El caso de los titiriteros en Madrid o la posición anti-huelga de Barcelona en Común en el conflicto del metro significan la asunción por parte de los nuevos reformismos de un aspecto clave del discurso del Régimen y el neoliberalismo. Estos discursos, y sobre todo estos hechos, están generando las primeras resistencias. Una posible punta de lanza para levantar una alternativa anticapitalista y de clase.
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Viernes 12 de febrero de 2016
Foto: EFE
Esta semana, el principal foco de atención ha seguido siendo las negociaciones de Pedro Sánchez para tratar de formar gobierno. Por el momento, la situación sigue encallada. Sin embargo, más allá del tira y afloja, la voluntad de acuerdo de Sánchez, Iglesias y Garzón, se ha colado entre tanto aparente desencuentro.
Iglesias saludó el documento del PSOE, diciendo que se parecía mucho al programa de Podemos, lo cual es cierto. Garzón también valoró positivamente el encuentro con Sánchez y por el momento se muestra hasta menos exigente que el mismo Iglesias para facilitarle la investidura.
Pero todo esto, aunque representa el grueso de la confirmación de que Podemos e IU se encaminan a ser parte de una restauración del Régimen de la mano del PSOE y de una gestión “amable” del ajuste que viene -a lo Tsipras-, no ha sido ninguna novedad. La novedad la hemos visto en un terreno en el que hasta ahora se intentaban conservar algo más las “esencias”: el discurso… y su contraste con los hechos.
Todo proyecto reformista vive en una delgada “línea roja”, la que separa el discurso de la realidad. Así Ada Colau puede mandar a la Guardia Urbana a perseguir a los “manteros” por la mañana, y esa misma tarde hacer un mitin multitudinario en favor de los refugiados, como pasó en el mes de septiembre. O se puede desplegar una amplia política de gestos contra la Corona -como retirar el busto de Juan Carlos I- para después “no sacar los pies del plato” y reconocer las audiencias reales con Felipe VI como el escenario en el que intentar impulsar un acuerdo de gobierno, como le pasa a Xavier Doménech de En Comú Podem.
Pero incluso estas y otras incoherencias entre discurso y realidad, al menos hasta ahora, habían dejado a salvo “las palabras”. Sin embargo, esta semana importantes figuras de este nuevo reformismo han ido un paso más allá en su “doble discurso” y, lo peor de todo, es que no ha sido solamente en el relato, sino sobre todo en la práctica.
La adhesión a la “unidad de los demócratas”
El caso con mayor repercusión ha sido el de la detención, denuncia y encarcelamiento de los titiriteros. Tanto Manuela Carmena -y con ella su equipo de gobierno como Podemos, por medio de Carolina Bescansa en La Sexta Noche, se sumaron nada menos que al viejo discurso de “todo es ETA”. La caverna mediática saltó contra una pareja de artistas que estaban llevando adelante una sátira. El nuevo reformismo -quizá imbuido por la fiebre de “responsabilidad de Estado” que padece en estas semanas de negociaciones- se apresuraba a dejar claro que ellos estaban en el bando de la “unidad de los demócratas” contra el terrorismo y la “tolerancia cero”.
Esta “unidad de los demócratas” ha sido uno de los cimientos ideológicos fundamentales del Régimen del ‘78. El mismo Iñigo Errejón, uno de los principales ideólogos de Podemos, lo definía así en la revista La Circular “la construcción de diferentes enemigos externos que mantendrían cohesionado al régimen y nos reafirmarían como democracia: ‘Somos democracia, no tanto por las virtudes que tenemos dentro, sino por los enemigos malos que no son demócratas’. Aquí el rol del conflicto terrorismo/antiterrorismo juega un papel ideológico definitivo en la construcción de esta noción de democracia para un bloque histórico.”
Como pasa muchas veces cuando se lee a Errejón, sus caracterizaciones pueden parecer correctas, pero no queda claro si las plantea como advertencia de algo que hay que evitar y combatir, o contrariamente, como algo a lo que se debe aspirar. La reacción ante el caso de los titiriteros parece más bien lo segundo. El nuevo reformismo, si quiere presentarse como una opción “seria” y “de gobierno”, no debe dejar duda alguna de que mantendrá este “mantra” que tan buenos resultados de estabilidad reaccionaria ha dado en los últimos 40 años.
Cuando la huelga pasa a ser algo inaceptable
Menos repercusión mediática han tenido, sobre todo fuera de Catalunya, las palabras de Ada Colau contra los trabajadores del metro de Barcelona. Ante la convocatoria de huelga para los próximos 22 y 24 de febrero -coincidiendo con el Mobile World Congres- la alcaldesa declaró que era incompatible el ejercicio del derecho de huelga con poder sentarse a negociar.
Además de la falsedad del mensaje que quiso transmitir, algo a lo que los trabajadores mismos han contestado demostrando que quien no quiere sentarse a negociar es la empresa -de la que el “Ayuntamiento del cambio” es parte-, la idea que subyace a estas declaraciones es de “primero” de thatcherismo. La primera exigencia que acostumbran a hacer todas las patronales y todos los “mediadores” puestos por el gobierno, es solicitar a los trabajadores que depongan su única herramienta de presión. Esa es la negociación deseable para la parte que nunca depone sus armas (congelación salarial, contratación en precario, despidos, coacciones...), que los trabajadores lleguen sin ninguna medida de fuerza a la mesa.
Que Colau pone por delante el Mobile a las reivindicaciones obreras no es ninguna novedad. Lo hizo incluso antes de asumir, cuando bendijo la firma del convenio de renovación de este evento en contra de lo que le pedían los trabajadores de Movistar en huelga contra un sistema de trabajo precario que roza la semi-esclavitud. Recientemente ha dado un paso más en esta dirección, renovando el contrato del consistorio con Telefónica. Pero hasta ahora, este posicionamiento con los intereses de los grandes negocios capitalistas de la ciudad, siempre lo había hecho manteniendo el relato de apoyo a los trabajadores y sus demandas. Con la huelga de TMB, a Colau se le cae definitivamente la careta y se lanza contra una huelga obrera con palabras que podríamos encontrar en la hemeroteca en boca de la misma Esperanza Aguirre.
Primeras resistencias y la potencialidad de una alternativa anticapitalista y de clase
Esta asunción del discurso -además de la política concreta- represivo y anti-obrero de parte de dos referentes del nuevo reformismo como Carmena o Colau, y detrás de ellas de Podemos, afortunadamente está teniendo una respuesta, aún pequeña, pero muy significativa. No solamente en las redes sociales, que también, sino en la calle, con movilizaciones frente a sus respectivos consistorios tanto de quienes demandaban la libertad sin cargos para los titiriteros como de los trabajadores de TMB.
Cuando ya ni el discurso se sostiene, es muy posible que estas primeras resistencias, a las que ya les precedieron otras como la de los “manteros” en Barcelona, se repliquen y aumenten. La rápida adaptación y transformación de esta nueva política del “cambio” en proyectos de regeneración del Régimen y gestión reformista de la crisis, puede generar un descontento creciente entre muchos de los que hasta hoy mantienen ilusiones en que puedan solucionar los grandes problemas sociales.
Este marco plantea la posibilidad y necesidad de dar pasos en el reagrupamiento de todos estos sectores en lucha, junto a las organizaciones de izquierda, que no hemos sido parte de la comparsa de apoyo acrítico a estas formaciones, para avanzar en construir una alternativa anticapitalista y de clase, como plantea la convocatoria del segundo encuentro “No Hay Tiempo Que Perder” que se celebrará en Madrid el próximo 2 de abril. En esa perspectiva están puestas las fuerzas de Clase contra Clase y todas las que hacemos Izquierda Diario.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.