La misoginia del diario el Alfil y su intento de borrar a las mujeres de la agenda política nacional. El lenguaje no sexista, la lucha por los derechos de las mujeres y una desigualdad que persiste.
Jueves 11 de agosto de 2016
En Córdoba los medios hegemónicos muestran dos caras en su trato hacia las cuestiones de géneros y sexualidades. Por un lado, algunos realizan una intencionada exaltación de las políticas del gobierno -por ejemplo en diarios como La Voz del Interior o sus variantes audiovisuales-. Por otro, existe un periodismo abiertamente misógino, y resistente a la lucha de las mujeres.
Hace dos días nos topamos con una editorial de El Alfil -diario que generalmente se encarga de las roscas políticas provinciales-, titulada: “La estupidez del lenguaje no sexista”.
Allí, el periodista Daniel Gentile arremete contra la organización de las mujeres mediante una combinación de argumentos que podrían parecer ignorantes, si no denotaran una intencionada carga de misoginia. No es la primera vez que este diario dedica una editorial contra las mujeres. Hace semanas tituló “despiértenme cuando pase el tetazo”, título que habla por sí mismo.
El principal argumento en el que se basa para ningunear la simbólica disputa por un lenguaje igualitario (apelando a un sentido común circundante), es que: “Hoy, varones y mujeres somos iguales ante la ley. La guerra que en la actualidad libra el feminismo en occidente al amparo del código de la corrección política, no es para igualar sino para obtener privilegios”. En este sentido, el autor cita como ejemplo la figura legal del femicidio y los cupos laborales.
Nada más alejado de la realidad, que hablar de "privilegios" para la mayoría de las mujeres. Esto evidencian las estadísticas de violencia. No sólo una mujer muere cada 30 horas sino que, incluso luego de la adopción del término "femicidio" en el Código Penal, se advirtió un leve incremento anual. 295 en 2013; 277 en 2014; y 286 en 2015.
Por otra parte, la incorporación masiva de mujeres al mercado laboral se da de la mano del aumento de precarización y flexibilización laboral. Y no ha logrado suplir la persistencia de los roles de género asignados como “naturales” a las mujeres, siendo mayoría en rubros como cuidadoras, educadoras o limpiadoras. Esto las ubica en el rango más bajo de las categorías salariales, y percibiendo menos que los hombres cuando realizan la misma tarea.
¿"Feminazismo"?
Reproduciendo cierto sentido común, el redactor del Alfil califica al actual movimiento de mujeres como considerado un “feminazismo”. Según él, además, éste pretendería "dejar su impronta en el idioma, bastardeándolo a su antojo”.
"Brujas"; "histéricas"; "feminazis". Pareciera que el machismo se aggiorna para atacar un movimiento que pone en jaque su propia estructura. Lo que molesta al escritor, es que las distintas formas de violencia y desigualdad, dejen de estar silenciadas dentro del ámbito domestico.
La violencia contra las mujeres, que es cada vez más visibilizada, se origina, sostiene, justifica y reproduce por el Estado y sus instituciones, las fuerzas represivas, la escuela, la Iglesia y -como vemos en este caso- los medios de comunicación.
Al contrario de ubicarnos como meras víctimas, las mujeres (junto con decenas de miles de hombres) salimos masivamente a las calles el pasado 3J para exigir una vida sin violencia, y denunciando también las redes de trata y la clandestinidad del aborto.
Los movimientos de mujeres, a lo largo de la historia, han tenido protagonismo en todos los grandes procesos de lucha. Sólo la movilización logró conquistar de los derechos actuales, y sólo ésta permitirá arrancar todos los derechos que aún faltan.
Sobre la pretendida "pureza lingüística"
Luego de adelantar que “ensuciar el idioma no es un asunto menor”, el autor predica que “hay que resistir este avance que Pérez Reverte ha denunciado, lisa y llanamente, como un manoseo ideológico de la lengua”. Esta consigna es una clara posición política.
El primer punto a destacar, es el anacronismo de la concepción del lenguaje como algo “ensuciable”, propio del lema fundacional de la Real Academia Española que se planteaba como una institución que "limpia, fija y da esplendor").
Ya Mijaíl Bajtin y Valentín Volóshinov, ambos semióticos y lingüistas soviéticos, escribían en sus tesis sobre marxismo y la filosofía del lenguaje de los años de 1920’, que la palabra, como signo, es la arena de la lucha de clases. Esto se basa en la premisa fundamental para cualquier profesional de la comunicación de que el lenguaje es otro lugar donde se libran batallas ideológicas, de clase y por las distintas significaciones de las palabras en disputa.
Cierto periodismo hegemónico, tiene como conclusión estratégica la de resistir contra lo que llama el "bastardeo del idioma". Mientras tanto, miles de mujeres salen a las calles para batallar contra el machismo -que también tiene su expresión en los medios- y acabar contra todo tipo de opresión y explotación.