A propósito del decreto de AMLO en torno a las fuerzas armadas, recordamos lo que la militarización ha traído para las mujeres,¿ desde hace ya más de 12 años.

Joss Espinosa @Joss_font
Lunes 11 de mayo de 2020
Por decreto presidencial se da facultades a las fuerzas armadas para que tomen tareas de seguridad pública. Después de iniciada la militarización en el sexenio de calderón, AMLO decreta que el ejército y la marina, junto a la Guardia Nacional, permanecerán en las calles y barrios al menos hasta 2024.
Esto está lejos de las promesas de campaña en las que se proponía que las FFAA salieran de las calles. Vimos un primer límite y retroceso en su propuesta con la implementación de la Guardia Nacional, sin embargo, con el decreto, queda claro que la política del gobierno en materia de seguridad sigue siendo la militarización.
Esto a espaldas de los reclamos de familiares de víctimas que exigían que los militares regresaran a los cuarteles. Después de los “foros por la paz” en lo que las familias reclamaban que se pusiera un alto a la militarización, AMLO la refuerza con este nuevo decreto.
Esto se da incluso ignorando las recomendaciones de organismos nacionales e internacionales de DDHH, en lo que demandan que son las FFAA las responsables de la mayoría de las violaciones a derechos humanos en México.
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¿Qué significa la militarización para las mujeres?
En medio del mar de violencia que ha dejado la implementación de la militarización a nivel nacional, las mujeres vimos cómo el feminicidio y la desaparición de mujeres aumentaba exponencialmente.
Cada vez se veía de forma más clara que eran los militares quienes cometían estos crímenes y que estaban asociados con las redes de trata, que han traído como consecuencia la desaparición de miles de mujeres mexicanas y migrantes en todo el territorio.
El gran experimento fue Ciudad Juárez. Una ciudad obrera inundada por la maquila, receptora de migrantes que se convierten en mano de obra barata femenina. Desde ahí vimos como el feminicidio aumentaba de forma acelerada, algo que se se incrementó con la entrada de los militares tras la "guerra contra el narco" para luego extenderse a todo el país. Las madres de Juárez fueron un ejemplo de lucha en contra de este terrible fenómeno. Algo que señalaron desde esos primeros años fue que, efectivamente, la militarización exacerbaba la violencia en contra de nosotras.
Las cifras no mienten, los casos de feminicidio aumentaron de 4 a 8 por día desde que se decretó la militarización, y en el último periodo hemos visto cómo está cifra llego a los 11 feminicidios diarios.
Lo que vimos en Ciudad Juárez se extendió como cáncer en toda la república. De forma particular en los lugares que tenían una composición similar a dicha ciudad, espacios precarizados, con alta composición de mano de obra femenina barata y con la implementación de la militarización. Así fue como el Estado de México, y particularmente Ecatepec, superó aceleradamente a Ciudad Juárez en cifras de feminicidio.
Así es como queda claro, que el feminicidio avanza sobre todo en los sectores más precarizados. Fueron en su mayoría mujeres trabajadoras y jóvenes precarizadas quienes eran halladas asesinadas, demostrando que la violencia feminicida tiene carácter de clase.
Pero el feminicidio no solo afectaba a las víctimas y sus familiares, se ha vuelto un mensaje claro para todas las mujeres que estamos en las mismas condiciones: si sales de casa, si trabajas, si no cumples con tu rol, puedes ser asesinada. Un verdadero mensaje aleccionador contra el movimiento de mujeres emergente en México. Todo esto bajo la tutela de la enorme impunidad que impera en el Estado mexicano.
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Necesitamos frenar la militarización y un plan integral contra la violencia
Queda claro que para la 4T las mujeres no somos prioridad. Esto es evidente con los dichos conservadores del presidente, que naturalizan que sobre nosotras recaiga el trabajo doméstico y niegan el aumento de la violencia en los hogares desde iniciada la cuarentena. También lo demuestra que el Morena, pese a tener la mayoría en las cámaras, no haya despenalizado el el aborto a nivel nacional, mientras que se apresura en reforzar la militarización.
También queda visible esto cuando vemos que se invierten millones en la Guardia Nacional, mientras los recursos para refugios transitorios para mujeres víctimas de violencia están detenidos. Peor aún, en un momento en el que las llamadas de auxilio y la violencia dentro de las casas a aumentado por la cuarentena producto de la pandemia.
Desde Pan y Rosas, tenemos claro que el feminicidio no va disminuir con más policías y militares en las calles. Lo que se necesita es un plan de emergencia contra la violencia hacia las mujeres, que contemple otras medidas que no sean la militarización y cuestione el carácter estructural de la violencia, garantizando todo derecho mínimo posible. Enfrentar el feminicidio hoy significa exigir la desmilitarización inmediata de todo el país y diminuir la violencia que vivimos.
Por ejemplo, licencias laborales y escolares para mujeres víctimas de violencia, con goce de sueldo. Aumento en los refugios transitorios, para que las mujeres puedan salir del espacio donde son violentadas. Condiciones de trabajo dignas para las mujeres y planes de vivienda accesibles para que las mujeres no dependan económicamente de sus violentadores.
Para los casos de feminicidio y desaparición, hace falta poner en pie comisiones de investigación independientes, conformadas por organizaciones de mujeres y sociales, especialistas, y familiares de víctimas, pues no confiamos en sus fiscalías ni en sus juzgados que actúan patriarcalmente.
El presupuesto para ello puede venir de quitar el presupuesto implementado a la GN, y los impuestos progresivos a las grandes fortunas, que se enriquecen de la mano de obra de miles de mujeres.
La exigencia de desmantelamiento inmediato de la redes de trata, con las cuales están coludidas instituciones y las FFAA.
Todas estas son medidas, que pueden formar parte de un plan de emergencia, que sí contemple las necesidades de las víctimas, y no el reforzamiento de la militarización a nivel nacional. Pero queda claro que no podemos esperar a la voluntad de un gobierno que nuevamente tiene oídos sordos a la violencia, y peor aún la niega.
Por ello, necesitamos un movimiento de mujeres, independiente, combativo y en las calles, que en alianza con el conjunto de la clase trabajadora, arranque estas medidas mínimas para cuidar la vida de las mujeres.