La amenaza de juicio político lo empujó a renunciar. Veinte años como juez federal, ligado al poder político, la farándula y los escándalos.
Viernes 8 de abril de 2016
“Me voy porque todo en la vida tiene un principio y un final” dicen que dijo Norberto Oyarbide frente a Germán Garavano, ministro de Justicia de la Nación, en la tarde de este jueves.
Las formas poéticas no pueden tapar lo evidente. Quien fue juez federal por más de 20 años, se va porque un nuevo juicio político golpea a su puerta. En el Consejo de la Magistratura, el oficialismo estaba a solo un voto de lograr elevar el pedido. Así, Norberto Oyarbide, después de 40 años de carrera en el Poder Judicial, se retira para evitar un escenario que podría complicarlo.
Oyarbide fue uno de los magistrados más polémicos del país, tanto por el alto perfil que desplegó -dentro y fuera de los tribunales- como por haber estado implicado en causas muy cercanas al poder político.
Tiene en su historial más de 40 pedidos de juicio político. Nadie podría decir que se trata de una cifra baja.
Motivos y cruces
La causa por la que Oyarbide estaba en la mira del Consejo de la Magistratura era el hecho de haber suspendido un allanamiento a la financiera Propyme en el 2013, solo por el llamado de un funcionario kirchnerista.
El allanamiento iba a producirse en el marco de una causa era por lavado de dinero. Quien llamó fue Carlos Liuzzi, número dos de Carlos Zannini en la Secretaría Legal y Técnica de la Nación.
La denuncia contra el juez fue presentada por los radicales Manuel Garrido, José Cano y Mario Negri. La acusación era por mal desempeño de las funciones y se encontraba rubricada bajo el expediente 25/2014.
La confirmación volvió a disparar cruces al interior de Cambiemos. Apenas conocido el anuncio de la renuncia, Carrió salió a pedirle a Macri que no se la aceptara. La diputada de la Coalición Cívica quiere hacer “tronar el escarmiento”.
Pero además, Carrió dijo en su cuenta de Twitter que esto confirmaba que había efectivamente un pacto entre Oyarbide y Daniel Angelici, presidente de Boca Juniors, al que la líder de la Coalición Cívica sindica como operador político macrista en los Tribunales Federales. Según la denuncia de Carrió, habría sido él quien le habría “aconsejado” a Oyarbide renunciar para evitar el juicio político.
Sin embargo, el ministro Garavano ya señaló que la renuncia será aceptada por el gobierno. Según indican distintos medios, sería el 15 de abril la fecha en la que esto se haría efectivo.
De la servilleta a Spartacus y el juicio político
Oyarbide fue uno de los jueces que, según Domingo Cavallo, Carlos Corach le mencionó –y escribió sus nombres en una servilleta- en el año 1996, como magistrados controlados por el gobierno de Menem.
Oyarbide había entrado a los Tribunales Federales en 1994 y, en muy poco tiempo, ya parecía contarse entre los “leales” al menemismo.
En el año 1998 fue sometido a juicio político, acusado por haber amenazado de muerte al recepcionista de un restaurante. Esa denuncia destapó su supuesta concurrencia a prostíbulos masculinos y, en ese trance se conoció un video donde una persona que parecía Oyarbide, aparecía en una habitación del local Spartacus. En ese juicio se lo acusó recibir coimas para garantizar protección judicial a una red de establecimientos clandestinos que dedicados a la oferta sexual.
El juicio político duraría más de 3 años y Oyarbide sería absuelto. En setiembre de 2001 el Senado lo absolvería. A pesar de que ganó el voto por la condena en esa sesión, solo lo hizo por la mínima diferencia de un voto, cuando era necesario contar con 2/3 de los legisladores presentes.
Década “ganada”
Durante el ciclo político del kirchnerismo, Oyarbide siguió estando en la plana mayor de los diarios. Tanto por sus decisiones judiciales como por su (creciente) nivel de vida.
Así, en diciembre de 2006 catalogaría el accionar de la Triple A como parte de los delitos de lesa humanidad. Un año después pediría la extradición de la expresidente Isabel Martínez de Perón, mandataria en el período en que actuaron esas bandas para-estatales contrarrevolucionarias.
Esas decisiones desatarían una resistencia de los sectores más conservadores del peronismo, entre ellos –y especialmente- de la burocracia sindical, que empapelaría la Ciudad de Buenos Aires con afiches con la leyenda “No jodan con Perón”.
En el mismo tono, en el año 2008 le revocaría la prisión domiciliaria al genocida Jorge Rafael Videla, enviándolo a una unidad militar en Campo de Mayo.
Oyarbide tuvo bajo su jurisdicción la investigación por el patrimonio de Cristina Fernández y Néstor Kirchner. En ese caso, ocurrido en 2009, el juez los sobreseyó a una velocidad record, provocando un enorme rechazo político y social.
En 2010, el actual presidente Mauricio Macri, lo denunció por un supuesto plan orquestado en común con el oficialismo nacional, para perjudicarlo, mediante el avance de la causa por el que se investigaba al entonces jefe de Gobierno de CABA por escuchas telefónicas ilegales.
Ritmo de la noche
Junto al protagonismo en el terreno político, Oyarbide fue también un asiduo personaje de la noche, que estrechó una relación con el mundo de la farándula y del espectáculo. Relación está ampliamente documentada por una cantidad importante de fotografías que lo ubican junto a integrantes de la farándula, cantantes, modelos y deportistas, entre otros.
En la década “ganada”, el nivel de vida de Oyarbide pareció ascender de manera meteórica. La ostentación de costosos trajes y lujosos relojes fue una de sus marcas. En ese marco, hace pocos años fue investigado por la posesión de un anillo que, según trascendió por dichos del mismo Oyarbide, costaba más de $U 250.000. Un test posterior indicaría un valor menor, pero inaccesible al conjunto de la población: entre $60.000 y $70.000.
Oyarbide demostró siempre gran capacidad de leer el período político en el que le tocó actuar. Fue un menemista explícito en los 90 y supo adaptarse a las políticas y el relato kirchneristas.
No está en duda que pudiera adaptarse a los aires de “cambio”. A pesar de sus idas y vueltas, fue siempre parte actuante de la casta judicial que defiende y garantiza el poder del gran empresariado. Desde esa perspectiva podría haber encontrado un lugar bajo la gestión Cambiemos. Lo que no parecía es que el nuevo elenco gobernante estuviera dispuesto a aceptarlo como uno de los suyos.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.