Parásitos es una película Coreana del premiado director Bong Joon-ho. Cuenta la historia de dos familias cuyas diferencias de clase se ponen de manifiesto por el contraste de sus modos de vida.
Julio Urquia @discipulodemarx
Lunes 9 de diciembre de 2019
«Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.»
Julio Cortázar
El espacio es vital para la familia Ki-Taek, que a duras penas sobrevive en casi un sótano muy pequeño donde más que luz y aire fresco solo entra el humo de las fumigaciones. Por otro lado, la familia Park posee un hogar amplio e idílico con parque propio donde siempre se puede disfrutar del sol.
El antagonismo en tono de comedia negra comenzará cuando los Ki-Taek, en busca de un mejor porvenir asciendan la cuesta para encontrarse con los Park. De esta forma, como en la Casa Tomada de Cortázar, el espacio metafórico de la Casa se torna un terreno en disputa donde el “nosotros y ellos” entra en conflicto.
Los personajes fueron construidos en función de la comedia escapando a los estereotipos de la burguesía y la clase trabajadora. La trama no para de producirnos incomodidad ante situaciones que nos resultan familiares. Los patrones siempre amables, pero con una constante desconfianza en sus empleados, con cierta fobia olfativa y pendientes de que sus subordinados no pasen ciertos límites. Los trabajadores en su precariedad cotidiana parecen estar motivados solo por lograr obtener el sustento necesario para vivir. Esta pelea por la más básica supervivencia se sostiene desde el discurso con frases del tipo “preocupémonos por nosotros”, una especie de sálvese quien pueda muy propio del contexto neoliberal.
La tecnología y la naturaleza están presentes recordándonos que lo que para unos es una fuente ilimitada de posibilidades para otros es una señal de wifi inaccesible, así también un día de lluvia o un día de sol, tienen un sentido muy diferente según nos ubiquemos por arriba o por debajo de la división de clases.
El ritmo de la obra va en aumento hasta alcanzar un final que adquiere tintes de thriller logrando un cierre muy efectivo.
Feos, sucios y malos
El contexto de Parásitos es el de un país tomado como ejemplo por buena parte de la clase dominante. Calificado como un “Tigre asiático”, Corea del Sur en solo 25 años pasó de ser un país productor de materias primas a ser la undécima potencia económica mundial.
Pero ese éxito macroeconómico tiene un pasado de dictaduras con cobertura imperialista. Actualmente, como se observa en el film, el país tiene un régimen de empleo flexibilizado con mínimos derechos que por estos días alcanzó una tasa de desempleo a niveles históricos. Es así que vemos a los protagonistas de la historia, disputar con sus pares los pocos puestos de trabajo disponibles. Ellos son mano de obra calificada, capaces de cubrir con solvencia cualquier puesto, pero sin posibilidades de encontrarlo.
La familia Ki-Taek representa lo que Matías Maiello, en un artículo Revuelta y revolución en el siglo XXI llamó “perdedores relativos”, que son “aquellos que de alguna manera lograron algún avance (aunque más no sea salir de la pobreza) y vieron sus expectativas de progreso frustradas por la crisis”. Así, hoy Corea del Sur lidera la trágica lista de países con más suicidios, los que afectan sobre todo a los jóvenes. En contraste con ese panorama, en el mes de julio La Confederación de Sindicatos de Corea (KCTU según su sigla en inglés), una de las dos centrales más grandes del país, realizó múltiples huelgas en todo el país en protesta contra las políticas laborales del gobierno de Moon Jae-in.
Ganadora este año de la Palma de Oro a mejor largometraje en el Festival de Cannes. Parásitos todavía no tuvo estreno comercial en Argentina y solo fue exhibida en La Semana de Cine del Festival de Cannes en el Cine Gaumont, aunque algunos ansiosos ya la han visto en los sótanos de internet. Para los que prefieran esperar se anuncia que llegará a los cines en 2020 pero sin fecha confirmada.