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Red Internacional
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Opinion. Oponerse a la vacunación forzada

Tratar de tontos a quienes no se quieren vacunar, como hace La Nación en su editorial del 28 de setiembre, no ayuda a resolver la vacunación. Tampoco sirve que los patronos públicos o privados impongan la vacunación. Ambas posiciones son armas de fuego en manos del negacionismo y la derecha religiosa. La izquierda por su parte no debe olvidar que debe ser opositora revolucionaria ante el Gobierno.

Miércoles 29 de septiembre de 2021

El día de ayer 28 de setiembre salió a la luz la posición de la rectoría de la Universidad de Costa Rica de exigir la vacunación a todos los trabajadores y trabajadoras de la universidad. Horas más tarde el Gobierno anunció una medida similar en que todos los patronos, públicos y privados podrían obligar a “sus” trabajadores a vacunarse, aún contra su propia voluntad. Esto ha generado amplio debate.

La izquierda marxista no se opone a las vacunas ni niega el virus. Basta saber que Lenin impulsó la vacunación contra la viruela, impulsó el seguro social tres días después de tomar el poder en 1917, etc. Más cerca en el tiempo Rob Wallace y otros marxistas ecológicos han tratado sobre el tema.

El problema de la obligatoriedad

Para tener algo de perspectiva señalemos que la posición de Lenin sobre la vacunación contra la viruela pasaba por la obligatoriedad, de la misma manera que las vacunas son obligatorias para los niños en cualquier estado contemporáneo con algo de infraestructura en salud. La izquierda per se no está en contra de la obligatoriedad de las vacunas. ¿Cuál es el problema entonces?

El problema es que, a diferencia de Lenin cuya política obligatoria surtió efecto, los gobiernos actuales del mundo están teniendo serias dificultades para lograr que la gente se vacune. Los motivos pueden ser muchos, desde las creencias individuales hasta la abierta desconfianza en los gobiernos, en las farmacéuticas, en la prensa y en las jefaturas en general. Para hacerlo simple: el problema es de hegemonía política, a gobiernos como el de Biden o Alvarado hay grandes segmentos de la población que no les creen.

Intentar solventar este problema netamente político a través de una disposición que obliga a las y los trabajadores a vacunarse por intervención de sus patronos no va a resolver ni el problema de hegemonía ni el de la vacunación. En primer lugar falsificar documentos es muy fácil. En segundo lugar, si algún trabajador no se quiere vacunar se abre la pregunta de qué podrían hacer los patronos ¿podrían despedir? ¿podrían obligar por la “fuerza pública” la vacunación? Nada de esto queda claro, salvo que será forzado.

Lo que queda claro es que el gobierno de Alvarado intenta resolver su problema hegemónico y la crisis sanitaria a través de los mecanismos de explotación de la fuerza del trabajo que Marx definió como subsunción formal (en el contrato) y material (por la fuerza).

Pasando por encima del Código de Etica de Nuremberg y a la Organización Mundial de la Salud, el Gobierno y los patronos buscan obligar a sectores trabajadores para vacunarles contra su voluntad. Que la vacunación sobre niños sea obligatoria es perfectamente concebible. Es totalmente diferente cuando estamos hablando de adultos funcionales y conscientes que están tomando una decisión sobre su propio cuerpo.

La posición del Gobierno y los patronos es la del “déspota ilustrado”, la figura política, retórica y filosófica con que antes de la revolución francesa la burguesía creía que iba a introducir una sociedad de libertades burguesas opuesta al feudalismo. El rey déspota al ser ilustrado conocía de ciencia y debía guiar a un pueblo ignorante que no se podía gobernar a sí mismo. Sobra decir que la apuesta al déspota ilustrado no surtió los efectos deseados, al menos si se compara con la Gran Revolución francesa, que con el pueblo pobre alzado tiró al basurero de la historia al reino francés.

Sectores de izquierda que pierden el rumbo

Desafortundamente sectores de la izquierda han caído en la lógica del déspota ilustrado. Se han formulado argumentos en favor de la obligatoriedad impuesta por los patrones de diversa índole, desde el señalamiento sin fundamento alguno de que quienes no se quieran vacunar son irracionales o también que se debe forzar la vacunación porque no hay tiempo que perder para llegar a la inmunidad de rebaño y por tanto hay que forzar a adultos funcionales.

Estas posiciones abiertamente son peligrosas dentro de la izquierda. En primer lugar porque no solucionan el origen del problema de la no vacunación. En segundo lugar porque se ponen del lado de los patronos contra trabajadores, impulsando no que la clase trabajadora confíe en sus propias fuerzas contra los patronos, sino al contrario. En tercer lugar porque tienen un enfoque liberal, burgués, basado en supuestas críticas racionales a las decisiones de trabajadores que no se vacunan. La conclusión es grave, porque se deja de plantear la autodeterminación de la clase obrera y a su acción emancipadora para resolver los problemas actuales e inmediatos de la sociedad capitalista como la pandemia. La agencia de la política recae en el Gobierno y los patronos. Es decir se pierde el rumbo revolucionario si se asume que la posición del gobierno y los patronos es correcta, se pasa la línea de la independencia de clase. De conjunto esta política del Gobierno está en función de garantizar las ganancias de una minoría y es claro que el Gobiero no ha sido exitoso en combatir o detener el contagio, o sea ya de por sí no está sirviendo la política de Alvarado.

El balance del sistema de salud soviético al menos debería servirles de algo. Que las vacunas son necesarias no se discute. Pero la posición de los soviéticos implicaba enormes campañas de divulgación científica dirigida por trabajadores para trabajadores, en las cuales con paciencia se convencía de los beneficios de la salud en diversos planos.

Ni un mínimo elemento de despotismo ilustrado emana de Lenin, lo cual no es extraño por su posición clásica (siguiendo a Marx) sobre la religión como asunto individual frente al Estado y la prédica del convencimiento a las amplias masas ante los avances científicos. Esas posiciones nos inspiran para ser opositores revolucionarios de la obligatoriedad del gobierno y los patronos.

Nuestra posición pasa porque las y los trabajadores del sistema de salud tomen directamente la dirección de todo el sistema de vacunación. Que desde allí realicen una campaña de trabajadores para trabajadores y que se vaya poco a poco convenciendo de la vacunación. Mientras tanto todas las medidas de emergencia para contener la pandemia deben pasar por la clase trabajadora organizada resolviendo los asuntos con independencia del gobierno y los patronos. Es necesario que se liberen las patentes y que se deje de pagar la deuda externa para destinar esos recursos a combatir la pandemia