Trabajadores del sector de técnica de la Línea 60 entregaron regalos a Leandro, hijo de David Ramallo, asesinado por la desidia patronal el 9 de septiembre de este año.
Sábado 24 de diciembre de 2016
Apenas pasadas las 14 horas, un trabajador jubilado de la línea 60 llegaba a la cabecera de Barracas Seitur. Era el encargado de portar un disfraz de Papá Noel. Mientras tanto, Eva, Alexandra y Leandro esperaban en la puerta de la cabecera. Son la madre, esposa e hijo de David Ramallo, un electricista que el pasado 9 de septiembre fue aplastado por una unidad como resultado de la ausencia de las medidas de seguridad correspondientes.
Se notaban los movimientos adentro de la línea. Las grafas marrones del sector de técnica, sector donde fue asesinado el compañero, se veían ir y venir. Leandro, el niño, estaba inquieto y serio. Como tantas otras veces, pensó que iba a acompañar a su madre y abuela a la cabecera de la Línea, en búsqueda de justicia.
Salió un compañero a saludarlos y le sugirió a la familia una idea: colocar un cuadro de David en la sala de refrigerio con la frase "Si me olvidan, me asesinan dos veces". Es que la patronal MONSA - DOTA busca que su crimen pase al olvido, para cerrar el círculo de impunidad que le permitió habilitar la cabecera de Barracas a pesar de las denuncias de los trabajadores. Pero la familia y sus compañeros buscan de todas las formas mantener viva su memoria, en el camino de lucha por castigo a los responsables.
Más tarde, desde adentro de la cabecera dieron la señal y pidieron que la familia se acercara a la puerta. Un colectivo se detuvo y se abrieron las puertas. De repente, bajó Papá Noel con una bicicleta y una pelota de Independiente (cuadro de fútbol de David), escoltado por los compañeros del sector de Técnica de la 60. Leandro salió corriendo a abrazar a ese compañero jubilado de su papá, vestido de rojo. Su carita de sorpresa, la sonrisa llena de ilusión y su "Gracias Papá Noel" daban cuenta de lo enorme de ese pequeño gesto de compañeros, que por un día jugaron a las escondidas para poder sorprenderlo. El barbudo mostraba al niño una bolsa blanca llena de cartas, donde "también estaba la suya", y lo felicitaba por haberse portado tan bien. Todos los presentes, sus compañeros y su familia intercambian abrazos, entre lágrimas contenidas y otras que no se pueden ocultar.
El caso de David Ramallo, así como el de Matías Kruger, el joven que perdió recientemente la vida en el subte por la desidia de la empresa Metrovías SBASE, son emblemáticos. Y la respuesta de sus compañeros fue contundente. Realizaron un paro para demostrar que no van a permitir que las patronales se carguen con más muertes obreras.
Según los datos oficiales de la propia Superintedencia de Riesgos del Trabajo, son 449 trabajadores en blanco los que mueren al año en la Argentina en lo que ellos llaman "accidentes laborales". Es decir, cada 20 horas una familia llora a un ser querido fallecido en manos de este sistema. Estas cifras no contemplan a los trabajadores en negro y precarios, a quienes el Estado capitalista no les da el derecho siquiera a ser contados.
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Una bicicleta y una pelota no devuelven a un padre, un disfraz no seca las lágrimas. Pero gestos, como el que hoy tuvieron los compañeros de David, muestran que el camino de la solidaridad obrera es el único que da fuerzas para seguir luchando por justicia y castigo. Justicia para los que no están y castigo a las patronales, las instituciones y gobiernos copartícipes y garantes de la impunidad. Por sus hijos, levantando las banderas de sus familias, tanto unos como otras muy nuestras, de cada trabajador, sea del sector que sea.
Papá Noel existe, es jubilado y manejaba un colectivo.