Mientras la pandemia sigue golpeando, el gobierno sueco continúa con su política negacionista y carga las tintas sobre los inmigrantes.
Martes 12 de enero de 2021 13:15
Sobre la gestión sueca del coronavirus, hemos escrito anteriormente. También, habíamos señalado cómo Suecia se convirtió en modelo para la derecha en los EE. UU. y para los negacionistas del Covid-19 italianos e internacionales.
Desde el punto de vista de las medidas sanitarias, además de las “recomendaciones” sobre el distanciamiento y la sugerencia de quedarse en casa todo lo posible, las únicas novedades dignas de mencionar, introducidas entre octubre y noviembre con el comienzo de la segunda ola, son probablemente la prohibición de las reuniones de más de ocho personas y el expendio de bebidas alcohólicas después de las 22 horas. El gobierno y la Folkhälsomyndigheten se mantienen en cambio contrarios al uso de tapabocas, precaución adoptada por la mayoría de los países del mundo (excepto Bielorussia y algunos países africanos).
La Folkhälsomyndigheten es la agencia de salud pública a quien el gobierno socialdemócrata ha confiado, en la practica, “plenos poderes” en materia de COVID desde el inicio de la pandemia. A pesar de que sus evaluaciones se revelaron casi siempre erradas, sobre todo acerca del número de contagios y muertos, cinco y seis veces más respecto del resto de los países escandinavos, la confianza de los suecos en esta institución se considera del 80-85%. El epidemiólogo de estado Anders Tegnell (cuyo retrato cuelga incluso en algunos comedores públicos a lo largo y ancho el país) es la cara de la Folkhälsomyndigheten y de la “vía sueca” en cuando a la gestión de la pandemia. Él, el grupo de expertos del cual es portavoz, el gobierno, el parlamento y aparentemente el 80% de los suecos creen que el tapabocas (de cualquier índole) es superfluo o incluso puede resultar dañino.
Para sustentar esta afirmación fue difundido en todo el país un estudio danés, el cual, sin embargo, solo afirma que el tapabocas no impide la entrada del virus desde un ambiente externo, pero si frena la salida, expulsión, del virus por la vías orales [1]. Sacar la conclusión que este estudio no pone en discusión la utilidad del tapabocas y solo subraya que es eficiente solo si es utilizada por todos, es una obviedad. Sin embargo, en Suecia, lograron hacer pasar un mensaje según el cual este estudio sería una prueba a favor de la estrategia de laissez-faire adoptada: el estudio es citado con frecuencia por políticos, periodistas y usuarios de redes sociales para defender la actuación del gobierno sueco e insinuar que la obligación del uso de tapabocas, introducido por la mayoría de otros países, no tiene fundamento científico alguno y sea mas bien, una medida “populista” tirada locamente por los gobiernos a sus pueblos con el objetivo de garantizar una aparente sensación de seguridad.
Mientras tanto, también las escuelas primarias mantienen el dictado de clase en forma presencial. Al principio la Folkhälsomyndigheten había declarado que los hijos de padres con COVID positivo tendrían que concurrir a clase. Después de alguna perplejidad expresada por los gremios de maestros, los grandes “expertos” de la estrategia sueca, por lo menos sobre este punto, tuvieron que cambiar de idea, declarando que, por precaución, también los hijos de COVID positivo tendrían que quedarse en casa.
El chivo expiatorio de los inmigrantes
El número de muertos y de contagiados, especialmente si se lo compara con los otros países escandinavos, no parece estar de parte de la estrategia adoptada por el gobierno sueco. Tegnell, como portavoz de la Folkhälsomyndigheten, tiene que reconocer esto, así como el gobierno que lo ha designado y reconocer también que la terapia intensivas, en algunas regiones, estaban colapsadas al 99% en el mes de diciembre [2].
Tegnell, no pudiendo disfrutar ni tampoco sacar siempre ventaja del clima de paz social y acuerdos (a la baja) de la política sueca, se encuentra a veces obligado a contestar preguntas incómodas de periodistas extranjeros, tendencialmente más críticos sobre su estrategia, comparado con sus colegas autóctonos (los medios suecos en efecto, se inclinan todos por la paz social del gobierno de turno, mucho mas de lo que sucede en cualquier otro país capitalista europeo).
Cuando Tegnell contesta a los periodistas extranjeros, por lo general, balbucea. Un ejemplo es lo acaecido semanas atrás: ante la pregunta de un periodista de la RAI sobre el porque el número de muertos en Suecia era seis veces mas elevado que el de Noruega (la pregunta fue: “¿Cómo explica el alto número de muertes?”), Tegnell expone una exquisita tautología: “Nuestro número de muertos en primavera era alto, pero ahora no es tan elevado, aunque es elevado”. Aún teniendo en cuenta las dificultades en comparar las estadísticas de distintos países, resulta sensato la comparación de Suecia con el resto de Escandinavia, por las similitudes, como la baja densidad poblacional, el clima y algunos elementos antropológicos-culturales, como el “distanciamiento social” inherente al comportamiento nord-europeo. Por estas razones la comparación con Noruega o Dinamarca resulta sumamente incómodo a las autoridades suecas.
Sin embargo, una de las exteriorizaciones mas interesantes desde el punto de vista político concierne a una idea que se esta instalando en estos días: si por un lado se tiende a negar que la crisis sanitaria en Suecia es mas grave que en otros países, al mismo tiempo, se busca atribuir la culpa a factores externos, por ejemplo a los inmigrantes. Solo en el mes de noviembre hubo 985 víctimas en Suecia (97 por millón de habitantes: Suecia tiene alrededor de 10 millones de habitantes), 128 víctimas en Dinamarca (22 por millón: sobre alrededor de 5 millones de habitantes), 69 en Noruega (13 por millón de habitantes: sobre una población aproximada de 5 millones), 49 en Finlandia (10 por millón de habitantes: sobre una población de 5 millones). En una entrevista televisada a Anders Tegnell un periodista (sueco esta vez) le preguntó nuevamente sobre el motivo de esta diferencia en la cantidad de muertes entre estos países. Su respuesta fue que en Suecia, como en otros países europeos donde hubo muchas víctimas de COVID-19, existen “grupos de emigrados que tuvieron un rol importante en propagar el contagio” (sic).
“En las semanas pasadas”, escribe Simone Scarpa (docente de sociología en Umeå), “la misma explicación fue propuesta por algunos comentaristas televisivos de la pandemia, notoriamente alineados a la “izquierda” (por ejemplo Agnes Wold, Jonas Ludvigsson y Sven Román)”.
Ninguno, sin embargo, ha mencionado que muchos inmigrantes en Suecia tienen trabajos de baja calificación, lo cual no les permite trabajar en casa debiendo hacerlo en contacto con otras personas, que tienen salarios bajos y viven muchas veces en departamentos abarrotados, en barrios periféricos desde donde están obligados a movilizarse en transporte público a una ciudad donde nadie usa tapabocas. “Habiendo hablado, por motivos laborales, con muchos de ellos”, nos cuenta Scarpa, “no me llama la atención el silencio de tantos estudiosos que, en las universidades suecas, se ocupan de inmigración y relaciones étnicas (...) Probablemente continuarán como si nada, con sus estudios sobre lo fea y mala que es la U.E.”
Ayer el diario Expressen criticó la hipótesis, expresada, entre otros, también por Anders Tegnell, según el cual el mayor número de muertos por COVID-19 en Suecia es atribuible a un porcentaje superior de inmigrantes en el país. En efecto, dice el periodista de Expressen, el número de muertos fue mucho más alto en la región septentrional del Norrland sueco que en los otros países nórdicos. El Norrland tiene mas o menos la misma densidad poblacional y el mismo porcentaje de inmigrados (no europeos) que Dinamarca, Finlandia y Noruega, pero tuvo un número 4-5 veces superior de muertes.
El periodista del Expressen pidió un comentario sobre el artículo en la conferencia de prensa de ayer, a la cual no asistió Anders Tegnell, sino su “vice” Karin Tegmark Wisell. Según ella, Tegnell no ha dado una explicación mono-causal dado que seguramente han intervenido muchos factores al mismo tiempo, incluido los demográficos. En lo que se refiere a la teoría de los “migrantes-esparcidores” le ha dado una mano al colega aclarando que: “no cuenta tanto el porcentaje de inmigrantes en Suecia sino los viajes que estos han realizado a los países de origen y la interacción con familiares y conocidos que han tenido. Sabemos en efecto que el virus estaba presente en otros países antes de llegar a Suecia. Además la demografía del Norrland es muy heterogénea, hay áreas con alto porcentaje de muertes y otras con bajo porcentaje. Es necesario examinar la razones de estas diferencias. Han intervenido sin lugar a duda muchos factores pero uno de ellos podría ser la gran cantidad de viajes al exterior realizados por los inmigrantes, aunque es una hipótesis, que todavía tiene que ser verificada comparándola con otros países”.
A pesar que Tegnell ha reconocido haberse expresado mal sobre este tema, Tegmark Wisell siguió insistiendo que los viajes al exterior tuvieron un rol importante (!), sin tener en cuenta las condiciones en la cual viven los inmigrantes en Suecia, que seguramente tuvieron un rol importante para la difusión del contagio (ejemplo del hacinamiento, etc.). Para Scarpa queda claro que el análisis de las autoridades sanitarias suecas no son otra cosa que una versión más elaborada de los memes de Salvini”.
Para concluir, la socialdemocracia sueca en crisis, no solo es responsable de haber depositado su confianza, para la cuestión del Covid-19, en un grupo de pseudo científicos, cuyo experimento social (el de inmunidad de rebaño pre-vacuna) lo pagan en primer lugar las clases menos acomodadas, los trabajadores, los precarios y los inmigrantes, sino que habilitó su difusión a través de sus periodistas, su prensa y sus representantes políticos con capacidad de difundir a nivel nacional e internacional los argumentos racistas y chovinistas mas vulgares.
Quien haya leído nuestros artículos sobre Suecia, sabrá que estas tendencias racistas y/o chovinistas/nacionalistas no son extrañas ni a la socialdemocracia actual ni a su historia (Suecia fue el primer país del mundo en fundar en 1922 el primer instituto de biología de la raza). Seguramente el lector con cierto conocimiento no habrá quedado particularmente impresionado por lo anteriormente relatado. Sin embargo con este y otros análisis anteriores nos estamos comprometiendo, como marxistas, a no ocultar la verdad sobre la política y la sociedad en Suecia que por muchos años fue “mistificado” por la izquierda reformista mundial. Esto seguramente por confusión ideológica que todavía hoy prevalece, acerca de la definición y la relación entre los conceptos de libertad y emancipación o más simplemente la idea de que es el socialismo.
Obviamente “nuestra” verdad es aquella que expresa el punto de vista de la clase trabajadora y que el modelo sueco nos enseña que la socialdemocracia no representa el futuro que deseamos, que poco y nada tienen que ver con la solidaridad y la igualdad de una sociedad sin clases. Mas bien representan un individualismo “post-moderno” con un tinte rojo-marrón de estatismo, nacionalismo y chovinismo.
*Nota publicada originalmente el 19-12-2020 en https://www.lavocedellelotte.it/2020/12/29/per-la-socialdemocrazia-svedese-la-crisi-sanitaria-e-colpa-degli-immigrati/