La aparición de la novela inédita de Elena Fortún nos pone de nuevo frente a una evidencia: la escasa visibilidad lésbica de las autoras en lengua castellana y la mordaza del franquismo.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Viernes 1ro de junio de 2018
La aparición en la editorial Renacimiento de la novela inédita de Elena Fortún (conocida por ser la creadora de la saga Celia, uno de los personajes infantiles más famosos de la literatura española) “Oculto sendero” nos pone de nuevo frente a una evidencia: la escasa visibilidad lésbica de las autoras en lengua castellana y la mordaza del franquismo.
O, expresado de otro modo, como -bajo el tapiz de la “narrativa femenina”- se han armarizado grandes nombres de la literatura que han contado historias de amor, descubrimiento, sexualidades y vidas consideradas raritas o disidentes de mujeres fuera de la heteronorma, en una sociedad tan marcada por ésta como la España del franquismo con su parafernalia nacional-católica que pervive, de un modo otro de forma más o menos sutil, hasta nuestros días.
Aunque muchas saben que cuando Gloria Fuertes “fue a tirarse al tren cambió de opinión y se tiró a la taquillera” por lo general hay un abismo radical entre la mujer “como Dios, la familia y la Patria mandaban” y lo que se cocía entre visillos. Aún hoy para muchos grupos de mujeres, afortunadamente cada vez menos, sigue suponiendo un problema irresoluble eso de celebrar y como celebrar o hacer algo por un “Día de la visibilidad lésbica”.
En lengua castellana tenemos ejemplos lejanos como la ya ineludible vida y obra de “Sor Juana Inés de la Cruz” que, como la abulense “Santa Teresa de Jesús”, estuvo lejos de ser una monja al uso. Si nos acercamos más podemos hablar de la forma en la que se describía a las mujeres escritoras, como a algunas maestras, como “hombrunas” o “amargadas” tal y como les toco padecer a autoras de la talla de Emilia Pardo Bazán entre otras.
Hace poco el ensayo “Poesía lesbiana y queer” de Elena Castro ha recuperado las voces de mujeres como Lucía Sánchez Saornil, anarquista y amante de otras mujeres pero silenciada por sus compañeros de luchas, la citada Gloria Fuertes, Carmen de Burgos (autora también de narrativa de calado social), Ana María Moix, Esther Tusquets, la uruguaya universal Cristina Peri Rossi o las más recientes adscritas a la poesía joven y queer que cuestiona de forma clara los binarismos de género como, por ejemplo, Txus Gutiérrez.
La reedición en la propia editorial Renacimiento de “La malcasada” de Carmen de Burgos (apodada Colombine) nos pone frente a una autora iconoclasta que describe con crudeza lorquiana la situación de las mujeres en la Almería de postguerra, mezclando el costumbrismo, la sordidez y la prosa más descarnada. Otras muchas autoras han reclamado ese especio, de Isabel Franca, en clave de prosa poética, Flavia Company sin olvidarnos de las herederas de Wittig, Anzaldúa, Moraga o Despentes por estos lares como Paul Preciado, June Fernández o Itziar Ziga que han mezclado la literatura y el ensayo, la autobiografía y la provocación o la autobiografía como provocación convirtiendo sus cuerpos y sus biografías en espacios a la vez literarios y sociopolíticos. Aún esperamos la llegada a nuestras librerías de lo último de la mexicana Sayak Valencia.
“Oscuro sendero” nos recuerda que grandes nombres de la mal llamada “narrativa femenina” escribieron aunque no lograron ver publicadas intensas historias de amor llenas de matices autobiográficos, narraron sus infancias como niñas “raritas” que no se amoldaban a los roles ni vestimentas del género asignado forzosamente y exploraban sus relaciones íntimas con otras mujeres, como es la autobiografía novelada y las historias de amor y sexo que recorre, a lo largo de un dilatado espacio de tiempo, las páginas de esa novela de iniciación de primer orden, tal vez algo descuidada en su redacción, secuestrada para los y las lectoras de todo el mundo, que es hoy “Oculto sendero”.
Fortún, que para muchos/as seguirá siendo la que creó a Celia, un personaje que ya, desde la timidez obligada de su lugar y tiempo de aparición, empezaba a cuestionarse algunas de las máximas de la feminidad convencional para “las niñas de la época”. Feminista y lésbica “Oculto sendero” no es única en su género, y novelas posteriores como la inolvidable “Julia” de Ana María Moix o las novelas más osadas de Esther Tusquets dan un paso adelante en ese camino por explorar en las letras castellanas o catalanas. Pero, sin duda hoy, en estos tiempos de involucionismo y desmemoria histórica una novela de las dimensiones de “Oculto sendero”, llena de apuntes sociohistóricos y autobiográficos nada desdeñables, es algo más que un hermoso camino a seguir en las letras lésbicas españolas que no tuvo, hasta hace no tanto, una continuidad visible, recuperada. Es un testimonio de un tiempo que fue y que nunca se ha ido del todo.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.