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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Petrocalipsis: la revolución ante el colapso

La crisis climática pone en cuestión el patrón capitalista de producción y consumo de combustibles fósiles y abre un debate estratégico sobre cómo terminar con esta irracionalidad. En este libro, Antonio Turiel desarrolla sus propias posiciones al respecto.

Miércoles 30 de marzo de 2022 09:48

Petrocalipsis, el nuevo libro de Antonio Turiel publicado en el año 2020, presenta al marxismo general un desafío en pleno siglo XXI. Poniendo en crisis la mirada más productivista de cierto marxismo estalinista (o estructuralista) que plantea el desarrollo de las fuerzas productivas al servicio de la revolución, como alternativa a la barbarie capitalista, el libro revela las limitaciones biofísicas del planeta, el techo de cristal energético, las posibilidades y limitaciones energéticas para afrontar la colapso ecosocial inevitable y, lo más importante, “qué es lo que realmente hace falta cambiar”.

Antonio Turiel es licenciado en física, matemática y doctor en física teórica. En tiempos donde la crisis climática y ecológica amenaza y pone en riesgo la existencia misma de la humanidad, investigadores como Turiel que ponen la disciplina de la física al servicio de la construcción de un mundo más sostenible y justo, interactuando con lo social, político y económico, son imprescindibles para tener una lectura más completa de la situación global, y en base a ello, poder construir una alternativa política que se adecue a combatir las problemáticas propias del capitalismo en el siglo XXI.

El colapso y las falsas soluciones

En este libro Turiel hace un recorrido sobre las soluciones energéticas frente al colapso que plantea el sistema capitalista, y descarta las energías renovables y la innovación tecnológica milagrosa al servicio del capital como alternativas para salvar a la humanidad de su extinción.

El autor es determinante: "Jamás saldremos de esta crisis". Tal afirmación pone en crisis toda nuestra ilusión de cambiar las cosas como militantes. Más allá, pone en riesgo nuestra concepción moderna de que la humanidad lo puede todo. Si se me permite hacer una breve aclaración, esta idea de que el colapso sea inevitable, no debe bloquearnos, generalmente la negación al colapso viene a la par de no comprender del todo su concepto. En palabras de Turiel, el colapso no es el fin, a lo sumo, es el fin del capitalismo a escala global. El colapso ocurre, como dicen Ramon Fernandez Duran y Luis Gonzales Reyes (2021) en su libro En la espiral de la energía, cuando el flujo energético utilizado por una sociedad para reproducirse se corta. Si el imperio romano necesitaba de la energía almacenada de la esclavitud, la servidumbre, la domesticación de los animales y la opresión hacia las mujeres; el Capitalismo necesita de su fuente energética limitada y principal para sobrevivir: el petroleo. Esta fuente energética se está acabando y con ella el sistema fosilista de producción que sostiene. Sobre este agotamiento energético y las posibilidades de construir otras alternativas trata el libro.

Podemos sintetizar la crítica de Turiel a las salidas apresuradas e inútiles que plantea el capitalismo ante la crisis energética en dos partes: seguir explotando las energías no renovables y la innovación en energías renovables.

El autor plantea que las energías no renovables como el petróleo, carbón y gas, son limitadas, señalando que la producción de petróleo crudo tocó fondo entre 2005 y 2006, y que las formas de extracción de petróleo no convencionales hoy están sosteniendo la demanda de petróleo mundial. Uno de ellos es el fracking, que según los análisis más optimistas llegará a su pico en 2025. Por su parte el gas tendrá su pico entre 2023 y 2027. Mientras que el carbón (“los huesos” de la civilización, ya que son los encargados de la producción de hierro y acero en el mundo) ha llegado a su nivel máximo de producción en 2015 y ha decrecido desde entonces. Pero no podemos aislar estos números de la actividad económica, dice Turiel (2020) “la economía se asienta sobre una realidad física y que, por lo tanto, se halla sometida a los límites del propio planeta” (p.13). En otras palabras, el sostenimiento del flujo energético condiciona la reproducción de mercancías.

El peak oil (o la llegada al punto máximo de extracción de petróleo en el mundo) es abordado por Turiel como un proceso paulatino y no repentino, donde cada año tendremos menos cantidad para consumir.

En este contexto aparecen las energías renovables y las nuevas tecnologías salvadoras. Para empezar podemos decir dos cosas fundamentales que plantea el autor en base a estas energías: dependen del petróleo, varios minerales escasos; y, algo que tiene que ver con el orden de lo social: se siguen basando en el sostenimiento de los niveles de consumo y producción globalizante, por lo cual no pueden reemplazar al petróleo en tanto energía para sostener un sistema económico en crecimiento.

Para dar un ejemplo, en nuestro país tenemos al menos dos emprendimientos que son parte de las falsas soluciones ofrecidas por los gobiernos para solucionar la crisis energética: el hidrógeno verde y Atucha III (cuarta central nuclear). Paradójicamente la energía nuclear no es renovable, depende de la extracción de uranio que ha llegado a su pico en 2016 y su desabastecimiento empezará a sentirse en 2025, y es vista por el autor como una extensión de los combustibles fósiles. Mientras que el hidrógeno verde ni siquiera es una energía, sino un vector, que implica más costos energéticos en el proceso de producción que lo que obtenemos de él.

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Capitalismo y comunismo

Pero Petrocalipsis no es solamente un libro sobre la cuestión energética global, sino sobre cómo influye la política en tal contexto.

En esta coyuntura mundial de crisis energética emergen las alternativas políticas del capitalismo que podemos resumirlas en dos. El green New deal se basa en hacer una transición energética y sostener los mismos niveles de consumo y desarrollo, sin cambiar el orden de lo social y la producción. Y el eco-fascismo como una alternativa política de las clases dominantes basada en el decrecimiento económico. En pocas palabras: constituir un mundo para pocos (Mad Max) donde las energías escasas queden en manos de unos pocos y se tomen medidas a favor del ambiente pero sin incluir los intereses de las grandes mayorías.

Turiel no se queda atrás y también arremete contra el comunismo (estalinista): "el mismo problema del que adolece el capitalismo lo tiene el comunismo". Un análisis que entra en sintonía con lo que una vez Michael Löwy (2011) en Eco-socialismo caracterizó como la aplicación de los "métodos productivistas" luego de la burocratización del proceso de transformación social que supuso la revolución rusa. Esta cuestión nos alerta de que si el Estado se constituye como el actor que gestiona el capital-extractivista, seguiremos en un callejón sin salida.

Soluciones y conclusión

"El problema real no es la energía, sino el capitalismo." dice Turiel. Argumenta que el problema reside en la organización social y no en el uso de energías o tecnologías. Así como otros autores colapsistas como Carlos Taibo o Duran y Reyes, Turiel aboga por una salida desde el decrecimiento (diferencia con Michael Löwy que se centra más en un cambio cualitativo del desarrollo). El decrecimiento ya no es una opción, sino una realidad, una realidad biofísica que no depende de nosotros, y lo que está en disputa es que sector social se adueñará de esta alternativa y la usará para sus propios intereses.

Sin pretender establecer una crítica a Turiel, otros autores han visto este contexto de decrecimiento forzado en un sistema económico que tiende al crecimiento constante, como la oportunidad para proyectar escenarios posibles del colapso. Duran y Reyes (2021) argumentan que entre 2030 y 2040 se desencadenará lo que llaman la bifurcación de quiebra un proceso paulatino de colapso que incluye: la quiebra del Estado fosilista, el derrumbe monetario-financiero, la incapacidad de sostener las altas tecnologías y un proceso de desglobalización y decrecimiento generando economías localizadas y regionales.

Pero las alternativas florecen con el comienzo del fin de nuestra sociedad capitalista global. La quiebra del Estado fosilista, el colapso del sistema financiero y la economía mundial traen consecuencias graves para las grandes mayorías, pero también abre un campo de disputa: La posibilidad de pensar y crear nuevas realidades eco-comunitarias, y la posibilidad de la toma del Estado (esta vez no en proceso de modernización) para su disolución.

La historia de los movimientos sociales que entran en contradicción con los intereses capitalistas, es la historia de la mejora parcial de las condiciones laborales y de vida a costa del productivismo extractivista y ecocida.

Por eso la transición energética no puede ir a contramano de las demandas de los movimientos sociales, de trabajadores, juveniles, feministas. Ni el proyecto de decrecimiento puede quedar en manos de los ecofascistas. Debemos luchar por un decrecimiento elegido que incluya: la democratización energética y la diversificación productiva.

Tenemos la tarea de pensar cómo en un contexto de colapso inevitable de las economías, los movimientos se adueñen de un proyecto de decrecimiento elegido como herramienta de transformación social, política.

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