Este fin de semana se ha vuelto a celebrar en el corazón de Burgos el “Fin de semana Cidiano”, arropado además por un libro sobre el tema del poco recomendable Arturo Pérez-Reverte, responsable de convertir la historia en folletines o westerns masculinistas.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 8 de octubre de 2019
Foto: Charlton Heston en la película ‘El Cid’.
“Fin de semana cidiano” desde que uno tiene memoria, masculinidades y fiestas que lo preceden como sujeto. Torneos, niños con espadas, niñas vestidas de “Doña Jimena”, ajustes de cuentas medievales, babiecas de cartón piedra, comilonas al estilo de la época. Cuando se apela a la tradición para mantener intactas las fiestas y perpetuar la ignorancia a uno se le produce una sensación de tristeza porque esa misma lógica se aplica a asuntos peores como, sin ir más lejos, “El toro de la Vega” y otras aberraciones.
Así, parece que nadie en Burgos sabe bien quién fue el Cid, un ruin, un mercenario encargado de asesinar a la población musulmana, aunque finalmente acabara en un “totum revolutum” donde nada queda claro salvo su condición de “héroe” y “macho” y de mano de criminal de “quién le pagara mejor” independientemente de su bando; “todo un hombre” (sic).
No en vano le pusimos a la primera revista “queer” por estos lares el nombre satírico de “La Kampeadora”, ya que el Cid Campeador es algo más que un héroe o anti héroe llevado a los altares de las iglesias burgalesas. Es un símbolo de masculinidad impoluta (por nosotros parodiada) y al servicio de la monarquía, algo que a estas alturas no debería abducir ni engañar a nadie.
Pero este nuevo fin de semana cidiano ha funcionado con la misma eficacia que los anteriores, olvidando su condición de “asesino a sueldo” de los poderes fácticos y fálicos y de fanático celador de tierras sumidas en la indigencia y el silencio, la imposición, la pobreza y el miedo a eternas derrotas, reales o simbólicas.
Desterrado pero con billete de vuelta a casa, tan siniestro personaje se convierte así (en comic, dibujos animados, disfraces) en un modelo de la masculinidad incuestionada, guerrera y hegemónica cuando se viste ya a los niños de guerreros medievales -imagen medieval del actual soldado/guerrero- y a las niñas de blanco impoluto y con una coronita de flores sobre la frente inmaculada y hasta algunos jóvenes se suman a procesiones de bárbaros con espadón y traje regional de guerrero con ínfulas, untados de betún oscuro.
No es casual que para el Cinemascope fuera encarnado por el que ha sido años después presidente de la Asociación Nacional del Rifle en EEUU, Charlton Heston, acompañado de una Sofía Loren inverosímil como la sufrida ‘Doña Jimena’. Papeles de masculinidad y feminidad que se otorgan sin concurso, pero con discursos.
En los colegios, institutos e incluso universidades burgalesas, se sigue enseñando sin parar el “Cantar del Mío Cid”, como si la historia de la literatura no estuviera dotada de figuras y obras mucho más enriquecedoras e iconoclastas, como si todo empezara y acabara en casa y a bandazos o tizonazos.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.