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Red Internacional
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Juventud. Palestina, una historia de lucha y resistencia

El pasado fin de semana se realizó el Encuentro Nacional por Palestina en la Ciudad de México, con la intervención de decenas de jóvenes de todo el país. Reproducimos acá la ponencia leída por Isabel Vega, estudiante de Estudias Latinoamericanos en la UNAM, militante del MTS y de la Agrupación Juvenil Anticapitalista.

Jueves 18 de julio de 2024 01:38

La lucha por la liberación de Palestina se ha convertido en una bandera común para decenas de miles en todo el mundo de oprimidos y explotados, que identifican en ella la lucha por su propia liberación.

La situación de Palestina hoy, condensa una larga historia de agravios por parte del colonialismo y el imperialismo, donde Israel representa lo más avanzado de la reacción imperialista en todo el mundo, y es la expresión más descompuesta de lo que el capitalismo en su fase imperialista es capaz de convertirse con tal de mantener sus conquistas.

Descifrar colectivamente el rumbo para la liberación Palestina y los pueblos oprimidos, es hoy una tarea de primer orden así como lo es recuperar la perspectiva de la revolución y de un horizonte distinto al de este sistema de miseria, que no tiene nada que ofrecer a la juventud, a la clase trabajadora, ni a los sectores oprimidos. Para esto es crucial entender las fuerzas que hay detrás.

Ahora bien, previo al periodo de coloniaje británico, Palestina era parte del Imperio Otomano qué después de la Primera Guerra Mundial fue repartido por los países imperialistas que habían alentado en Medio Oriente la lucha por su liberación del Imperio Otomano avivando sentimientos nacionalistas en la región.

El objetivo nunca fue “ayudar” a los pueblos árabes a conquistar su independencia, sino que detrás estaba el interés de garantizar los intereses de las potencias imperialistas que además guardaban una muy buena relación con el sionismo para obtener un mayor control en la región. Para esto la receta fue la anexión colonial a Gran Bretaña para después terminar de entregar el territorio palestino a lo que se conformaría como el Estado de Israel en 1948. El sionismo contó también con la ayuda de la URSS con Stalin a la cabeza, abandonando la defensa de la liberación palestina para ganar la simpatía de la población judía en su propio territorio.

El dominio otomano y posteriormente la intervención imperialista que llevó a la creación artificial del Estado de Israel, como explica Jabra Nicola, implicaron para Palestina una deformación de las fuerzas de desarrollo productivo. Al tener los sionistas el control casi total de la producción, se impuso un desarrollo productivo subordinado a las necesidades del mercado y los intereses de Israel y el imperialismo.

Todxs sabemos sobre las intifadas, gran expresión de la resistencia palestina contra la ocupación sionista y las políticas de exterminio, pero poco sabemos de luchas como la huelga general de 1936 contra la opresión británica con la clase trabajadora a la cabeza que duro seis meses, paralizando el transporte árabe y el puerto de Jaffa, exigiendo mejores condiciones laborales y la independencia nacional.

Las masas campesinas tuvieron también una importante lucha organizándose contra la usurpación de tierras por colonos judíos y británicos. Dicha revuelta fue derrotada por la represión y por la acción consciente de la federación Histadrut, bajo la dirección de los sindicatos y en colaboración con el sionismo defendiendo la ocupación. La dirección de la revuelta recayó en las familias palestinas acomodadas que antes eran terratenientes con el limitante de que no levantaban una política anticapitalista, ni antiimperialista.

De las intifadas, nos cuentan una historia que invisibiliza el rol de las masas autoorganizadas contra la ocupación y el imperialismo, presentándolas solo como resistencias espontáneas.

La primera Intifada tuvo lugar entre 1987 y 1991, en ella se organizaron comités populares que garantizaban la subsistencia de la población, la educación (escuelas de libertad clandestinas) y la salud. Existieron manifestaciones masivas, huelgas generales, se rechazo el pago de impuestos, y hubo boicot a empresas israelís. Para el primer año se contabilizaban unas 23,092 protestas.

Este periodo termina con los acuerdos de Oslo, firmados por Yasser Arafat, presidente de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), por Isaac Rabin, primer ministro de Israel y por Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos. Este pacto fue definido por el intelectual palestino Eduardo Saíd como “el Versalles de Palestina", en tanto que representa la firma de un acuerdo que se impuso sobre la represión y derrota de la intifada.

Los acuerdos fueron firmados por la OLP sin tomar en cuenta a las masas palestinas que llevaban 6 años organizando la revuelta mientras los líderes de la OLP se encontraban en el exilio, los acuerdos implicaron el reconocimiento por parte de Israel de un autogobierno palestino, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que tendría a la cabeza a la OLP como legítimo representante de los palestinos. A cambio, Israel se quedaba como el soberano del territorio ocupado, mantendría el control de las carreteras, y las fronteras con Egipto y Jordania, el territorio entre Gaza, Jericó y Jerusalén.

Estos acuerdos dieron pie a lo que se conoce como la política de los dos Estados, ampliamente reconocida por los organismos internacionales y por los gobiernos de todo el mundo y por el imperialismo, como "la mejor solución pacífica posible" -dentro del orden imperialista mundial- para dos pueblos en supuesta disputa por el territorio, lo que en última instancia implica desconocer el histórico reclamo del pueblo Palestino por su legítimo derecho a la tierra que les ha sido arrebatada por la ocupación sionista. Said escribía ya en ese entonces que con los acuerdos firmados por la OLP con el hospicio del principal aliado del sionismo, Estados Unidos, esta organización ahora erigida como gobierno, ponía fin a la intifada que “encarnaba el derecho palestino a resistir”.

A pesar de la debilidad objetiva de la clase trabajadora y de los sectores populares palestinos en un contexto de ocupación y genocidio, el pueblo palestino tiene una muy importe tradición de lucha y resistencia. Es necesario discutir hoy quiénes son los aliados en el camino por la liberación palestina, y quién puede ser el sujeto que empuje hacia un levantamiento triunfante que rompa con el yugo sionista e imperialista, pero también con el capitalista.

La historia palestina ha demostrado que no pueden haber medias tintas en el camino por la liberación. Las burguesías o clases acomodadas de Palestina (hoy aniquiladas casi por completo producto del genocidio), de Medio Oriente y ni qué decir de Israel y los países imperialistas, son incapaces de llevar hasta el final las tareas democráticas: autodeterminación, el problema de la tierra, acabar con el apartheid y con la estructura racista, pues esto implicaría enfrentar los intereses imperialistas.

Los acuerdos de Oslo demuestran que no hay salida intermedia, pues la existencia misma del Estado sionista implica la aniquilación del pueblo palestino.

Yo quiero decirles que hay otro camino, el que marcó la revolución Irán en 1979 y la Primavera árabe y que hoy retoman las movilizaciones multitudinarias en Yemen, Líbano e Irán. La clase trabajadora de la región y de los países imperialistas y semicoloniales tiene la palabra, puede imponer con paros, huelgas y movilizaciones la parálisis de la industria de guerra, del transporte, del envío de armas, puede conmover a la población israelí y combatir un sentido común racista y colonialista, que de preservarse y subsistir, hará imposible cualquier solución favorable a las masas palestinas.

Es indispensable combatir el pensamiento reaccionario de la población de Israel que apoya el genocidio, fortaleciendo la lucha que judíos israelíes dentro y fuera de dicho territorio han levantado, cuestionando al sionismo y denunciando el genocidio, enfrentando la represión del gobierno de Netanyahu y el ejército.

Como en el 2011, el proletariado egipcio podría paralizar el canal de Suez y frenar todo el envío de petróleo a Europa si Israel no garantiza un alto al fuego. Retomemos la mejor tradición de la lucha palestina y del pueblo trabajador semita contra las elites fundamentalistas religiosas, las oligarquías y el imperialismo.

Solo el desarrollo de una alternativa política que plantee una perspectiva revolucionaria y que busque vincular la lucha contra el alto al fuego, el fin del genocidio con la lucha contra el capitalismo como sistema de expoliación, miseria y explotación, puede proponer una política que apunte al desmantelamiento del Estado de Israel a partir de la movilización revolucionaria de las masas obreras y populares de la región, y de su autoorganización para crear nuevos órganos de gobierno, como los shoras, consejos obreros y populares que organizaron la revolución iraní.