La reciente declaración de Pablo Casado, “el centro derecha vamos a liderar la lucha contra la ideología de género”, demuestra una doble ración de ignorancia.
Eduardo Nabal @eduardonabal
Martes 17 de julio de 2018
Foto: EFE
Prefiero no hablar mucho del más fiero de los cachorros de la caverna del PP, el señorito Pablo Casado, dado a los exabruptos cercanos al fascismo sin careta, al franquismo en bruto vestido de colegial.
Respecto a eso la ideología de su género carece de interés aquí. Pero su declaración reciente demuestra una doble ración de ignorancia. “El centro derecha vamos a liderar la lucha contra la ideología de género”, afirma como un salvapatrias venido de no se sabe dónde.
Evidentemente el Señor Casado ha errado en la geométrica, ya que su ideología (llamando hasta al fusilamiento de los muertos, como Lluís Compayns) nunca ha sido ni tenido nada centrista, pero además ha usado una expresión puesta de moda por la iglesia y, en concreto, algunas de sus sectas más conservadoras (como las que persiguieron a Judith Butler hasta el aeropuerto de Brasil con el crucifijo en la mano) para referirse a algo que existe (y pre-existe) de un modo u otro.
Sería como luchar contra la lluvia o la puesta del sol, ya que la “ideología de género”, adoptando esta expresión tan descargada de sentido, precede al sujeto y lo construye, es decir luchar contra la ideología de género es como intentar que no existan cosas como “la ideología” o “el género”.
Lo que se teme es el avance de los movimientos feministas, LGTB, queers y la reivindicación de sus derechos y libertades y ahí donde sitúan lo que llaman sin ton ni son “ideología de género”, como quién nombra a la “niña del exorcista”, para meter miedo a no se sabe quién. No obstante, la ideología de género no se crea ni se destruye, como mucho se transforma.
El macho futbolero, el matón escolar o el militar violador de los San Fermines, desprenden mucha más ideología de género de la que cabe en un frasco, si es que se pudiera medir o convertir en sustancia algo que funciona y circula en las redes del poder social y el saber que nos construye y nos define.
Ideología de género es que una chica sea nombrada en femenino nada más nacer, sea preparada de forma férrea para el matrimonio, la heterosexualidad y la maternidad obligatorias. En ese gesto socialmente aceptado hay tanta o más ideología de género que en una persona trans pidiendo su cambio de nombre o en una lesbiana adoptando un hijo.
En las migrantes que hacen todos los trabajos domésticos y los gays acosados en algunos trabajos están los efectos más nefandos de la “ideología de género” entendida de un modo totalitario y hasta virulento.
La relación de Trump con su esposa es un ejemplo vergonzoso y grotesco de la ideología de género como espectáculo mediático.
Pero el poder eclesial y su brazo más derechoso han adoptado (hecho suya) la expresión de marras para referirse, como he indicado, a los avances que suponen hacer visible y, por lo tanto cuestionar, esos universales de género, patriarcales, socialmente desiguales, heterosexistas y cisexuales que son el adalid de la más vieja y gastada “ideología de género”, esa que ha querido hacerse invisible pero que varía de cada cultura, de cada época y de cada persona.
Un término que se pierde en un bucle en el que se vuelve contra los que lo utilizan señalando la ideología de su género o el tipo de ideología que mantienen sobre los géneros, descubriendo la insulsa intención de su inane cruzada contra los avances sociales.
Casado, que sería algo así como el piolín de los que hoy lloran y se manifiestan contra la retirada de Franco de El Valle de Los Caídos, ya ha soltado nuevos dislates contra el 15-M, los derechos sociales pero claro está, sus conocimientos, son tan vacíos y oscuros como sobre la por él llamada “ideología de género”.
Eduardo Nabal
Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.