En este espacio, queremos homenajear a todas aquellas películas de contenido lgbt o queer, que forman parte de nuestra memoria de lucha y resistencia contra la opresión del Estado, el Patriarcado y la Iglesia.
Martes 6 de septiembre de 2016
A pesar de la hegemonía de la industria cinematográfica de Hollywood en el cine lgbt o queer en los últimos veinte años, con sus producciones comerciales, banales, alienantes, estereotipadas; a pesar de las repetidas historias de amor de guapos y musculosos marines norteamericanos, o de las “sagas” cuasi pornográficas legitimadoras del ideal posmoderno de la eterna-juventud; en fin a pesar de toda la basura ideológica emergente de las cloacas culturales del imperialismo decadente; es que queremos reivindicar en este espacio, a todas aquellas películas de contenido lgbt o queer, donde la estética del amor no es la de jóvenes fisicoculturistas, o donde queda muy claro la brecha que separa la sensualidad y el erotismo de la burda pornografía mecanicista; verdaderas narrativas de la represión a la libertad sexual pero también de la opresión de clase y la persecución del fascismo.
NARRATIVAS DE LA REPRESIÓN
BENT
Película británica de 1997, basada en la obra de teatro homónima de Martin Sherman (ganador del premio Pulitzer), dirigida por el cineasta Sean Mathias, galardonada en Cannes, y protagonizada por los laureados actores ingleses Clive Owen e Ian McKellen, el cantante Mike Jagger, y por el actor canadiense Lothaire Bluteau, ha sido considerada por la crítica como “un puñetazo en las tripas y un beso en los labios”.
Escenas como la del brutal asesinato de Rudy (novio de Max), a manos de los matones de la Gestapo en el tren rumbo al campo de concentración. O la escena en el mismo tren, en que Max es obligado a mantener relaciones sexuales con una adolescente judía ya muerta, como forma de comprobar ante los oficiales nazis su heterosexualidad, son algunas de las pinceladas más fuertes y terribles de toda la película.
Sin embargo, es en medio de la esterilidad absoluta del campo de concentración de Dachau, donde nace el amor de los dos personajes principales, Max y Horst, interpretados por Clive Owen y Lothaire Bluteau respectivamente. Una de las escenas más hermosas de la película, es cuándo los personajes bajo permanente vigilancia de los guardias de la SS, siendo reprimidos y prohibidos de tocarse, besarse o amarse; deciden hacer el amor, de la única manera posible que les queda: sin contacto físico ninguno, tan sólo con la mirada y la palabra, sus únicas armas de resistencia erótica, como formas de expresar el deseo y la excitación sexual.
En síntesis, una película desgarradora que nos interpela sobre el histórico martirologio de los homosexuales bajo las garras del nazismo, matizada necesariamente por el amor, como única arma de resistencia ante tanta absurdidad represiva y reaccionaria.
FRESA Y CHOCOLATE
Coproducción cubana-española-mexicana del año 1994, dirigida por los cineastas Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabio, laureada en diversos festivales latinoamericanos, y protagonizada por Jorge Perugorría, Vladimir Cruz y Mirtha Ibarra, “Fresa y chocolate” es uno de los clásicos del cine lgbt de América Latina.
Frases como: “lo que pasa chico, es que la revolución no entra por el culo”, en boca de Miguel, un joven stalinista del PC cubano interpretado por el actor Francisco Gattorno, además de ser muy conocidas, son muy reveladoras a la hora de entender la persecución política a los homosexuales, por parte del Estado obrero deformado en Cuba.
Con un excelente trabajo actoral de Jorge Perugorría, interpretando a Diego, un homosexual culto, refinado y afeminado, la película transita las peripecias de la relación personal de Diego con David (interpretado por Vladimir Cruz) y todos los prejuicios que el último tiene que derribar para aceptar y querer como a un amigo a Diego.
Escenas como la de la discusión entre ambos, acerca de si en “la revolución los maricones también podrán ser felices”, en la que Diego indignado reivindica su orientación sexual a la misma vez que su antiimperialismo, increpando en David a todo un régimen represor de la libertad sexual, constituye uno de los diálogos más ricos de la película.
Sin embargo, es ésta una película del amor y la amistad, de la relación establecida entre un joven militante comunista que poco a poco se va despojando de todos sus prejuicios y preconceptos con respecto a la homosexualidad y la literatura en lengua inglesa, con un homosexual literato y religioso, vigilado y reprimido por el régimen de la burocracia cubana. Quizás ese último abrazo apretado entre ambos, resume el espíritu de toda la película, a saber el viaje de los dos personajes hacia el encuentro y la amistad, a pesar del stalinismo.