Charlamos con el reconocido sociólogo e investigador del CONICET, sobre temas como la cultura del aguante, las barras bravas y las dirigencias del fútbol y la historia del fútbol en Latinoamérica.
Agustín Palmisciano @AgusPalmisciano - Periodista del sitio Globalonet
Viernes 16 de octubre de 2020 21:00
Foto: sitio ladiaria.com.uy.
Es Doctor en Sociología por la Universidad de Brighton, profesor de la UBA e investigador del CONICET. Con un enfoque social, comenzó analizando los fenómenos de masas a través de la música popular en nuestro país, luego, pasó a hacerlo a través del fútbol siendo considerado uno de los primeros en abordar este tema desde las ciencias sociales.
Su trabajo se centra en lo que él llama “pérdida de identidad por parte de las instituciones clásicas” para ser reemplazada por instituciones que manejan otros fines ideológicos y económicos como los medios de comunicación y el deporte. Escribió libros sobre la influencia de las barras bravas, la cultura del aguante y la historia del fútbol en América Latina.
¿Cómo es la relación de las culturas de masas con el fútbol?
PA - El fútbol junta la cuestión popular y la cultura de masas. Lo llamativo, que a mí me obsesiona, es trabajarlo con los movimientos subalternos como lo popular. La gente que formé, o que trabajó conmigo, se dedica a esto de manera más específica con la antropología del fútbol, yo hago Sociología de las culturas populares.
Hace 30 años la justificación que ponía para trabajar la relación entre las masas y el fútbol era obvia. Hoy es más obvia todavía. El deporte es por excelencia, la mercancía de la industria cultural global. En 1969 hubo 300 millones mirando por TV la llegada del hombre a la luna, al año siguiente en 1970, 570 millones vieron la final del mundial de México entre Brasil e Italia. Ese dato siempre me estremeció.
¿La pandemia cambió la manera de consumir fútbol en Argentina?
Por un lado, dejamos de ver fútbol y cuando volvimos a verlo, comenzamos a ver un deporte al que nosotros llamamos así pero que es otra cosa. Ves jugar a Barcelona vs Bayern Munich o Leeds vs Liverpool y decís “Esto es otro deporte”. En Argentina se juega muy mal.
Actualmente en el fútbol argentino pesan mucho la “cultura del aguante” y los resultados. Por otro lado, también existe el sentido de pertenencia del hincha con el club ¿Cómo lo explicas a través de un ejemplo como Vélez, club del cual sos hincha?
Los primeros grupos de hinchas con los que trabajamos fueron Colegiales, Independiente y Huracán. Con encuestas y entrevistas administrativas, a partir de los resultados, verificamos que hay patrones en común, pero con distinciones. Vélez en ese sentido es bastante peculiar, está en el mapa de Capital y GBA porque la tradición barrial sigue siendo muy pesada, y por eso es difícil encontrar hinchas fuera del recorrido del Oeste, desde Caballito a Haedo. En general sus dirigentes vienen de agrupaciones barriales, vinculadas al territorio. En otros clubes eso ha dejado de existir. Verónica Moreira hizo un trabajo muy interesante que cuenta que en Independiente el modelo fue pasar de los caudillos locales a los sujetos que venían de afuera. Comparada y Grinbank son algunos de ellos, empresarios exitosos que llegan al club. No es lo mismo cuando las dirigencias son más locales.
Vélez arma toda una cuestión de Institución modelo porque sigue siendo barrial. Su hinchada también es peculiar, es la primera y única donde su líder, Raúl Gámez, llegó a ser presidente del club. Ese líder, un tipo de clase media con trayectoria de clase media, pertenecía a los grupos de una etapa heroica de la hinchada. No había armas de fuego, tráfico de drogas y todo ese tipo de “condimentos”. Las barras se mantenían con medios muy precarios, no era una máquina productora de negocios. Lo que hace Gámez cuando llega a la presidencia del club es mantener esa trayectoria barrial e institucional y la relación con la barra era absolutamente local. Sus negocios pasaban por cosas muy localizadas. Por ejemplo: en el momento que el estadio se transforma lugar de recitales, la seguridad en alianza con la comisaría 44. Entonces nunca van a haber disputas de poder o las sumas estrepitosas de dinero que es lo que suele transformar a las barras en unidades de negocios. Eso no es un modelo, no digo que sea lo que tenga que ser, sino que en Vélez funcionó de esa manera.
¿Se encuentran casos similares?
Lanús es un caso similar. Lo conocí por invitación del presidente de aquel entonces, Emilio Chebel, un tipo fenomenal que murió hace poco. Ellos plantearon un modelo de desarrollo futbolístico con Vélez como modelo. Chebel me dijo: “Nosotros copiamos exactamente lo que hizo Vélez, pero nos falta lo que hicieron ellos, ganar un campeonato”, que finalmente lograron. Pero en ese momento, segunda mitad de los 90s, Lanús ya tenía un departamento de asistencia de violencia contra la mujer, un caso absolutamente único en el fútbol argentino. Ahí se arremetía una fuerza territorial importantísima y apareció el desplazamiento de militantes juveniles peronistas y de la izquierda de los años 70s a dirigentes al club, gente muy comprometida con el territorio, que abandonan la política a partir de la represión de la dictadura y aparecen trabajando para el club. Además, tanto Lanús como Vélez, son clubes opositores a Grondona. El trabajo social vinculado al territorio, con un compromiso muy grande de los dirigentes, hace que no se encuentren casos de corrupción como en otros clubes. Hay un dato conmovedor, en la campaña presidencial de 1989 en River, la primera que gana Davicce, había competido el ex Embajador de Menem en el Vaticano y había puesto 3 millones de dólares para llegar a la presidencia del club. Uno automáticamente se tiene que preguntar cómo se invierte esa plata para alcanzar un puesto que es ad honorem.
El fútbol comenzó como un deporte elitista donde las clases humildes estaban relegadas, incluso los afroamericanos lo tenían prohibido. Con el tiempo el fútbol se vuelve un deporte popular en la práctica, pero dirigido por las mismas elites ¿Hay una reversión en ese aspecto?
No es una reversión total. Sencillamente se vuelve más plural y democrático. Es un invento de las elites, donde el modelo de inclusión va de arriba a abajo y no es que ahora se revirtió de abajo a arriba, sino que la burguesía le presta atención al fútbol porque también es un espacio de negocios y política. Macri no llega a ser presidente por ganar la Libertadores, pero Boca volvió visible a Macri con mucha más eficacia que cualquier campaña política. Por el otro lado, el fútbol creció en cuanto a públicos. Hay una estadística en Inglaterra que evidencia que los hinchas que asisten a los estadios son sujetos de entre 30 a 45 años y con un sueldo promedio de dos o tres veces superior al habitual. Esto es un fenómeno que se traduce como público adulto y de clases medias acomodadas. En Argentina, no hay datos para cuantificar eso, pero es claro que el fútbol llegó ampliamente a las llamadas clases medias. Donde más escalaron fueron como practicantes, jugadores que llegan de esos sectores a Primera. Esto significa que el fútbol no es solo una vía de escape para las denominadas clases populares, sino también para las medias.
¿Hay estereotipos que relacionan al jugador con la pobreza y al dirigente con la riqueza y el empresariado?
Se explica desde lo histórico, los jugadores siempre provenían de las clases populares. Era absolutamente excepcional que vinieran de las clases medias, pero esto cambia en los últimos 20 o 30 años y de manera acelerada. En cambio, los dirigentes eran tradicionalmente de sectores medios o medios altos, en general profesionales o industriales o comerciantes del pueblo, ciudad o del barrio. En los 90 cambió con la aparición de los súper empresarios. Hay casos anteriores excepcionales como el de Alberto J. Armando, aunque tampoco era un súper empresario, sino un comerciante adinerado. La burguesía industrial estaba lejos del fútbol. En los 90 la figura de Macri es clave, cambió todo de manera muy fuerte. Que el ferretero de Sarandí, no fuera un ferretero, sino un enorme corrupto lleno de dinero, no lo cambiaba de su modelo de ferretero de Sarandí. Mientras que, en cambio, la aparición de los Macri, Tinelli, Comparada o Lammens inclusive en menor medida, te habla de que ha habido una transformación, donde la burguesía industrial y financiera le empieza a prestar atención al fútbol como lugar de negocios. La proveniencia social de los jugadores no la podamos cuantificar, pero cambió. Algo notorio es la aparición de los hijos de los jugadores, pueden haber sido hijos de clases populares, pero ya no lo son, sino que son de buen pasar y acceden con mayor facilidad a jugar en Primera porque no los hacen pasar por las zonas que tuvieron que pasar sus padres. El estereotipo perdura, pero no porque exista sino por descripción.
En la sociedad que vivimos hoy, el futbolista ¿Cumple un rol de “prócer”?
Hasta Maradona podías pensar en el procerato, ahora ya no. Se podían entender una trama de significaciones complejísimas que incluían lo patriótico, lo popular. Maradona es el mejor ejemplo en el mundo y en la historia del mundo, en ese pasaje del deporte al procerato, con la idolatría y el mito. En el Siglo XXI se genera esta idea de figura espectacular, como mercancía, ya no son modelos espectaculares y heroicos o patrióticos. Está suprimido, ya no hay casos así en el fútbol mundial. Cuando se ve cómo funcionan los casos de Messi, Ronaldo o tantos otros, ves que lo hacen como estrellas del espectáculo.
¿Hoy el deportista es una marca?
Claro. Es por eso que resulta muy interesante lo que apareció en este tiempo muy reciente con ciertas figuras que decidieron volver a tomar un peso político, social y cultural. Pienso en Lebron James o Megan Rapinoe. Aparece la cuestión étnica, de género y de clase, pero son casos muy excepcionales, son sujetos y sujetas conscientes de su rol como mercancía, pero deciden transformarla a la vez en un hecho cultural político, social y cultural significativo.
¿El deportista norteamericano es la punta de lanza como ejemplo de lucha de derechos?
En el caso norteamericano, la cuestión étnica y racial está en el centro. La historia del deporte norteamericano se basa en el rechazo y luego la admisión de los negros, tanto en el fútbol americano, como en el básquet y el béisbol. Lo que denominan soccer es diferente, ahí el peso femenino es muy grande y en clases medias, sobre todo. Entonces creo que el fútbol norteamericano pudo incorporar más fácil y rápidamente este tipo de figuras como Rapinoe, o cuestiones reaccionarias a los casos de homofobia.
¿Qué rol juega el periodismo deportivo en Argentina?
El periodismo deportivo hegemónico es profundamente conservador y reaccionario. Además, está muy configurado por una cultura deportiva que es enormemente racista y lo reproducen todo el tiempo. Hay buenas voces como Ezequiel Fernández Moores, Alejandro Wall o Andrés Burgo. Pero en general, el periodismo deportivo suele ser parte de los problemas del deporte argentino, no parte de la solución.
Para ampliar sobre el rol del periodismo ¿Cómo ves el rol de la mujer?
Festejé en Facebook la llegada de Ángela Lerena a comentar los partidos de la Selección, ella fue mi alumna y le tengo cariño, pero veremos como lo hace. Lo cierto es que, al lado de Diego Latorre, es mejor, pero no por una cuestión de género sino por calidad. Esto es una cuestión importante, no se cuestiona si son tipos, se estima que si son hombres saben de deportes, como si hubiera una especie de continuidad según la cual, si tenés pito podés hablar de deportes y sino no. La única posibilidad en las mujeres es que hayas sido deportista, la única excepción fue Luciana Rubinska, que no fue deportista y pudo llegar a hacer Periodismo deportivo, después aparecen las jugadoras de hockey y listo.
¿Cómo analizas el feminismo en el deporte y los logros que se obtuvieron gracias al movimiento?
Es interesante el hecho de que “Chiqui” Tapia se presenta como el presidente de la igualdad de género, reconociéndose y jactándose de todos los méritos de una AFA que pone el dinero para profesionalizar. Sin embargo, es una “semiprofesionalización”, que es muy poco y con solo 8 contratos. Tapia argumenta hacer esto porque ellos son justos e inclusivos, y lo que no dice en ningún momento es que se llega a esta medida por una serie de hechos producidos por las mismas deportistas. Primero, la huelga de 2017, luego en 2018 las jugadoras de la Selección haciendo el “Topo Gigio” en la Copa América de Chile y más tarde el reclamo de Macarena Sánchez demandando a UAI Urquiza. Además, el estadio lleno de Arsenal en la previa a la clasificación al Mundial con militantes feministas. Quiero decir, que el fútbol femenino logra los espacios por ellas mismas, no por una concesión graciosa de los hombres. Ellos intentan hacer aparecer esa transformación como decisión masculina y no es así. Una de las compañeras dijo que el fútbol iba a ser femenino y feminista, y el presidente de la Subcomisión de Fútbol Femenino de AFA dijo: “No, no, femenino sí. Feminista no”. La aparición del fútbol femenino en nuestro país me parece el dato más interesante de los últimos años.
También aparecieron nuevas herramientas como la tecnología aplicada a la preparación ¿Qué rol juega en el fútbol argentino?
Es una de las ventajas de la globalización. Siguiendo con el caso del fútbol femenino, otro de los ejemplos de lo que pasa en Argentina es el técnico de la Selección femenina. Es un tipo que nunca se preparó para ser técnico del equipo femenino, está atrasado tecnológica y técnicamente. Lo voy a explicar con el síndrome Gorosito: el tipo aparece como el abanderado de la vieja guardia argumentando que hay mucho verso. Alta competencia no es verso. La alta competencia se pierde cierto dato romántico, pero es así. En el alto nivel se necesita la tecnología, la híper preparación y especialización. Acá hay 10 años de atraso como mínimo
¿Hay una falta de diagnóstico en Argentina que produce esta merma en los rendimientos?
Se plantean esas cosas de “la esencia”, de “lo nuestro”. En países como Inglaterra o Alemania hicieron un análisis de diagnóstico sin importar la esencia. Decidieron cambiar porque entendieron que es deporte de alta competencia y que para obtener resultados se necesita trabajo y adaptación a nuevas formas. Esto no implica pintar un cuadro maravilloso, la FIFA, la Bundesliga o la FA son organismos profundamente corruptos y cómplices en negociados feroces en lavado de dinero de capitales rusos, chinos o árabes. No es que estamos hablando de que para mejorar tenemos que ser Bayern Múnich, en lo más mínimo. Es algo que pasa en todo el continente sudamericano, está diez o veinte años atrás. Con excepciones de tipos como Gallardo o Heinze, que son estudiosos y atentos a estas modificaciones, pero no es lo dominante. Tampoco puede serlo porque las dirigencias son profundamente anacrónicas y básicas. El deporte es un campo para los lugares comunes y las verdades absolutas, el repertorio de convencionalismo y las cuestiones de la esencia.
A partir de tu trabajo en el libro Historia mínima del fútbol latinoamericano ¿Cuáles son las influencias sociales deportivas más destacables del continente?
Los casos más interesantes son el de Brasil, Perú y un caso poco conocido que es el de Honduras, un país que declara que el 90% de su población es mestiza, pero todos los jugadores de su selección son negros. Un caso típico de negación, algo así como en Argentina, donde se proclama que no hay negros, pero los vemos.
Uruguay, no es que asimila a los jugadores afroamericanos de manera sencilla, pero lo resuelven rápido, a mediados de la década de 1910 ya podían jugar. Está esa cosa de Uruguay como la Suiza de América, es más por ser una sociedad integradora que tuvieron los uruguayos hasta 1930. Inclusive comparado con Argentina. En cambio, Brasil tiene que esperar a después de 1930, había una prohibición explicita hacia los negros y el fútbol. Entonces la pelea es más grande y luego, el rol que cumplen esos negros es más decisiva en Uruguay. Brasil crea un modelo estilístico que se rompe con la aparición de Leónidas Da Silva en 1938, negro. El fracaso del mundial de 1950 lo catalogaron como culpa de Barbosa, el arquero negro. Y la colocación de Brasil como potencia mundial es en 1958, gracias a Pelé, también negro. A la vez, no ocurre lo mismo en países con culturas “indígenas”, donde no tienen ese peso por parte de los indígenas. Este dato lo encontré para la investigación del libro. En Perú, no había morenos hasta 1960, con el “Cholo” Sotil a la cabeza y varios otros. No había indios o descendientes incaicos en el fútbol peruano y en ese sentido el fútbol de Perú es muy llamativo porque junta los dos clivajes, los negros y los indios.
* Entrevista publicada originalmente por el autor en su sitio web Globalonet.