Presentamos el segundo volumen de la colección Ecología y Marxismo de Ediciones IPS. En el tiempo transcurrido desde la publicación del primero –La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza, de John Bellamy Foster–, en la estela de la pandemia de Covid-19, las manifestaciones de la crisis climática a nivel global no han hecho más que agudizarse. Innumerables olas de calor azotan América del Sur, mientras la sequía avanza sobre paisajes inimaginablemente desérticos, el agua escasea y la energía se convierte en un bien inaccesible para gran parte de las poblaciones. Los informes del Panel Climático Intergubernamental de la ONU (IPCC) [1] reparten en partes iguales alarmas cada vez más urgentes y la naturalización cínica del capitalismo verde como única salida. Una vía muerta expresada en su planteo de coordinación global mientras la guerra en Ucrania y sus consecuencias geopolíticas no hacen más que acentuar las disputas interestatales. Al mismo tiempo, el avance extractivista, reverso de la crisis en países dependientes y atrasados, exacerba sus consecuencias sociales y ambientales. Al ritmo de este compás desenfrenado, la necesidad de contar con herramientas para develar sus causas y elaborar respuestas programáticas y estratégicas anticapitalistas también se profundiza.
Con el objetivo de ampliar el debate, de seguir recuperando las bases del pensamiento ecológico del marxismo y ponerlas a disposición de las nuevas generaciones de luchadoras y luchadores obreros y ambientalistas, para recrearlas e innovarlas en este nuevo escenario, es que continuamos la colección publicando el presente libro de Kohei Saito.
Sobre el autor
Kohei Saito (Tokio, 1987) se desempeña actualmente como profesor asociado en la Universidad de Tokio. Estudió en la Universidad Wesleyana de Connecticut y en la Universidad Libre de Berlín, y recibió su doctorado en filosofía en 2014 en la Universidad Humboldt de la misma ciudad, justamente con una tesis titulada Natur gegen Kapital: Marx’ Ökologie in seiner unvollendeten Kritik des Kapitalismus [2], posteriormente traducida al inglés como Karl Marx’s Ecosocialism. Capitalism, Nature, And The Unfinished Critique Of Political Economy [3]. La naturaleza contra el capital. El ecosocialismo de Karl Marx es la traducción al castellano de este libro, cuya publicación en inglés tuvo un importante impacto, siendo distinguido en 2018 con el premio Deutscher Memorial –un premio a la investigación marxista– y fue traducido a más de seis idiomas.
Su segundo libro, publicado en Japón en 2020 con el título 人新世の「 資本論, Hitoshinsei no Shihonron [4]. [El Capital en la era del antropoceno] vendió más de medio millón de copias en ese país y tuvo una gran repercusión, siendo traducido inmediatamente al castellano [5]. Más recientemente, publicó Marx in the Anthropocene. Towards the Idea of Degrowth Communism [6] [Marx en el antropoceno. Hacia la idea de un comunismo decrecionista].
La naturaleza contra el capital
Como señala su autor, el libro apunta a “efectuar una reconstrucción más sistemática y completa de la crítica ecológica planteada por Marx contra el capitalismo, con el objeto de refutar los persistentes malentendidos acerca de su ecología, así como también demostrar su gran importancia teórica” [7]. Continúa así la indagación abierta por John Bellamy Foster en La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza (Ediciones IPS, 2022), contribuyendo a despejar ciertos prejuicios infundados sobre el autor de El capital. Algunos de esos prejuicios son su supuesto prometeísmo industrial-tecnológico, la falta de sistematicidad ecológica en su obra [8] o un pretendido antropocentrismo. Se trata, dice el autor –y lo fundamentará en esta obra–, de proyecciones retrospectivas impuestas a la fuerza en el materialismo de Marx.
Un eje argumental central del libro será entonces revelar el carácter sistemático e inmanente de la ecología de Marx. En este sentido, Saito demuestra que hay una clara continuidad entre la visión ecológica de Marx y su crítica a la economía política, que se remonta a 1844, a sus Manuscritos económicos y filosóficos, relación que continúa, en un grado de mayor elaboración y concreción, con la construcción del concepto de metabolismo por parte de Marx. Esta noción será rastreada en los Cuadernos de Londres, los Grundrisse y El capital, de modo de articular una interpretación sistemática de la mirada ecológica de Marx. La lectura constante de los manuscritos inéditos del fundador del materialismo histórico, de los cuales Saito es coeditor dentro del proyecto Marx-Engels-Gesamtausgabe 2 [Obras completas de Marx y Engels] (MEGA) –en particular sus cuadernos de anotaciones científicas– son incorporados en esta interpretación de conjunto del corpus marxista y constituyen una novedad y aporte central del libro.
En este recorrido, el autor encara una indagación más a fondo respecto a la apropiación crítica que hace Marx sobre la obra del químico Justus von Liebig, pero también incorpora las reflexiones tardías de Marx alrededor del trabajo del botánico y agrónomo alemán Carl Fraas referidas al papel del clima, que las y los lectores encontrarán particularmente significativas a la luz de la crisis climática actual. De conjunto, la elaboración que aquí presentamos permite trazar un cuadro mucho más profundo de la reflexión ecológica del propio Marx y avanzar en la comprensión sobre cómo el capitalismo constituye una deformación histórica de la relación entre los humanos y la naturaleza, basada en la alienación de esta última, a lo que contrapone un horizonte revolucionario, al decir de Saito, “ecosocialista”. En “su intento por someter a la naturaleza –señala siguiendo a Marx–, el capital no puede sino destruir en una escala cada vez mayor las condiciones materiales fundamentales que permiten el libre desarrollo humano” [9].
Al mismo tiempo, otro eje de esta reconstrucción girará alrededor de la teoría de la reificación, tal como fue desarrollada en El capital, con el objetivo de resaltar la interrelación entre las formas económicas y el mundo material concreto, a partir de lecturas sugerentes y no exentas de polémicas. La apuesta vale la pena: si “se concibe en forma correcta el rol de la ‘materia’ en su relación con las ‘formas’ económicas, la ecología de Marx se vuelve no solo un componente inmanente de su sistema, sino también una base metodológica útil para analizar la actual crisis ecológica global”, afirma el autor [10]. En otras palabras, nos permite avanzar en la comprensión de cómo la lógica del capital tiene efectos profundos sobre la naturaleza y genera todo tipo de reacciones y disrupciones. Desde este punto de vista, su lectura también resalta el lugar de las crisis ecológicas en el proyecto de El capital, apoyándose en los manuscritos: según Saito, “Marx habría puesto más énfasis en ellas en tanto contradicción central del modo de producción capitalista, si hubiera podido completar los tomos II y III”. Finalmente, el autor desarrolla cómo la noción de fractura metabólica permite comprender las causas y consecuencias del “imperialismo ecológico”.
En los últimos años, junto con una persistente y aguda crítica de las ilusiones en salidas reformistas al capitalismo frente a la crisis climática, Saito ha continuado desarrollando ciertas posiciones que se encuentran apenas esbozadas en este libro pero que ya generaron polémicas, como la afirmación de que habría en Marx una “ruptura epistemológica” al final de su obra (lo que parece contradecir en parte que su preocupación por estos aspectos haya sido constante), así como la atribución a Marx de un planteo a favor de un “comunismo decrecentista” como salida, a partir de su interés por sociedades precapitalistas como la comuna rusa o el Mark alemán [11]. Aunque tendríamos objeciones que hacer a estas nuevas definiciones, estos u otros posibles debates abiertos son temas a profundizar y no impiden que consideremos de conjunto a la obra de Saito un aporte importante al objetivo común y necesario de recrear el pensamiento ecológico marxista como parte de una perspectiva revolucionaria.
En esta destrucción irracional del ambiente, y en la concomitante experiencia de alienación creada por el capital –plantea Saito–, Marx encontró una oportunidad para construir una nueva subjetividad revolucionaria que conscientemente exija una transformación radical del modo de producción, con miras a un desarrollo humano libre y sostenible. En este sentido, la ecología de Marx no es determinista ni apocalíptica. Más bien, su teoría del metabolismo subraya la importancia estratégica de poner coto al poder reificado del capital y transformar la relación entre los humanos y la naturaleza para asegurar un metabolismo social más sostenible. Aquí se encuentra el punto nodal entre el proyecto “rojo” y el “verde” del siglo xxi, al que la teoría marxista todavía tiene mucho que aportar [12].
Recuperar y recrear la perspectiva marxista en ecología como tarea estratégica
La destrucción de las condiciones materiales fundamentales para la vida en la Tierra operada por el modo de producción capitalista alcanza, efectivamente, niveles de crisis civilizatoria en pleno siglo XXI, con un calentamiento global [13] que ya está generando catástrofes y efectos sociopolíticos inevitables, de los que las grandes potencias y corporaciones capitalistas no son solo los máximos responsables: también son plenamente conscientes. Las salidas que proponen, centradas en el consumo, de la mano del mercado o incluso de una reforma del capital del tipo Green New Deal (o “pactos ecosociales” sucedáneos en estas latitudes), se chocan, tal como señaló Marx, con aquellos intereses, gobiernos y Estados que los garantizan. Nunca ha sido más urgente que ahora, en palabras del marxista Walter Benjamin, “activar el freno de emergencia” contra el capitalismo para enfrentar las consecuencias de la crisis climática que afecta a las mayorías trabajadoras del mundo, al mismo tiempo que luchamos por destruir sus causas. Como levanta en sus consignas el movimiento ambientalista en todo el mundo, “No hay planeta B”.
Frente a ello, y contra toda visión catastrofista que lleva al escepticismo, tenemos que prepararnos junto a la clase trabajadora, la juventud, las mujeres y los sectores populares en todo el mundo. La degradación ambiental –junto a las crisis económicas y el agravamiento de las penurias sociales de las masas– interpela a considerar cada vez más la lucha de clases y la rebelión de las y los explotados por la supervivencia. En ese marco, se abren debates y peleas estratégicas para enfrentar no solo la posibilidad de que se ensayen salidas reaccionarias, sino también a las diferentes formulaciones estratégicas que plantean superar la crisis sin cuestionar al propio capitalismo.
En este marco, las peleas ambientales se multiplican a lo largo del globo con las heroicas resistencias de los pueblos que pelean por el agua o contra megaproyectos extractivistas. El movimiento ambientalista que había recorrido la segunda mitad del siglo xx resurgió con fuerza a nivel mundial en 2018 entre la juventud. Y si en décadas pasadas hemos visto un ambientalismo muy adaptado al neoliberalismo –separado del movimiento obrero, hegemonizado por distintas ONG enfocadas en acciones simbólicas o en campañas propagandísticas sobre la responsabilidad individual, sin un centro en la lucha de clases–, en la actualidad, las experiencias de confluencia con las batallas de los trabajadores y trabajadoras, aunque son incipientes, están presentes. A su vez, la clase obrera, más numerosa que nunca, pero también más precarizada e incluso arrastrando una crisis de subjetividad histórica, ideológica y política, libra importantes batallas. Mientras tanto, los sindicatos burocratizados desatienden las demandas ambientales fundamentales –en especial las referidas a la contaminación, la salud o la vivienda– que afectan a los sectores más populares de la clase obrera, separando estratégicamente los reclamos ambientales de quienes padecen sus consecuencias. Sin embargo, son aquellos lugares donde esta escisión empieza a remediarse los que brindan horizontes que permiten recrear una perspectiva estratégica para vencer los intereses capitalistas en juego.
La unidad entre trabajadores y ambientalistas en la refinería de la ciudad de Grandpuits en Normandía, Francia, de la empresa Total SA [14], la más grande de ese país, ha sido un ejemplo en este sentido. También lo es la experiencia de las y los trabajadores de MadyGraf [15] en la localidad de Garín de Buenos Aires, que reorganizaron su producción bajo criterios ecológicos y levantan reclamos organizándose junto a sectores ambientalistas en Argentina. Son ejemplos puntuales, pero que allanan el camino para recrear el imaginario de unidad entre ambientalistas y trabajadores.
Basta pensar que los reclamos como la salud son para la inmensa mayoría de la población demandas que involucran aspectos no solo locales, como pueden ser la seguridad en los lugares de trabajo o el acceso a la atención, sino también a los sistemas de producción y a las relaciones de humanos y humanas con otras especies y con los ambientes naturales, para ver la necesidad de esta unidad. Otro tanto sucede si se considera la potencialidad de esta alianza para resolver cuestiones clave como son la transición y la reconversión energéticas “justas” –justas, para que sus costos no recaigan en el empeoramiento de las condiciones de trabajo; justas, porque tienen que ir creando nuevos empleos con plenos derechos–, para lo cual el control desde abajo, desde la producción es vital. El desarrollo y la planificación del transporte público, la planificación urbana, o el acceso a viviendas dignas son demandas que también nos plantean la necesidad de esa unidad. La clase obrera, sin perder de vista toda su heterogeneidad –de nacionalidades, de género, etc.–, cuenta con la fuerza social capaz de llevar adelante una alianza obrera, popular y juvenil para terminar con las tendencias destructivas más inmediatas del capitalismo, acabar con la doble alienación del trabajo y de la naturaleza que impone este sistema, avanzando hacia una planificación realmente democrática y racional de la economía que recomponga y regule el metabolismo social entre la humanidad y la naturaleza; reorganice la producción social respetando los ciclos naturales, sin agotar nuestros bienes comunes naturales, terminando al mismo tiempo con la pobreza, las desigualdades sociales y las distintas formas de opresión que promueve este sistema. En otras palabras, la clase obrera tiene la fuerza para pelear por el comunismo.
La crisis climática y ecológica es una de las manifestaciones de un capitalismo que reactualiza a cada paso la definición de crisis, guerras y revoluciones señalada por Lenin, llevando a la humanidad y al planeta a la barbarie y la destrucción. En este sentido, es también la fuente de la necesidad de una perspectiva anclada en el método y la estrategia permanentistas de León Trotsky. Como señala Matías Maiello, el capitalismo es incapaz de ofrecer un horizonte deseable hacia el futuro, los intentos de reformarlo a partir de programas limitados a rentas universales, economías populares, planes para la transición energética y ecológica en los marcos del capitalismo o de alcanzar el socialismo por medio de acelerar la evolución tecnológica, aparecen como vías de acomodación a la realidad de un capitalismo cada vez más contradictorio con la existencia de las grandes mayorías y la naturaleza [16]. Se trata, en cambio, de
… recuperar un horizonte revolucionario, internacionalista y socialista para activar aquel freno de emergencia del que hablara Benjamin […]. Romper con el conformismo que naturaliza que la mitad de la población mundial esté condenada, en el mejor de los casos, a la mera supervivencia mientras que algunos milmillonarios concentran las grandes riquezas de la sociedad; que naturaliza el militarismo como el que vuelve a poner en el centro la guerra en Ucrania y las crisis que golpean periódicamente a la clase trabajadora cada vez con mayor fuerza, así como el fatalismo de ver a nuestro planeta destruirse en el altar de la ganancia capitalista [17].
Se impone la tarea, entonces, de construir dentro del movimiento ambiental una perspectiva estratégica socialista que ligue sus luchas a las de clase obrera, y la dote de un programa que incorpore las demandas ambientales como parte de su programa transicional hacia el socialismo: dos momentos inseparables de un mismo movimiento que hoy se presenta como una necesidad cada vez más dramática.
Esta articulación política, hegemónica, permitiría superar los tiempos discordantes de las diferentes crisis capitalistas y las luchas. Constituye, como tal, una tarea estratégica central para un partido revolucionario que apuesta a que la clase trabajadora erigida en sujeto revolucionario pueda organizar la sociedad para evitar las catástrofes y construir un futuro comunista [18]. La publicación de este volumen y de la colección es parte de esa perspectiva.
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