Publicamos en dos partes una interesante entrevista con el diputado de la CUP-CC en el Parlament de Catalunya, Vidal Aragonés. En esta primera parte abordamos su lectura de la crisis del Régimen del 78, su balance y autocrítica sobre el “otoño catalán” y su hipótesis para el resurgimiento del movimiento democrático catalán en el nuevo marco.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Jueves 4 de abril de 2019
Izquierda Diario entra en el Parlament. Es viernes, hay poca actividad, aunque la semana ha vuelto a estar cargada políticamente. Testimonios de guardias civiles en el Supremo han seguido alimentando un relato apocalíptico del 1-O. PP, Cs y Vox siguen con su guerra a ver quien está más a la derecha. El PSOE y Podemos siguen alentando a la participación y asumir que solo el mal menor puede frenar la derecha. El independentismo ha vivido otra semana de guerra al amarillo, la dirección procesista parece limitada a esta guerra de símbolos. En todo este contexto ¿Qué piensa la CUP?
Nos reunimos con Vidal Aragonés, diputado de la CUP-CC en el Parlament de Catalunya desde las elecciones 21D de 2017. Nació en 1978, igual que el Régimen contra el que combate, en Cornellá de Llobregat, uno de los bastiones del cinturón rojo del área metropolitana del Barcelonés. Desde los 90 ha sido parte de diferentes movimientos sociales. Es profesor de Derecho en la UAB y un destacado abogado laboralista del Colectivo Ronda.
El Régimen del 78 continúa en una gran crisis que no cierra y se fortalecen las tendencias a darle una salida reaccionaria, de las que el auge de VOX es sólo su máxima expresión ¿Qué lectura hacéis de este momento?
Es cierto que el Régimen del 78 continúa muy debilitado pero esto no se corresponde inmediatamente con si el aparato estatal está débil o fuerte. Hay un proceso de recentralización, con el principal punto de tensión en Catalunya, en Esukal Herria, el resto de los Països Catalans i Galiza la situación es diferente. Catalunya es hoy una comunidad autónoma con una capacidad de autogobierno inferior a otras. No porque legislativamente sea así, sino por la intervención represiva. También hay un proceso, anterior al 2017, de aumento de la represión general, del que el paradigma es la Ley Mordaza.
En el terreno social hay dos grandes hitos de retroceso. La modificación del artículo 135 de la Constitución, que responde a la Troika y pone el pago de la deuda en el centro de toda política económica. No hay pues, dentro del Régimen, posibilidad de políticas sociales transformadoras. Por el otro las contrarreformas laborales y de pensiones. Las del PP, y también las del PSOE, que reformó las pensiones en 2011 con el apoyo de la burocracia sindical. Todo siempre con el acuerdo de la derecha catalana.
Ahora el Régimen abre otra brecha que cambia la centralidad de la discusión política incorporando a VOX. Es una reacción contra el feminismo, contra la clase trabajadora migrada y contra el proceso nacional catalán. Tres ejes que el PP y Cs, y en la cuestión catalana por momentos también el PSOE, habían radicalizado en su discurso. Vox viene de sectores del PP, no olvidemos que en las europeas del 2014 Vox se presentó gracias a los avales de concejales de este partido.
Todo esto le ha hecho emerger, e incluso puede ser que hasta descontrolado en el terreno electoral, pero esto no es un problema para el Régimen. Si PP y Cs no suman mayoría absoluta no les preocupa. Lo que les preocupa es la estabilidad del Régimen y esto pasa porque haya un gobierno formado por fuerzas del Régimen, lo que incluye desde el PSOE hasta Vox.
Nosotros no nos atrevemos a decir que sean fascismo, eso tiene otro contexto histórico. Es una extrema derecha clásica desgajada de la derecha extrema que era el PP, y ya veremos que acaba siendo en un futuro. Hasta ahora no ha tenido una conexión directa con la clase trabajadora, pero eso no significa que eso pueda darse.
En ese marco general ¿Cómo encajáis lo que está pasando en el Supremo? ¿Qué es lo que se está desarrollando en el Alto Tribunal?
Es la respuesta del Régimen a la lucha por el derecho de autodeterminación. El pueblo catalán hizo un referéndum que se planteaba como imposible, y que fue el mayor intento de ruptura de los últimos 40 años. No hay nada comparable, ni siquiera expresiones de clase como las huelgas generales, ni cuantitativa ni cualitativamente. Se estaba poniendo sobre la mesa acabar con el Régimen del 78, por medio de una forma, la república catalana, que ya veríamos qué correlación de clases expresaría. Y hacerlo con la participación democrática de las clases populares que hicieron posible el 1-O.
La respuesta es un juicio político contra ANC, Omnium y los representantes políticos, desde los de la antigua Convergencia, a ERC y la CUP. Se busca criminalizar y reprimir, por lo tanto las penas van a ser importantes. El juicio es una mera ficción. Los que venimos del campo del derecho y hemos estado en algunas de las sesiones vemos que solo busca dar forma de juicio a lo que ya está preparado, que son condenas importantes. Puede tener problemas importantes sobre algunos temas formales para que Estrasburgo no les “tire de las orejas”, pero no les preocupa porque para cuando llegue su resolución se habrán cumplido penas de 6 u 8 años.
De lo anecdótico se pretende generalizar y hablar de una actuación violenta del pueblo de Catalunya que nunca existió. No tiene sentido ni la rebelión ni la malversación. Hasta el ministro del PP dijo que se tenía controlado hasta el último céntimo. Y sobre la rebelión no hay ni “alzamiento tumultuario”, ni agresiones a los agentes… además de que los referéndum ilegales salieron del Código Penal. Puede haber otros elementos, bajo su propio marco jurídico, como una desobediencia por hacer lo que la norma no permite, pero nunca rebelión.
Estamos ante un aparato del Estado que viene del Franquismo y unas penas que ya están construidas a las que solo les falta poner el número concreto de años de prisión.
Volviendo al otoño catalán ¿Qué balance hacéis desde la CUP? ¿Qué salió mal? Me refiero al procés en general, sus direcciones -con las que venís sosteniendo una crítica más abierta- y cual es vuestra reflexión y autocrítica, si la hay, a la política misma de la CUP.
Nosotros siempre queremos destacar en primer lugar lo que salió bien. Pero también tengo que decirte que, antes del 1-O, entre nosotros mismos había más que dudas razonables sobre si el referéndum se iba a hacer o no. Creo que tenemos que hacer una revisión crítica de eso, porque no siempre hay que construir política en relación a lo que crees que va a pasar, sino en relación a tus objetivos.
Los centenares de actos que hizo la CUP antes del 1-O, la preparación de éste, no solo por la CUP sino por todas las fuerzas y los dos grandes movimientos sociales independentistas, el surgimiento de los CDR… es un gran tesoro para poner en valor. La huelga general del 3 de octubre abrió una posibilidad de disputa del territorio y del poder real, no del formal, al Estado español. Ese fue el momento, esas 72 horas que van del 1-O, cuando se resiste la represión y se hace el referéndum, al 3-O, donde se hace una huelga general sin precedentes. Ni en los años 30 ni en las posteriores a la Transición hubo tanta participación. Era una huelga socio-política con una expresión clara de clase, porque quien paró el país fue la clase trabajadora.
¿Qué falló? Seguramente que no había una preparación de cómo dar cumplimiento al mandato del resultado del 1-O. Eso no estaba preparado ni por el gobierno, ni por ANC y Òmnium y tampoco por la CUP. Es algo que ha asumido el conjunto del independentismo, pero que lo asumamos no significa que no debamos hacer crítica. El elemento de autocrítica es que la CUP, más allá de las dudas que pudiera haber sobre si se realizaría o no el referéndum no habíamos discutido tampoco qué hacer después del 1-O.
La CUP ha iniciado, y aún no ha resuelto, un proceso de autocrítica y reflexión sobre qué falló, qué no se preparó. Seguramente nuestro gran error fue no haber tenido la capacidad de presentarnos con una alternativa política, a partir del 3-O, al independentismo mayoritario.
Hay también cuestiones objetivas, no solo subjetivas, como que el 3-O la militancia de la CUP llega agotada política, física y humanamente del ciclo de movilizaciones que inicia con el 2015 y después de haberlo dado todo para el referéndum. Leído también desde la realidad de que la mayoría es una militancia joven, no solo en edad sino en cuanto a movimiento político, no viene de décadas y décadas de luchas, salvo una parte que viene de la izquierda independentista.
Ahora la discusión es ver qué programa político, qué consignas, qué organización… tendríamos que haber puesto encima de la mesa para poder hacer efectivo el mandato del 1-O.
Todo esto se cruza con otra discusión sobre si ese era el momento, si teníamos correlación de fuerzas suficiente para avanzar o si por el contrario, la correlación era tan justa, que el haber avanzado hubiese generado un ejercicio de frustración e incluso de quebramiento político. Estamos en un proceso de debate, que no se ha cerrado, y es importante resolverlo porque en esta discusión encontraremos respuesta a las necesidades de una nueva realidad.
Sobre esto último que dices ¿Hay alguna hipótesis, o varias, sobre como retomar esa lucha por el derecho a la autodeterminación en el nuevo marco post 2017?
Sí, aunque aún no hemos cerrado la discusión del qué faltó, se ha avanzado más sobre qué hacer en la actual etapa.
En primer lugar hacemos una denuncia de lo que significa el Parlament de Catalunya, que es una institución vacía de soberanía en lo social y en lo nacional. También una crítica contundente al independentismo mayoritario de JxCat y ERC, que ha asumido la represión y la intervención del Estado. No ha habido ni un solo hecho de desobediencia en estos dos niveles. Un ejercicio de desobediencia política que a la vez significaría obediencia a un mandato de ruptura. No hablamos ni tan siquiera de hacer efectiva hoy la república, sino de no asumir la constante intervención del Estado español y de avanzar en mandatos concretos, que es por lo que los diputados y diputadas independentistas están en este Parlament.
Creemos que no es justo situar en el mismo plano a la CUP que a JxCat o ERC. No estamos teniendo el mismo comportamiento político. Otra cosa es que hasta el actual momento hemos intentado llevarlos a sus contradicciones. Pero en el actual momento creemos que ya no es posible.
Por eso lo que ponemos encima de la mesa es que la construcción de la república no pasa por las instituciones, pasa por el movimiento popular. Por reforzar aquello que ha sido la centralidad del proyecto de la CUP: la construcción de la unidad popular. Tanto en clave social, como ahora también la hoja de ruta para la construcción de la república catalana.
¿Dónde construyen las clases populares soberanías? En las luchas. Ese debe ser nuestro marco de intervención política. Esto significa poner en relación el problema de la vivienda a una resolución política. Debemos estar en las PAHs, en los sindicatos de inquilinos… poner a su disposición militancia y altavoz político. También en la reconquista de la sanidad pública y la educación pública. Y por supuesto en el mundo del trabajo, si tenemos una debilidad es la intervención en la clase. Es un paradigma falso que la clase trabajadora no ha participado en el movimiento de emancipación nacional, pero es cierto que no lo hace en su totalidad. Y hay por lo tanto terreno que recorrer.
La batalla electoral es muy secundaria en el actual momento. Le damos una cierta importancia a lo que se denomina municipalismo, que no es localismo, sino buscar altavoces potentes que te conecten con tus vecinas y vecinos, asociaciones de padres y madres… Conectar con el día a día de la mayoría de la sociedad. Algo que en el Parlament de Catalunya es muy pequeño si lo comparamos con los 400 o 500 regidores y regidoras que podemos llegar a tener después de mayo.
Además queremos construir una nueva institucionalidad. Haciendo llamamientos a nivel de base y de barrios, a que las estructuras independentistas -como ANC, Omnium o los CDR- se puedan encontrar para construir nuevas instituciones a nivel local. Que se discuta que hacer y que trasladar a la institucionalidad oficial para que un posible nuevo escenario como el del 2017 no sea fallido.
Ahí defendemos tres ejes: las infraestructuras principales tienen que ser públicas, como los puertos o aeropuertos; el control del territorio, mediante comités locales o de defensa, que sean legales, y que dejen sin efecto la actuación de las fuerzas represivas, tengan el color que tengan; y un programa político que de una alternativa a la clase trabajadora, en el que por ejemplo se ponga fin al modelo privatizado de la sanidad en manos de multinacionales o de un sector de la burguesía catalana.
Hace mucho tiempo un programa que hablara de nacionalizaciones no se podía ni plantear. Pero ahora hay hasta un sector del independentismo que no venía de una tradición progresista que puede llegar a verlo ¿Por qué? porque han visto el rol que han jugado las grandes empresas, las eléctricas… que se iban y boicoteaban la república catalana. Es algo tan sencillo como que mucho de lo que antes era público lo vuelva a ser, como por ejemplo Telefónica. Pero además replanteando como se gestionan, hacer un nuevo modelo de empresa pública. Debe haber elementos de cogestión entre la administración y los trabajadores, pero también con la participación de la sociedad civil.
Puedes leer aquí la segunda parte de la entrevista:“El mal menor contra Vox es un “engañabobos”
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.