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Red Internacional
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CÓRDOBA / PRIMERO DE MAYO. Pampita vestida de explotación laboral

En un evento internacional, la modelo usó un vestido de una marca cordobesa que tiene a sus empleados en negro a pesar de facturar fortunas.

Miércoles 1ro de mayo de 2019 13:46

El nombre KIKA, ligado a Pampita, resonó en estas últimas horas en diversos programas de la tarde y portales de internet. Se trata de una marca cordobesa que cuenta actualmente con un taller en el que hacen fabrican jeans, dos sucursales minoristas y una mayorista. De ahí proviene el famoso vestido de lurex de $ 750 que usó la modelo, conductora del espectáculo y actual jurado de “Show Match”, por lo cual le pagaron 10.000 dólares a cambio de publicidad.

A medida que la noticia se viraliza, la bronca de la juventud trabajadora que hizo una experiencia laboral en alguno de sus locales o que conoce a alguna persona que trabajó allí, empezó también a expresarse. Siendo la voz de quienes, por miedo al perder el laburo no pueden denunciar las condiciones de precarización laboral que tienen que aguantar.

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Ahora bien, ¿qué hay detrás de esta marca de ropa de mujer que se caracteriza por revender indumentaria de moda a un costo relativamente bajo, llegando masivamente a un público joven?

La empresa no solo no respeta la ley de talles, reproduciendo los estereotipos dominantes de belleza femenina, sino que además tiene en su haber antecedentes de juicios laborales.

“Cada local de KIKA factura fortunas” dice una ex trabajadora que fue despedida sin previo aviso y sin cobrar indemnización. Ella sostiene que “aunque suene ilógico siendo una marca que funciona ‘tan bien’ como para desembolsar esa suma grotesca en publicidad, tiene al 90 % de sus más de 100 empleados en negro. Solo tienen en blanco a los encargados, personal jerárquico y algunas chicas embarazadas, para protegerse de algún posible juicio”.

La joven continúa diciendo: “Esta empresa además evade millones de pesos y lo puede decir cualquier persona que haya ido a comprar al mayorista y que no ha podido acceder a una factura completa de la compra. Si piden factura, se les cobra un extra por el IVA, por lo cual optan por no pedirla o por facturar una pequeña parte de la compra”.

Mientras que los principales afectados son los trabajadores y, en menor medida, quienes compran la ropa al por mayor para revenderla en algún pequeño negocio de barrio, los que salen ganando siempre son los dueños de KIKA, dos hermanos que visten Louis Vuitton y viajan por el mundo. “Es conocido por todos los que hemos trabajado ahí que también hacen arreglos chanchos ‘por debajo de la mesa’ con el Ministerio de Trabajo, ya que cada auditoría que realizan en alguno de sus locales pasa como un papeleo más, como así también cuando llegan empleados de AFIP”.

Pese a que la “levantan en la pala”, la joven comenta que este año cerró una de las sucursales minoristas y despidieron a unos 15 empleados y empleadas. Los despidos empezaron en diciembre y continuaron hasta los primeros días de febrero, sin previo aviso, y solo se abonó el mes trabajado más lo correspondiente a una parte de las vacaciones y horas extras de diciembre. “Pero a algunas ni les pagaron y a otras le pagaron solo la mitad, obviamente todo esto sin indemnización. Ni siquiera indemnizaron a dos de las empleadas que estaban en blanco”.

Agrega indignada: “Así dejaron sin laburo a muchas chicas y chicos con niñes pequeñes y familias a cargo. No les importó nada, y lo siguen haciendo. Muchas chicas no se atreven a hablar ya que necesitan realmente el trabajo y se bancan trabajar con la presión de un objetivo de venta de 300 mil pesos por semana, que es bastante imposible en esta época. Ni siquiera comisionan por las ventas, hacen tareas de call center y tienen que aguantar el volumen alto de la música en los locales, donde no podés escuchar ni a los clientes. Pese a que ha habido quejas, los dueños dicen que el volumen alto es una estrategia de marketing”.

Por último, cuenta el día que fue despedida sus compañeros y compañeras empezaban a ponerse mal “les dije a todas ‘¡Basta, no es el fin del mundo este trabajo, merecen estar en uno mucho mejor! Así que dejen de pelearse y sacarse el cuero entre ustedes porque los de arriba se las están devorando’. A todo esto, estaba la encargada detrás mío”, cierra con picardía.

En este Primero de Mayo, la rabia de esta joven, a la que se le suman distintas anécdotas que confirman la impunidad de la marca y los mensajes de solidaridad que recibió, reflejan la realidad de miles de jóvenes que sufren estas condiciones de explotación en el comercio, realidad que, por cotidiana, a veces se invisibiliza ante los ojos de los clientes.

Lejos de tratarse de una excepción, esta realidad resulta ser la regla para cientos de miles de trabajadores de Argentina que sufren hace años la inestabilidad laboral, largas horas de trabajo y bajos salarios. Realidad que se profundiza y empeora aún más en el marco de la crisis económica con el pago a la deuda externa y el plan del FMI.

¿Hasta cuándo los jóvenes y las mujeres seguiremos siendo uno de los grupos más afectados, mientras una minoría se hace la fiesta en detrimento de nuestras condiciones de vida y de nuestra salud? Es este el desafío que se plantea para la mayoría abrumadora que no tiene las ganancias de estos empresarios.