El debate sobre la paridad de género se arrastra al interior del congreso desde la firma del llamado “acuerdo por la paz”. Hasta ahora, sin embargo, se encuentra en pausa. Su discusión se retomará recién en marzo luego de no ser aprobadas las dos formulaciones propuestas al interior de la cámara de diputados.
Viernes 7 de febrero de 2020
La Cámara de Diputado emitió un proyecto de ley sobre paridad para que pudiera entrar en vigencia de cara a las elecciones de la futura convención. La semana recién pasada le tocó el turno a la Cámara de Senadores. Allí se debatieron dos propuestas que no alcanzaron los 25 votos de respaldo. Recién en marzo pasará nuevamente a la Cámara de diputados, sin fórmula. Por tanto, cabe la posibilidad de presentar nuevas propuestas, defender las ya existentes o realizar nuevas indicaciones a estas.
El texto de la oposición que ganó el respaldo de la cámara de diputados plantea que: “En cada distrito, siempre que se presente un número par de candidatos, ningún sexo podrá superar el cincuenta por ciento del total de las candidaturas que componen la lista. En los distritos donde haya un número impar de candidaturas, la diferencia entre mujeres y hombres no podrá ser superior a uno.
(…) Las listas de candidaturas de los partidos políticos y de los pactos de independientes deberán estar encabezadas por una candidata mujer, y las listas se ordenarán sucesivamente, y de forma alternada, con las candidaturas de hombres.
La infracción de los incisos anteriores acarreará el rechazo de todas las candidaturas (…)”
Las indicaciones acordadas por Chile Vamos incluyen la propuesta de lista cerrada.
El debate se sustenta en precarias cifras de un país al que ya se le cayó la fachada de “oasis de Latinoamérica” tras un proceso de rebelión que conmocionó al mundo. El 2019, Chile está muy por debajo del ranking de participación femenina en organismos públicos respecto a otros países. Según la ONU, a febrero de 2019, solo un 24,3% de parlamentarios nacionales son mujeres. Además, “de acuerdo con datos proporcionados por la Unión Interparlamentaria, Chile se encuentra en el lugar 83 de participación parlamentaria femenina con un 22,5% de representación en la Cámara de Diputados (35 diputadas) y un 23,3% en el Senado (10 senadoras), muy por detrás de países del primer mundo e incluso de naciones latinoamericanas como Cuba (2° lugar con un 53,2%), Bolivia (3° lugar con un 53,1%), México (4° lugar con 48,2%), Costa Rica (8° lugar con 45,6%), Argentina (19° lugar con 38,8%), Ecuador (23° lugar con un 38,0%), El Salvador (44° lugar con un 31,0%), Perú (48° lugar con un 30,0%) y sólo superando a los Emiratos Árabes, Kenia, Lituania, Venezuela y Camboya. Cierran el listado Micronesia, Papúa Nueva Guinea y Vanuatu, en los cuales la participación de la mujer es cero." (Fuente: Boletín Nº 13.134-07 Cámara de Diputados)
Además, Chile es uno de los últimos países en incluir artículos que apunten a la paridad de género, respecto a aquello el Servel realiza un balance positivo sobre las últimas elecciones en las que se probó la presentación de listas donde ninguno de los géneros debía superar el 60% en las candidaturas.
Pero, si ya se aprobó una vez, ¿por qué ahora cuesta tanto? Los sectores más conservadores no dudan en limitar y poner obstáculos a cada uno de nuestros derechos. No quieren perder el derecho a propiedad de nuestros cuerpos permitiendo, por ejemplo la modificación del artículo del Estatuto docente que prohíbe a profesoras que hayan abortado volver al aula; tampoco nos quieren como sujetos independientes, permitiéndonos derogar, por ejemplo, parte de la Ley de Sociedad Conyugal que impide que las mujeres vuelvan a casarse de inmediato después del divorcio por si se encuentran embarazadas, como si nuestra vida no dependiera de nuestras decisiones mientras estamos en período de gestación. Y, seguramente, ven que ampliar el acceso de la mujer a cargos públicos facilitaría el cuestionamiento a estos y otros irritables aspectos patriarcales presentes aún hoy en la constitución chilena.
La posición de quienes formamos parte de la agrupación de mujeres Pan y Rosas es que las políticas que apunten contra la situación de opresión de las mujeres son necesarias. Sin embargo nos parece que la propuesta de paridad de la oposición es totalmente insuficiente y limita incluso la participación femenina. Nos preguntamos, ¿por qué en una sociedad de desigualdad, donde la opresión y doble explotación que sufrimos las mujeres es base para sostener los privilegios de unos pocos, impidiéndonos el desarrollo pleno de la política, el ocio, las artes u otras actividades, tendríamos que tener un techo de presentación a cualquier instancia parlamentaria? Planteamos que tiene que haber un piso del 50%, sin techo, si es que hablamos de políticas que apunten y estén en consonancia con apalear la desigualdad social a la que nos empuja el capitalismo.
A su vez, somos enfáticas en que este debate y los proyectos de ley presentados no pueden ser los fuegos de artificio que desvíen la mirada de los grandes temas estructurales que se han planteado en la rebelión. Sabemos muy bien que la formalidad, el papel, la igualdad ante la ley, no es lo mismo que la igualdad ante la vida; también sabemos que las mujeres trabajadoras poco pueden aspirar a la política en esta sociedad de opresión y explotación, aún contando con una ley de paridad, pues la política les ha sido negada en el discurso por parte de los sectores más conservadores y empresarios que siguen burlándose de la clase trabajadora con aberrantes dichos como que llegamos temprano al consultorio para hacer vida social. También ha sido negada la participación política en la legislación, no permitiendo que dirigentes sindicales puedan presentar candidaturas; ha sido negada arrebatando el tiempo, relegando a la mujer a extenuantes jornadas laborales, bajos sueldos y tareas domésticas no remuneradas. Es decir, si efectivamente queremos la participación de las mujeres de la clase trabajadora, entonces tenemos que ir más allá y barrer con pilares estructurales del capitalismo neoliberal como las AFP, el sistema mixto de salud, la educación de mercado, el saqueo de los recursos naturales, la privatización del agua, entre otros.
La lucha de las feministas socialistas de Pan y Rosas y el Partido de Trabajadores Revolucionarios es por impulsar este 9 de marzo un gran paro general del conjunto de la clase trabajadora, donde las principales organizaciones sindicales y obreras como la CUT convoquen, para decir con fuerza ¡Fuera Piñera! e imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana en la que exigamos Igualdad de salarios entre hombres y mujeres. Derecho al aborto legal, libre, seguro y gratuito . Separación de la Iglesia y el Estado, y fin a todo subsidio estatal a instituciones de la Iglesia. y podamos debatir todos los temas que nos aquejan como la salud, las pensionas, vivienda, educación en el camino de la lucha por un Gobierno de las y los Trabajadores y el pueblo.