Miente, miente, que algo quedará
El libro que publicó Javier Milei “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica”, publicado por la Editorial Planeta y que presentó en el Luna Park, es una recopilación de charlas, textos viejos, el mismo texto en inglés y discursos que repiten los mismos argumentos.
Más allá de que no plantea nada novedoso respecto a su discurso tradicional, lo sorprendente es que repite los mismos argumentos en algunos casos hasta 6 veces en el mismo párrafo. Los puntos centrales que discute, además de carecer de fundamentos, parecen de ciencia ficción. La introducción de 90 páginas tiene 4 discursos, de los cuales 3 son casi iguales y 1 es el que da en la apertura de las sesiones legislativas donde se presenta como un héroe que, entre muchas cosas, supuestamente frenó un 3.700%, 7.500% y 17.000% de inflación anual, a la vez.
Los otros tres discursos repiten una idea similar: ofrecen una explicación macroeconómica simplista que alaba las virtudes del capitalismo. Argumenta que la concentración económica ha beneficiado al crecimiento económico, utilizando datos ficticios del año 0 al 1800 para sostener sus puntos de vista y defender los monopolios. A partir de este punto, se intenta demostrar que las fallas de mercado son errores conceptuales asociados con la intervención estatal. Milei enfatiza en que los economistas neoclásicos (la trampa a la que hace referencia) emplean estos argumentos para justificar las intervenciones estatales y esto los dejaría en el bando socialista. Según Milei, el socialismo como socialización de los medios de producción ya no existe, y en la actualidad el nuevo tipo de socialismo es a través de la intervención del Estado. Entonces la única alternativa que nos ofrece para evitar este nuevo tipo de socialismo es el anarcocapitalismo, que sería algo así como un Estado que sólo intervenga en el ámbito de la seguridad (para defender el régimen) y la justicia (para garantizar la propiedad privada).
En la sección I tiene dos textos muy similares con la misma idea de la introducción: habla de "la trampa neoclásica", le sigue el mismo texto en inglés, un discurso contra los impuestos en la misma tónica y otro discurso donde se refiere al mismo tema en la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) en el año 2022. En la sección II, postula un análisis macroeconómico copiando y pegando todo lo escrito por diversos autores que justificaría su modelo económico.
Más allá de su mala calidad de edición, Milei nuevamente ha sido acusado de plagio en al menos 3 partes del libro con párrafos idénticos. Esto se suma a las denuncias anteriores que había recibido en su libro “Pandenomics”.
Si no fuera por las constantes incoherencias de Milei, llamaría la atención que como invitado de la presentación haya estado José Luis Espert, quien está mencionado 3 veces en el libro como unos de los tramposos que defienden los fallos de mercado.
En el Luna Park, se vio un adelanto casi completo del libro, donde se mezclan ideas de distinto tipo y autores, a partir de un relato sobre su recorrido académico y una explicación extravagante de por qué se hizo austríaco. Se mezclaron comentarios sobre Marx que muestran su total ignorancia respecto a la no publicación del Libro Segundo de El Capital, supuestamente por haber leído a Carl Menger cuando en realidad no lo hizo porque ya no se encontraba en vida.
Por momentos pareciera haber dos realidades. La del show, los cantos, los insultos y pretenciosos conceptos económicos poco coherentes. Y la otra, la de un país donde la pobreza, según la UCA, llega al 55%, los especuladores financieros (amigos de Caputo) y el agronegocio pujan por una devaluación, mientras sube el dólar paralelo, hacen caer los bonos y sube el riesgo país, con una economía que se derrumba y la actividad cae al 8,4% en marzo.
No serán las ideas libertarianas ni los autores austríacos los que evitarán la catástrofe. Al contrario, nos están conduciendo a un hundimiento superior. Las fuerzas que pueden evitar otro desastre están en las calles, en la marcha universitaria, en la docencia de Misiones que pelea contra el ajuste y en la clase trabajadora que ya dio aviso de su fuerza en los dos últimos paros nacionales.
En los apartados siguientes, analizaremos el contenido del libro explicando la falacia austríaca contra el marxismo, así como la vigencia de la teoría del valor trabajo de Marx.
Viejos argumentos fallidos contra la teoría del valor trabajo
Uno de los puntos fundamentales en los que insiste Milei es alrededor de la teoría subjetiva del valor. Una teoría por la cual los precios no están en función del trabajo humano (y de su magnitud medida en horas de trabajo), sino en la utilidad marginal y subjetiva que cada individuo le asigna. Sobre eso escribe "(...) el problema central con la «teoría del socialismo» está en la teoría del valor trabajo. Esto nos lleva ahora a la Escuela Austríaca que, desde mi punto de vista, son los que verdaderamente entendieron el debate y son los que verdaderamente le dan el golpe de knock out al socialismo. El primer golpe clave y fundamental".
En este punto se distancia de Smith, a quien le reconoce su aporte pionero para entender el crecimiento económico a través de la división de trabajo y la mano invisible del mercado "aun a pesar del error que comete con la introducción de la teoría del valor trabajo".
Para intentar invalidar la teoría del valor-trabajo, recurre a una serie de clichés del manual liberal antimarxista. Nada nuevo de los enemigos del socialismo. Por un lado, utiliza argumentos de uno de los fundadores de la corriente subjetivista, Carl Menger en "Principios de economía" de 1871:
"Tomemos como ejemplo una botella de agua (que puede costar un dólar), si están en el medio del desierto a pleno rayo del sol, ¿cuánto valdría esa botella de agua? Y casi que estarían dispuestos a dar la vida por ella. Ahora, una vez que se hayan tomado esa primera botella de agua, por la segunda seguramente van a pagar menos, y cuando hayan tomado 50 litros, les llegan a traer una botella y no van a querer ni verla."
La necesidad de utilizar este ejemplo para intentar justificar la teoría de valor subjetiva ya nos da algunas señales sobre su sustento. Este tipo de ejemplos (no ligados a la producción sino a los deseos individuales) son típicos en la fundamentación de la teoría subjetiva del valor. El “problema principal” subyace en que la ley de valor que desarrollaban los economistas clásicos y Marx se explica en la reproducibilidad de la mercancía, o sea, en el costo que involucra la producción en masa, es decir, está pensando en los bienes ampliamente reproducibles y no en la botella de agua en el desierto, que como problema para explicar la sociedad capitalista sería absurdo (una “falacia de composición” podría decir el catador de falacias). Están pensando en la capacidad del capitalista de ponerse a producir invirtiendo su capital en maquinaria y fuerza de trabajo como ocurre en gran parte de la economía. Por eso los ejemplos del estilo “agua en el desierto” o “el precio de un diamante precioso” son relativamente marginales y no gobernados por alguna ley económica general.
El planteo subjetivista basado en la satisfacción generada por el consumo de alguna cosa útil es supuestamente aplicable a cualquier momento de la historia mundial; o sea, es ahistórico y no puede explicar el funcionamiento de un modo específico de producción como es el capitalismo. Vale recordar que en este sistema la producción de mercancías es generalizada, contrario al ejemplo del agua en el desierto; y sobre todo, existe el trabajo asalariado, es decir, una mayoría abrumadora de la sociedad que solo puede acceder al sustento vendiendo su fuerza de trabajo a cambio de una remuneración porque carece (se encuentra "liberada", digamos) de medios directos para producir el sustento incluso más elemental si no accede a dinero para comprarlos.
Pero carece de todo sustento científico, si se pretende esgrimir a la valoración de cada individuo según la satisfacción o felicidad que obtiene del consumo de una mercancía, como parámetro de regularidad para explicar las proporciones del intercambio regular de las mercancías en el mercado. Si bien intentaron distintas vías (utilidad cardinal, ordinal, preferencias reveladas) para unificar bajo un patrón común a las preferencias, fracasaron dado que se trata de algo completamente subjetivo y de cada persona. El valor subjetivo de una cosa es algo imposible de medir con precisión a nivel agregado de toda la sociedad, dado que depende de las valoraciones individuales, que a su vez son muy volátiles en cada individuo, no fijas. Cuestión que a su modo reconoce Mises (“La teoría del dinero y del crédito” de 1912) . Esto es algo lógico, aunque no lo definan así, dado que al confinar al valor a un fenómeno del ámbito privado (significado de la relación entre el individuo y la mercancía), se pierde de vista la dimensión social de la mercancía que llega al mercado como el resultado de la división social del trabajo en productores privados independientes. De ahí que la escuela subjetivista del valor no pueda encontrar una conexión lógica (no contradictoria) entre el valor y los precios. Termina asumiendo a estos últimos como un hecho de la realidad. Resulta entonces que, después de varios intentos para fundamentar cómo podrían articularse en un sistema de precios coherente las preferencias individuales sobre una multitud de bienes según las variantes subjetividades de cada persona, los teóricos que lo intentaron han admitido la imposibilidad de esta tarea. Pese a ello, la microeconomía se sigue enseñando como si toda esta inconsistencia interna no existiera.
El segundo grupo de argumentos contra la teoría del valor-trabajo, lo toma prestado de Böhm Bawerk (La conclusión del sistema marxiano, 1896), que intentó refutar la teoría del valor trabajo planteando centralmente tres argumentos:
1) que los intercambios guiados por iguales cantidades de trabajo serían limitados (y que eso no se corresponde con la realidad del capitalismo).
2) que la teoría de Marx no resuelve supuestamente el hecho de que los precios de producción no se correspondan con el valor de las mercancías, y que esto no se resuelve con el concepto de tasa media de ganancia (que es parte de los precios de producción).
3) por último, que aparentemente habría una contradicción entre la teoría de la explotación (plusvalía), dado que el empresario que se apropia del plusvalor a través de la apropiación del plustrabajo no tendría incentivos para innovar, puesto que si sustituye el trabajo humano (creador de valor y plusvalor) por máquinas estaría generando menos plusvalía.
Estos son argumentos que de manera intencional deforman o malinterpretan los enunciados de Marx. Además que han sido ampliamente refutados por muchos trabajos desde que se plantearon. Milei los enuncia como si Böhm Bawerk tuviera la posta pero hace caso omiso de los cuestionamientos que recibió este autor desde que planteó sus críticas .
La teoría de Marx parte de la idea de que el valor de una mercancía está determinado objetivamente por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla y se manifiesta en forma de precio, y que por lo tanto, la ganancia monetaria de las empresas capitalistas no tiene otra fuente que el plustrabajo que se apropian de los trabajadores en el proceso de producción. Por la crítica sobre el no incentivo para innovar, es importante destacar que la competencia entre capitales establece una tasa de ganancia media sobre todo el capital invertido. Aunque los capitalistas que producen con procesos más intensivos en trabajo “pierden” parte de su plusvalor que ganan los que son más intensivos en medios de producción; pero esta es simplemente la forma en que se concreta el pasaje de valores a precios, esto no disminuye el incentivo a innovar. De hecho, los capitalistas que incrementan su productividad mediante la innovación tecnológica pueden obtener mayores ganancias, motivándoles a seguir invirtiendo en nuevas tecnologías y procesos más eficientes. A pesar de las pretensiones de construir el castillo de naipes de teorías basadas en lo subjetivo, y de la marginación que tiene la academia sobre las teorías del valor basadas en el trabajo de los clásicos, Marx y los neoricardianos, la formulación crítica de Marx sigue destacándose como un marco conceptual coherente para explicar la formación de precios y la distribución de salarios, ganancias y rentas. Por más que a Milei esto le vuele la peluca.
Sobre el socialismo, ¿imposible?
Otro de los clichés recurrentes en los que se detiene Milei es sobre la imposibilidad del socialismo. Sobre esto se puede leer mayor detalle en este artículo. Milei utiliza los dos ejemplos clásicos. Por un lado la imposibilidad del cálculo:
"Esta tradición continúa con la obra de Mises, en el paper de 1920 «El cálculo económico en una comunidad socialista» y en el libro Socialismo de 1922, donde el eje central es el tema de la imposibilidad de hacer cálculos económicos en un sistema socialista. El mercado trata de intercambios de derechos de propiedad a través del sistema de precios. En esas transacciones, donde una parte entrega una propiedad, por ejemplo un par de zapatos, y la otra entrega dinero, están intercambiando sus propiedades. La relación de ese intercambio es el precio. Ese registro histórico se convierte en una señal que se transmite al resto del sistema, con lo cual el sistema de precios es un mecanismo de transmisión de información de señal donde los agentes se coordinan."
El mayor problema que tiene es el descrito anteriormente sobre su fetichismo de precios y su teoría de valor subjetiva, pues entiende a los mismos como la única forma de transmisión de información. Más allá de su incomprensión sobre la teoría del valor trabajo, diferentes autores ya han demostrado la posibilidad de “cálculo económico” y planificación de la economía sin precios. Por ejemplo, Paul Cockshott y Allin Cottrell en su obra ’Hacia un nuevo socialismo’, discuten cómo la tecnología moderna, como las computadoras, puede ser utilizada para simular demanda y asignar recursos de manera eficiente sin necesidad de un sistema de precios. Ellos argumentan que es posible utilizar métodos directos de medición de valores como el tiempo de trabajo, junto con algoritmos avanzados, para gestionar una economía planificada. Daniel Saros también ha explorado estas ideas con una idea de un catálogo general para planificar la producción. También Troy Vettese y Drew Pendergrass en "Half-Earth Socialism" (Socialismo de medio planeta) proponen una planificación en especie. Más allá de cuál es la mejor alternativa, es claro que es posible.
El segundo argumento que utiliza es la idea del mercado como proceso de descubrimiento sobre el que escribió Hayek contiene también una simplificación de la economía que grafica al capitalista como innovador. La realidad en la sociedad es muy diferente y todas estas innovaciones son fruto de inventos previos que provienen de los avances de la técnica y la ciencia producidos socialmente. El ejemplo de Rothbard de los 10 celulares donde el dueño de la empresa más exitosa es el genio benefactor social nada tiene que ver con lo que sucede realmente. Para contestar este ejemplo podemos utilizar lo que la economista Mazzucato muestra en "El estado emprendedor" donde todas las tecnologías claves (pantalla multitactil, Internet, http, GPS , e incluso el comando de voz) que permitieron el desarrollo del iPhone fueron financiadas por el Estado
El capitalismo sin Estado no existe
La idea central que Milei quiere dejar es que las “fallas de mercado” no existen y todos los problemas se dan porque está metido el Estado en el medio. Ese argumento es el que utiliza para intentar desenmascarar a los neoclásicos, que utilizarían esta idea para introducir la intervención del Estado y aplicar el “socialismo”. Según su visión estas son las nuevas formas del “socialismo” originadas por Lange luego de su supuesta derrota en el debate con Mises.
En el caso de los neoclásicos, la postulación de las “fallas de mercado”, resulta un eufemismo útil al momento de negar que los monopolios (y otras “fallas” resultantes del mercado) son la consecuencia natural de la competencia capitalista. Y presentarlos como si fueran una “excepción” a la norma, que sería la competencia perfecta donde ningún capitalista incluso puede influir sobre el precio dado que el tamaño de cada uno es similar. Su propuesta de regulación de los “fallos” lejos de ser un camino al socialismo, es un reconocimiento que el capitalismo en su fase monopólica (imperialista) sin Estado no existe, que lo necesita para expandir los negocios de las megacorporaciones por el mundo, que necesita del Estado si quiere garantizarse el acceso a minerales “críticos” como el cobre o el litio. La idea de que el capitalismo es más "puro" allí donde más prospera choca con la realidad de Estados Unidos poniendo aranceles al 100 por ciento a los autos eléctricos de China y disputando el control del 5G así como Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong países intervencionistas y con un estado planificador. Nota aparte Singapur, que aparece en la tapa como el caso de éxito. Sin embargo, el estado es propietario de empresas que representan buena parte del PIB y del 90% de la tierra. Además, el país ha mantenido un régimen autoritario con el mismo partido en el poder durante 60 años, y carece de libertad de prensa, entre otras limitaciones democráticas.
Más allá de lo poco serios que son todos los argumentos que utiliza Milei, la idea general que subyace es intentar mostrar que las intervenciones del Estado generan fallas y el mercado a través de su mano invisible va a resolver todos los problemas sociales.
Esto es lo que utilizan algunos de los propios economistas favoritos de Milei, como Rothbard, según el cual la intervención del Estado debería ser tan reducida que hasta la compraventa de niños, órganos y el salario mínimo, entre otras cosas, deberían quedar en el ámbito privado como un negocio más.
De esa manera hace una defensa irrestricta del capitalismo donde los bienes públicos (como los ríos o el ejemplo que utiliza del aire contaminado por fumadores) podrían funcionar bien en un esquema privado al igual que las externalidades. De ahí que se comprende mejor su negacionismo del cambio climático ya que representaría un problema suponer la necesidad de coordinación social para evitar continuar con el calentamiento global, y según su relato no existe algo así como los fallos de coordinación.
El monopolio y la falacia del “emprendedor benefactor”
Sobre el monopolio, Milei dice, “en un marco de intercambios libres, la situación en la cual un productor se queda con todo el mercado es resultado de haber sido exitoso en satisfacer las necesidades de su prójimo brindándole un producto de calidad a mejor precio.”
De ahí que Milei se separa del mainstream y advierte sobre la “trampa” neoclásica que considera al monopolio un tipo de “falla de mercado” a la cual regular. La política de regulación del monopolio apunta a una falsa idea de que esto podría frenar su desarrollo, que los precios que fija podrían ser más acordes a una situación de competencia -considerando que una vez que se consolida el monopolio aplica precios mayores-, una especie de añoranza en el fondo de volver a un capitalismo de “libre competencia”.
A decir verdad, los monopolios, "no son ni buenos ni malos: son incorregibles". El monopolio es el resultado de la propia competencia capitalista que implica la concentración y centralización del capital en pocas manos, y el mismo, no anula la competencia sino que la reproduce a una escala superior y más caótica. En este proceso, como en el propio origen del capital, no falta la mano del Estado acelerando la concentración. Así fue como hizo negocios su "padre económico" Eduardo Eurnekian gracias a la ayuda de su amigo Menem, que le entregó la privatización de los aeropuertos o Paolo Rocca de Techint con la entrega de la estatal Somisa. Y en la actualidad Mercado Libre como monopolio de e-commerce y sin querer abrirse a la competencia en Mercado Pago con los pagos QR. Por eso, regular a los monopolios y abrazarlos no es la cuestión, el problema es el capitalismo.
Milei profesor vs Milei presidente
Ya con más 5 meses de mandato podemos ver que Milei presidente se enfrenta con bastantes contradicciones respecto del Milei candidato, escritor o divulgador.
Una de sus propuestas centrales en campaña fue contra la inflación y también en el libro escribe “Y finalmente, para terminar, que lo dejé a propósito, uno de los impuestos que más odio, que es el que deriva de la emisión monetaria: la inflación.” al que también denomina robo y estafa. El Milei presidente, en cambio, hizo un shock inflacionario que ya superó con creces el 100%. Ese impuesto inflacionario es el que utilizó para licuar jubilaciones y salarios, entre otras cosas. En lugar de avergonzarse por robarle a los sectores más empobrecidos, se jacta de la licuadora (así lo llama él mismo) que permitió hacer el “ajuste más grande de la historia de la humanidad”. Si bien intenta vender como un “logro” la desaceleración de la misma, lo cierto es que sigue en niveles muy altos e inestables (como los movimientos de esta semana del dólar nos dejan entrever).
Otro punto donde se contradice tiene que ver con los impuestos. Mientras el candidato decía “antes de subir un impuesto me corto el brazo”, el presidente lo ha hecho. Pero no sube todos los impuestos, sino los que impactan en la clase trabajadora: subió el impuesto PAIS y a los combustibles y mandó la Ley Bases para volver a cobrar el impuesto al salario y monotributo. Eso sí: habilita la reducción de bienes personales y beneficios jugosos para los grandes capitales que quieran venir a saquear vía RIGI.
Otro de los puntos nodales de su discurso fue en contra de la deuda, la cual en el libro llama “inmoralidad aberrante”. Sin embargo el Milei presidente colocó al ministro Caputo como ministro de economía, el mismo al que cuando era panelista criticaba fervientemente. Ahora no solo propone “alzarlo en andas”, sino que le permite hacer uso y abuso de su único atributo: tomar deuda. En lo que va de la gestión no solo tomó deuda por 10 mil millones de USD con el BOPREAL, sino que también aumentó la deuda del tesoro. Según el último reporte de la Secretaría de Finanzas, la misma, medida en dólares, aumentó más de 40 mil millones desde el 31/12. Si bien la mayoría es nueva deuda en pesos, que sube mucho más que el dólar oficial, está claro que la deuda y la emisión no le parecen herramientas tan odiosas como lo que dijo en campaña. Mientras el presidente se jacta de la licuación de jubilaciones, el pago de intereses de deuda ya supera toda esa partida.
Uno de los puntos que más le gusta decir a Milei es en relación a la “fatal arrogancia” de Hayek, donde el Estado se mete en cuestiones que no tiene conocimiento. Sin embargo y nuevamente quemando los papeles, el Milei presidente al menos dos veces cometió esta arrogancia. En primer lugar, cuando le preguntaron por el tipo de cambio y el cepo, y en segundo lugar, en relación a los salarios. Luego del acuerdo entre ¨privados¨ Milei no quiso homologar la paritaria de camioneros porque le parecía excesivo el aumento salarial. O sea digamos, un arrogante total.
Para concluir y si bien el libro menciona algunos temas más, esto refleja las principales ideas. El Milei presidente se enfrenta con los problemas de la economía real donde Mises, Hayek, Rothbard y compañía no parecen servirle. Mientras el ¨showman¨ nos quiere vender el novedoso anarcocapitalismo, la realidad parece mucho más repetida. En este caso sigue a sus otros maestros “prácticos”: Thatcher, Reagan, Menem y Cavallo. Las viejas recetas neoliberales vuelven en un frasco distinto, aunque con el orden neoliberal en declive en todo el mundo, por eso, tratarán de disfrazarlas lo más que la relación de fuerzas entre las clases se los permita.
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