas haciendo 50, todas las semanas, y crees que tu trabajo depende de esas 50 horas....pero tu obligación son 35 horas y eso es lo que te tiene que alcanzar para vivir. Pero la mayoría necesita esas 50 para llegar a fin de mes”
Las diferencias de género descritas en las formas de contratación se reiteran también en relación a las horas extras trabajadas, donde en promedio las mujeres del sector realizan 10 puntos más que sus pares varones. Esto como veremos en las entrevistas, opera como vía de complementación de un salario que no alcanza para cubrir las necesidades básicas. Así, nos encontramos con trabajadores (varones y mujeres) que para poder vivir y sostener a sus familias llegan a trabajar hasta 17 horas por día, como explica Sofía, también del Hospital Garrahan: “Son 17 horas de trabajo, en un ambiente que no es saludable, entonces la verdad que no, uno lo hace por necesidad. Uno no elige quedarse, lo hace porque lo necesita, yo creo que la mayoría de las personas que hacemos horas extra es por necesidad.”
Salarios
El incremento en el pluriempleo se explica en parte por el aumento de la proporción de empleos a tiempo parcial, como así también por la caída en las remuneraciones. Aquí abordamos en profundidad este punto.
El promedio salarial del sector para el último trimestre del 2020 se ubicaba en $40.741, con una variación ínfima entre el subsector público y el privado.
Estos valores están lejos de alcanzar lo que un hogar compuesto por 2 adultos y 2 niños requirieron para no ser pobres en el último trimestre del 2020. De hecho, representa solo 49,6% de la canasta básica total calculada por ATE-INDEC. Pero, ¿qué ocurre si miramos la evolución salarial del sector salud de los últimos diez años?
Además del incremento sostenido de los ingresos requeridos para no ser pobre en el país (que pasó de $ 5.021,66 en 2011 a $ 82.085,90 en 2020), el gráfico nos muestra que a casi un año del impacto de la pandemia del COVID, la separación entre los niveles de ingreso del sector salud y la canasta básica total se ensancha significativamente, alcanzando uno de los picos del período. Es decir, mientras la intensidad del trabajo, junto con los riesgos que asumen les trabajadores para hacer frente a la pandemia no dejan de crecer, los niveles salariales no dejan de caer.
En relación a la situación del salario de las trabajadoras sostenes de familia, Sofía cuenta que “Y como yo somos un montón de madres solteras, tenemos que estar obligadas a trabajar porque no llegamos a fin de mes”, en línea con las palabras de Andrea: “La inflación fue subiendo y nosotros nos quedamos abajo, no llegamos a fin de mes. Yo además soy madre soltera.”
La brecha que separa el salario percibido respecto a la canasta básica total, alcanza el punto máximo de los últimos cinco años en el cuarto trimestre del 2020. Transcurrido un año de pandemia y al momento de ingresar en lo que sería la segunda ola, les trabajadores de la salud veían su salario diezmado a la mitad de su capacidad para acceder a cubrir una canasta básica.
En los últimos cinco años, la brecha mínima entre los ingresos y la canasta básica fue del 33% y, si nos vamos diez años para atrás, del 27%. En ningún momento de la última década, les trabajadores de la salud percibieron remuneraciones a la altura de satisfacer sus necesidades mínimas. Esta situación atraviesa los períodos gubernamentales del kirchnerismo, como así también del macrismo y alcanza su punto máximo durante el gobierno actual, en medio de una crisis sanitaria sin precedentes.
“Si la canasta básica es de 90 mil (NdeR: en referencia a la canasta básica actual), nosotros estamos en 50/60, no es aumento lo que pedimos. Es para poder vivir, yo no puedo trabajar en dos lugares. Necesitamos el reconocimiento, cobrar lo que corresponde, un sueldo mínimo. Y espero que seamos escuchados porque es lo que corresponde, porque muchos dieron la vida.”, Andrea, Hospital Garrahan.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando tomamos los ingresos prestando atención a las desigualdades según el género? Tal como se puede observar en el Cuadro N° 4, vemos que el salario de las trabajadoras desciende 7% respecto del promedio, mientras que para sus pares hombres se ubica un 17% por encima del promedio del sector.
Estamos hablando entonces de una brecha salarial significativa: las mujeres trabajadoras del sector salud ganan un 20,5% menos que sus pares varones, en el marco de un salario que, como vimos, es de por sí muy bajo en relación a la canasta básica total.
Finalmente, la segmentación laboral que existe tanto en las condiciones de contratación, como en el acceso a las categorías y ocupaciones y los niveles salariales impacta también en el acceso a derechos laborales. Estamos hablando de menores posibilidades de acceso por parte de las mujeres a las licencias por enfermedad, la cobertura por accidente o enfermedad y obra social, entre otros. A pesar de ser la columna vertebral del sistema de salud, las trabajadoras se encuentran desarrollando su tarea en un contexto de alta vulnerabilidad sanitaria, social y económica.
De la fragmentación sindical...
La profunda fragmentación del sistema de salud tiene su traducción específica en el ámbito sindical. Esto implica que existan diferentes organizaciones sindicales con diversas jerarquías, lo cual se presenta como un obstáculo a la hora de plantear demandas que engloban al conjunto de les trabajadores de la salud.
Hagamos un breve repaso por cuáles son estos gremios para entender mejor la situación actual de los conflictos y diversas luchas que se vienen mostrando en las calles en este año y medio de pandemia.
En el ámbito público tenemos una primera gran división según el carácter de profesionalidad de les trabajadores: existen sindicatos de profesionales de la salud en donde se incluyen médicos y otras especialidades, mientras que todo el sector no profesional está agrupado en el escalafón general de la Administración Pública. Tomando el caso de la provincia de Buenos Aires, por un lado, las enfermeras con calificación auxiliar o técnica son representadas por ATE, UPCN o el Sindicato de Salud Pública (SSP). Por el otro, existe la Asociación de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (CICOP) que reúne a las enfermeras licenciadas junto con médicos y otras especialidades profesionales. Un ejemplo de avance en las reformas de salud pública sobre la base de estas divisiones fue el intento de la regulación del ejercicio de los profesionales de la salud en CABA, que excluye al sector de enfermería, instrumentación quirúrgica y biomágenes como carreras profesionales. El fuerte rechazo de una “marea blanca” en las calles a partir de la coordinación interhospitalaria, superó la quietud de las dirigencias sindicales, enfrentando la normatividad del encuadre como trabajadores administrativos, además del impacto regresivo en sus salarios y la limitación en el derecho a organizarse.
En el ámbito privado, existen las Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSAs) en donde confluyen enfermeras de todas las categorías (auxiliar, técnica y profesional), junto a administrativos, técnicos y auxiliares de otros sectores. Dichas asociaciones están al mismo tiempo englobadas en la FATSA (Federación de Asociaciones de Trabajadores de la Sanidad Argentina), que dirige Héctor Daer, miembro del triunvirato a la cabeza de la CGT.
… a la coordinación y la lucha por su reconocimiento
Tanto en el sector público como el privado, quienes son usualmente invisibilizades a nivel sindical y son una muestra explícita de la precarización laboral son les residentes y concurrentes. Son trabajadores no reconocidos como tales, ya que su relación laboral está mediada por el hecho de ser considerados profesionales de la salud en formación. No obstante las condiciones laborales agravadas por la pandemia y el colapso sanitario, su lucha por la regulación y la denuncia de su “explotación laboral continua” (como elles mismes le llaman), continúa activa. Su actual consigna #SinResidentesNoHayHospitales sintetiza el reclamo por la efectivización de un nuevo reglamento, por la regulación de sus condiciones laborales que actualmente contienen jornadas laborales extenuantes que superan las 80 horas semanales, además de las demandas por cuestiones como el acceso a obra social y las licencias. También denuncian que, bajo la lógica de formación, se esconde la enorme cantidad de tareas asistenciales que realizan como sostén de los centros sanitarios, aún con la falta de personal, insumos y de presupuesto adecuados.
La situación de la conflictividad en enfermería también merece una mención aparte. El enorme desgaste que significó (y significa) estar en la primera línea de la pandemia es una cuestión reconocida a nivel mundial. Según el último informe del Consejo Internacional de Enfermería (CIE), se habla de un “Efecto COVID-19” en este sector que ha provocado un “trauma colectivo en la fuerza laboral de enfermería, desde malas condiciones laborales, falta de EPI [equipos de protección individual], falta de apoyo en materia de salud mental, tasas elevadas de agotamiento hasta miedo de propagar el virus a la familia, así como un incremento en la violencia y discriminación” [9].
En nuestro país, los reclamos emergentes por la respuesta crucial que salieron a dar las enfermeras ante la emergencia sanitaria, se superpusieron con otras demandas históricas del sector que continúan vigentes: desde el reconocimiento de su saber profesional (que tuvo su hito en la “marea blanca”), hasta la declaración de su ocupación como insalubre para lograr la reducción de la jornada laboral a 6 horas, acceder a la jubilación anticipada, así como limitar la cantidad de horas extras. Pero además enfermería, por ser un sector altamente feminizado y por ser un trabajo asociado a las tareas de cuidado que suelen ser laboralmente desvalorizadas y asociadas a la voluntad y la vocación, enfrenta las desventajas relativas al estigma de la “doble feminización” [10].
Al ser minoritaria su ocupación de cargos sindicales dirigentes y a la vez formar parte de sindicatos amplios con otros sectores de trabajadores, sus demandas particulares suelen tener una resonancia desigual y poco abordada al interior de las organizaciones sindicales, dentro del mar de dificultades que afectan a les trabajadores de salud. Entonces, lo que termina prevaleciendo, tanto en la salud pública como en la privada, son las demandas por la urgente recomposición salarial. A pesar de estos obstáculos, la consigna “Nos dicen esenciales, nos tratan como descartables” condensa el cúmulo de reclamos que pusieron las enfermeras y los enfermeros autoconvocados en las calles, en conjunto con el colectivo de les trabajadores de la salud, a lo largo de todo el territorio nacional.
Hace más de un mes que lestrabajadores del Hospital Garrahan están luchando por el 50% de aumento luego de rechazar desde la junta interna de ATE y las direcciones de APyT (Asociación de Profesionales y Técnicos) el 35% firmado por UPCN y SUTECBA con el Consejo de Administración. Sin embargo, al legítimo reclamo por la pérdida de su poder adquisitivo se le suman todo otro pliego de demandas que incluyen el régimen de insalubridad, el pase a planta permanente de contratados y tercerizados, el 20% adicional para el área covid, emergencias y UCE, actualización de asignaciones familiares congeladas desde 2013 y la lista sigue.
También denuncian el régimen de monotributo en los técnicos de anestesia, el manejo de residuos patológicos realizado por las tercerizadas de limpieza con sueldos que apenas llegan a los $ 30.000 o el hecho de que las enfermeras necesiten dos o tres trabajos para llegar a fin de mes. “500 días de pandemia y seguimos descartables”, resuena en cada asamblea desde donde se deciden los planes de lucha. Desde que comenzaron con los paros, la respuesta del director ha sido la amenaza de descuentos salariales y sanciones. Elles se mantienen en gran parte porque les rodea todo un arco de solidaridad: empezando por trabajadores de la salud de otros establecimientos que también están en lucha como en la Clínica San Andrés, residentes y autoconvocades de CABA, autoconvocados de la Matanza, del Posadas y de La Plata. Y siguiendo con los miles de trabajadores y trabajadoras de la salud privada que venían luchando por una recomposición salarial urgente y la dirigencia sindical de Sanidad, acordó con el gobierno un 45% de aumento en cuatro cuotas que no está a la altura ni de su reclamo ni del servicio esencial que prestan.
En la provincia de Mendoza, profesionales de la salud, prestadores y residentes de diversas localidades también están protagonizando medidas de fuerza por tiempo indeterminado con masivas movilizaciones, alegando que son “esenciales para el pueblo, invisibles para Suárez” (el gobernador). Rechazan el ínfimo aumento del 9% decretado por el gobierno, enfrentando también las sanciones por luchar y demandan el reconocimiento de licencias y los derechos postergados de les residentes.
La continuidad de la lucha en defensa de la salud pública tiene su correlato en el ejemplo que dejaron les trabajadores autoconvocades de Neuquén [11]. De un acuerdo del 12 % firmado entre el gobierno y las direcciones sindicales de UPCN y ATE, tras 55 días de lucha, 30 piquetes en toda la provincia que paralizó Vaca Muerta durante 22 días mediante la alianza con las comunidades mapuches y con el pueblo de las localidades petroleras, se llegó a una oferta total del 53 %. Aunque dejaron claro que van por más tanto en salario como condiciones de trabajo y que tienen el apoyo de la población para hacerlo, la Interhospitalaria de les autoconvocades rompió el techo salarial para todes les estatales de Neuquén.
Conclusiones
- Argentina tiene un sistema de salud segmentado, fragmentado y que presta atención desigual a la población.
- El sector de actividad de la salud concentra 1.1 millones de de trabajadores, de las cuales casi 800 mil (70%) son mujeres.
- Del total de mujeres ocupadas en el país, un 12% lo hace en alguna de las ocupaciones del sector salud
- Esta alta feminización de la fuerza de trabajo del sector se profundiza para las ocupaciones técnicas (enfermería, parteras), de limpieza, gastronomía y administrativas. Pero decrece en las ocupaciones profesionales (médicos, farmacéuticos y actividades de gerencia)
- Existe una marcada brecha de género tanto en el acceso a ciertas ocupaciones, como profesionales y jefes, como en el acceso a derechos laborales; lo que redunda en una brecha salarial del 20%
- Una de cada tres trabajadoras de la salud se encuentra bajo formas de contratación no registradas. La informalidad en las mujeres del sector es 2.5% mayor que el promedio del sector y 8% mayor que la de sus pares varones.
- Durante el año de pandemia la cantidad de camas de terapia aumentaron 35%, mientras la cantidad de trabajadores sólo un 7.8%.
- El salario promedio de les trabajadores de la salud, para el último trimestre de 2020 era de $ 40.741. Mientras que la canasta básica medida por les trabajadores de ATE-INDEC se ubicaba en $ 82.085.
- Durante el año de pandemia, esta distancia se profundizó: mientras les trabajadores de la salud estaban en la la primera línea de defensa ante el Covid-19, la brecha entre el salario promedio y la canasta básica se ubicó en uno de los puntos más alto de los últimos diez años (50,5%). El salario promedio del sector, llega a cubrir sólo la mitad de dicha canasta.
- Producto de esta situación surgen dos fenómenos recurrentes: el pluriempleo y la gran cantidad de horas extras realizadas. Un cuarto de los trabajadores de la salud poseen dos o más empleos. En ocupaciones como las de enfermería, este porcentaje se incrementa donde el salario es aún menor. El 35% de los trabajadores del sector realiza horas extras. En el caso de las mujeres, una de cada cuatro trabajadoras realiza horas extras como “complemento” al salario.
- En los hospitales, las salitas y en las calles del país, asambleas y cortes mediante, se vienen rumiando distintos reclamos de les autoconvocades de la salud, que por momentos desbordan a las oscilantes (o directamente cómplices) dirigencias sindicales. Los reclamos van desde el reconocimiento profesional de enfermería junto al pase a planta permanente de contratados y tercerizados, hasta los (ya no tan) nuevos reclamos por el equipamiento de protección personal.
- ¿Esencialmente pobres? La necesidad de una recomposición salarial de la primera línea sobresale por su urgencia, y muestra el cúmulo de años de ajuste en salud. Pero también es la síntesis de la enorme degradación de las condiciones laborales de quienes hoy, pese al agotamiento, se rehúsan a seguir siendo descartables. En Neuquén les autoconvocades de la interhospitalaria lograron romper el techo salarial de los estatales de la provincia con el 53%, mientras a nivel nacional en el sector privado Héctor Daer cerró la paritaria de Sanidad en el 45%. En el hospital Garrahan, luego de más de un mes de paros y medidas de fuerza que continúan activas, se está rechazando la paritaria de hambre que intentó hacer pasar UPCN y exigiendo el 50% de la recomposición de sus salarios.
[1] Gieco y Picón (2014) Lo que (no) importa es la salud, Revista Ideas de Izquierda, num 14
[2] Ballesteros (2011). El sistema sanitario argentino: un análisis a partir de la evolución de los establecimientos de salud desde mediados del siglo XX a la actualidad, MILLCAYAC - Revista Digital de Ciencias Sociales / Vol. IV / N° 6.
[3] Según el Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda, entre 2015 y 2019 durante el gobierno de Mauricio Macri la inversión nacional en el sistema de salud pública cayó un 20.7% en relación a la inflación. En el marco del actual gobierno el panorama no logró revertirse dado que el presupuesto asignado a salud ha seguido perdiendo frente a la inflación, pese a los aumentos nominales.
[4] EPH-Mercado de trabajo, 4to trimestre 2020, comprende al conjunto de asalariades del sector público y privado junto a les cuentapropistas, valores extrapolados al conjunto de la población urbana total
[5] Los nombres de las entrevistadas fueron alterados a fin de preservar sus identidades.
[6] Aspiazu, E. (2016) “Heterogeneidad y desigualdades de género en el sector Salud: entre las estadísticas y las percepciones sobre las condiciones de trabajo, Revista Pilquen. Sección Ciencias Sociales, Vol. 19, Núm. 1
[7] OIT-UNFPA-ONU Mujeres (2021) Covid-19 y la situación de las trabajadoras de la salud en Argentina. https://argentina.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/wcms_754614.pdf
[8] En las ramas de actividades se incluyen a todos los sectores económicos de trabajadores que se desempeñan en unidades productivas y casas particulares, del sector público y/o privado. Entre ellas, el sector salud se ubica en el tercer puesto de los mayores niveles de pluriempleo en un 24%, luego de las trabajadoras de casas particulares (35%) y enseñanza (32%). Los datos salen de la II Encuesta Nacional a Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad, de 2018. Disponible en https://www.trabajo.gob.ar/downloads/estadisticas/ecetss/ecetss_informe.pdf
[9] 74° Asamblea Mundial de Salud, Informe del Consejo Internacional de Enfermeras. “Acción e impacto de la enfermería en la elaboración de políticas sanitarias mundiales”, julio 2021
[10] Aspiazu, E. (2017). Las condiciones laborales de las y los enfermeros en Argentina: entre la profesionalización y la precariedad del cuidado en la salud, Trabajo y Sociedad num 28, pp. 11-35
[11] Sobre la experiencia de Neuquén, ver entrevista a Marco, Silvia y Beti en este mismo informe.