El presidente chileno, Sebastián Piñera, hizo su discurso anual ante el Congreso, buscando un acuerdo para pasar reformas laborales y sociales, y aumentar la represión a la juventud.
Lunes 3 de junio de 2019 14:03
Por más de dos horas el presidente chileno, Sebastián Piñera, intervino este domingo en la "Cuenta Pública" del Gobierno, como se conoce al discurso anual ante el Parlamento sobre el estado administrativo y político de la Nación.
Nervioso, Piñera tuvo que dirigirse al país en un momento de notorio debilitamiento y cuestionamientos sociales y políticos. El discurso fue precedido por manifestaciones y protestas fuertemente reprimidas, como en Valparaíso, concentraciones el día 30, movilizaciones de profesores y estudiantes contra el anuncio del Ministerio de Educación de dejar como optativas las asignaturas de Historia y Educación Física, y una lucha abierta que vienen dando los jóvenes liceistas del Instituto Nacional contra la brutal represión y medidas reaccionarias como el Control de Identidad a menores de edad y Aula Segura (que permite a directores de establecimientos expulsar a estudiantes que participen de "hechos violentos", un eufemismo para referirse a las protestas contra el Gobierno).
Piñera volvió a instalar en su discurso la idea de una “Nueva Transición”, aludiendo a la transición pactada posdictadura, que no hizo más que profundizar el modelo neoliberal y mantuvo intacta la herencia pinochetista. “A nuestro Gobierno, a este Congreso y a todos los chilenos y chilenas, nos corresponde liderar una Nueva Transición, una transición que nos permita, antes de que termine la próxima década, conquistar el desarrollo, derrotar la pobreza y hacer de Chile un país con valores y principios sólidos, en que todos tengamos verdaderas oportunidades para desplegar los talentos que Dios nos dio”, manifestó el mandatario.
Se trata de un gesto de "nostalgia noventista” para buscar recomponer un centro político que se ha venido erosionando hace tiempo. El discurso de “segunda transición” dialoga con todo el legado concertacionista (coalición de partidos que se formó como parte de la transición posdictadura y que gobernó durante prácticamente los últimos 30 años) y sobre todo hacia la Democracia Cristiana.
El presidente aseguró que “a partir de la recuperación de nuestra democracia, Chile ha vivido las 3 décadas probablemente más exitosas de nuestra historia: recuperamos nuestra democracia, libertad y respeto a los Derechos Humanos, multiplicamos por 5 nuestro ingreso per cápita, 7.4 MM de compatriotas superaron la pobreza, emergió una pujante clase media, nos integramos al mundo y pasamos a liderar América Latina en ingreso per cápita y Desarrollo Humano”.
A Piñera se le olvidó que el "éxito" de los años noventa estuvo basado en un “shock” catastrófico de los últimos 10 años de dictadura (entre el ’78 y el ‘89), en el que los y las trabajadoras vivieron una década de penuria, crisis y degradación de sus condiciones. Entre 1990-97, el crecimiento anual promedio fue de 7,7%, un PIB promedio inédito en el país. Un crecimiento que lo la mano de un “milagro”, sino de una “catástrofe”. Ya entrando en 1998, cuando no terminaban de recuperarse las condiciones precrisis, el pueblo chileno empezó a sentir los golpes de la crisis asiática. El “milagro” para las masas trabajadoras, significaba más una “recuperación” que un nuevo salto, como buscan “pintarlo” desde el Gobierno.
Esta apelación de Piñera a una nueva transición o un acuerdo nacional son fundamentales ya que el presidente tiene minoría parlamentaria, y necesita de alianzas y acuerdos para aprobar sus reformas.
Las “reformas” son la principal agenda del Gobierno, pero la necesidad de acuerdos parlamentarios implica que no pueda imponer unilateralmente sus medidas, salvo que gobierne por “decreto”, algo aún no planteado. Desde esta ubicación anunció medidas que su gobierno ha realizado y profundizó en las reformas estructurales que pretende aprobar con la venia del Congreso.
Piñera se centró, especialmente, en su agenda represiva, en anuncios para la “clase media”, y en las reformas, donde destaca la jugada que hizo con la propuesta de reformas políticas, como la reducción de diputados y senadores en el Congreso. El Gobierno derechista sabe que para imponer una vuelta "a la política noventista", conocida como binominal, de los consensos entre los partidos tradicionales de este régimen, es imprescindible hacerlo de la mano con políticas represivas que apunten, principalmente, a aplastar y desarticular cualquier "oposición en las calles" -hoy expresada por un sector de estudiantes secundarios-, y medidas antidemocráticas como es limitar la representación política para evitar que alternativas nuevas entren en la escena política nacional, volviendo así a la lógica del binominal.
Represión y seguridad: caballito de batalla de la derecha y política para golpear a la juventud
Uno de los puntos que más tiempo abarcó en su discurso fue la agenda represiva enfocada, principalmente, en estudiantes y juventud. “Por eso impulsamos un Acuerdo Nacional por la Seguridad Ciudadana, junto a una serie de Proyectos de Ley para modernizar Carabineros y la PDI, combatir los portonazos, las conductas antisociales y el uso de menores por parte de adultos en la comisión de delitos violentos, recuperar las armas ilegales, fortalecer la responsabilidad penal adolescente y el Control Preventivo de Identidad”, afirmó el mandatario.
“También incrementamos en más de 3.000 los Carabineros en las calles protegiendo a nuestras familias. Hemos realizado 14 rondas preventivas masivas de seguridad, movilizando a decenas de miles de Carabineros en todo Chile, las que han permitido detener más de 61 mil personas, cometiendo delitos infraganti o con órdenes de detención pendientes y que estaban eludiendo la acción de la justicia (…) anuncio hoy el envío de un Proyecto de Ley para modernizar la carrera policial de Carabineros y la PDI, mejorar su probidad y eficacia, especializar a Carabineros en sus labores preventivas y de protección y a la PDI en sus labores investigativas. Asimismo, hemos desarrollado una Comisaría Virtual ”, continuó sobre este punto Piñera.
Piñera le dedicó una parte importante de su discurso a medidas que buscan fortalecer las policías, en especial Carabineros, para hablarle a su base derechista más dura y cohesionar sus filas tras políticas reaccionarias, en un contexto de amplia deslegitimidad de la institución policial y de una fuerte ofensiva represiva contra estudiantes de Santiago, como del Instituto Nacional, quienes vienen dando una fuerte lucha contra estas medidas reaccionarias, sustentadas en políticas como el Control Preventivo de Identidad y Aula Segura.
Con este tema, represión y seguridad, logra, primero, rearfirmar su cruzada contra la juventud y sectores organizados del movimiento estudiantil- con Aula Segura y Control de Identidad ya han detenidos a estudiantes, allanado hogares como en Concepción, expulsado a estudiantes como en el Instituto Nacional (IN), y en el caso del ex Pedagógico un estudiante de primer año se enfrenta a un montaje policial-; y, segundo, pone a la defensiva a la “oposición”.
Este domingo, por ejemplo, el diputado Gabriel Boric (de Convergencia Social- Frente Amplio), manifestó que la izquierda “tiene una deuda profunda” con el tema de la delincuencia y la seguridad, que se necesita pensar en medidas de “corto plazo”, adaptándose al clima reaccionario que instala el Gobierno y sin denunciar que el centro de la política de Piñera es el reforzamiento de carabineros y las policías. Es más, puso el ejemplo del alcalde de Valparaiso, Jorge Sharp (Convergencia Social), y ciertas medidas de seguridad ciudadana que han impulsado, pero para enfatizar que, “lamentablemente”, el alcalde no tiene facultades para “aumentar las penas en los delitos”.
Esta subordinación por parte de la oposición que se reinvindica de izquierda permite que la derecha aúne filas y reafirme su política contra la juventud, incluso considerando el amplio repudio que generó la golpiza de una funcionaria policial a una joven fotógrafa, en el contexto de las manifestaciones de los estudiantes del IN. Este conflicto, al parecer, está lejos de cerrarse, más aún considerando que este lunes 3 de junio inició el paro nacional docente, y que vienen dándose otras luchas, aisladas aún, como los más de 3.000 mineros de Chuquicamata que votaron ir a la huelga, o el anuncio de “estado de alerta” en Aysén producto de la movilización que llevan desde hace meses mineros de El Toqui y sus familias contra el cierre de empresas y la cesantía, quienes también han sido brutalmente reprimidos por Fuerzas Especiales de Carabineros.
Anuncios para la clase media: una base social frustrada y la necesidad de “reformas”
Se sabía que un segundo eje central serían los anuncios hacia la clase media y sectores de trabajadores. Sobre esto, el discurso de Piñera apeló bastante a la retórica, afirmando que la clase media “siente temores” como “la pérdida del empleo, una enfermedad catastrófica o de alto costo, la imposibilidad de acceder a una vivienda, un acto de delincuencia, el costo de la educación superior de los hijos o una vejez vulnerable, las haga retroceder a una situación de pobreza, que habían logrado superar y a la cual ciertamente no quieren volver”, para luego reafirmar su plan Clase Media Protegida presentado hace días y que no responde a ningún cuestionamiento estructural: en Chile más del 50% de la fuerza laboral percibe sueldos inferiores a los $350.000, mientras la canasta familiar es de $450.000 como mínimo; las pensiones seguirán siendo de miseria con la propuesta del Gobierno, inferiores a los $200.000; el desempleo volvió a aumentar, mucho más cuando hablamos de las mujeres trabajadoras; la informalidad del trabajo ha aumentado a cifras preocupantes (trabajo cuenta propista, vendedores ambulantes, etc); derechos como vivienda, educación y salud siguen siendo un negocio y un privilegio al cual no tienen acceso las grandes mayorías.
El discurso hacia la clase media es un diálogo hacia una base social que no es derechista, que durante muchos años se volcó a votar a la ex Concertación y es el sector que, mediante expectativas de crecimiento, le entregó a Piñera el 54% de los votos en la segunda vuelta de 2017. Aunque son promesas y anuncios que luego no llegan, es un intento también de recomponer una base social que se ha ido alejando. Se corresponde en parte con un intento de “acuerdos” con la Democracia Cristiana que ha sido uno de los históricos partidos representantes de “clases medias moderadas” a la cual Piñera busca dirigirse con este discurso.
La búsqueda de acuerdos nacionales con la oposición, con el fin de la aprobación de reformas estructurales, tiene que ver con que esas reformas no tienen el apoyo mayoritario de la población y que, en el caso de pensiones, ha generado llamados a manifestaciones en contra de las AFP (fondos privados de pensión).
Así quedó claro en los proyectos de reformas anunciados. En el plano tributario reafirmó su proyecto anterior que en nada toca las ganancias de los grandes grupos económicos del país y los más ricos, y que pretende recaudar dinero mediante las contribuciones de la clase trabajadora; muy distinto a lo que sería una propuesta de aumentar los impuestos a las grandes fortunas, como una base para poder recaudar dinero para el Estado y las necesidades sociales.
En el terreno de las pensiones reafirmó la propuesta de “fortalecer” el pilar solidario y pilar contributivo, con un aporte del empleador de 4 puntos adicionales al ahorro previsional de los trabajadores, lo que significará “un incremento de 40% de todas las pensiones”. Pero, si consideramos que la mayoría de las pensiones son inferiores a los $190.000, el aumento propuesto por el Gobierno no cambia la miseria de jubilaciones que se reciben y continúa estando muy lejos de pensiones mínimas de $450.000, por eso esta reforma tampoco es apoyada por la población.
En materia laboral, se limitó a cometer el error de anunciar “una nueva jornada laboral” de 180 horas mensuales, como si esa realidad no fuese la que existe actualmente, muy lejos de las aspiraciones de amplios sectores de trabajadores que abogan por una reducción real de la jornada laboral y aumento de los sueldos a un mínimo igual a la canasta familiar.
Piñera también manifestó la intención de “ modernizar la legislación que regula las negociaciones colectivas, los grupos negociadores y el rol de la Dirección del Trabajo”, con el objetivo de debilitar a los sindicatos y fortalecer instancias de negociación colectiva paralelas a los organismos sindicales clásicos.
Reforma constitucional y reducción de parlamentarios
“Convoco hoy a un Acuerdo Nacional y Transversal, que liderará el Ministro del Interior, para mejorar y fortalecer la calidad de nuestra política y de nuestras instituciones republicanas, con el propósito de fortalecer y renovar las confianzas de la ciudadanía en ellas, lo que es fundamental para la buena marcha de nuestra República”. Con esta intervención Piñera dio paso a la jugada que realizó el Gobierno en esta cuenta pública. La Moneda, intentando dialogar con el fuerte cuestionamiento que existe por parte de la población hacia el Congreso y la vida que tienen diputados y senadores, impulsó una serie de medidas que van desde “fortalecer la transparencia”, un proyecto de ley que aumenta las penas de delitos de soborno y cohecho, hasta la propuesta de reducir a 120 el número de diputados, 40 el de senadores, y prohibir la reelección de diputados, senadores y alcaldes.
Esta jugada del Gobierno fue fuertemente ovacionada por su agrupación, Chile Vamos, y expresa un intento por parte de Piñera de hablarle a amplios sectores de la población que cuestionan al régimen político, y de dirigirse también al centro político, por ejemplo, a la Democracia Cristiana. No por casualidad una gran parte de la ex Concertación se paró a aplaudir a Piñera en esta alocución.
La propuesta del empresario sobre “reducir los miembros del Congreso” viene a reponer el cuestionado sistema binominal, que atenta contra las minorías, y que buscará golpear a los sectores opositores dentro del régimen político, volviendo al tipo de sistema anterior donde primaba un centro fuerte y la preponderancia de los partidos tradicionales del viejo “duopolio”, sin espacio para nuevas alternativas políticas.
Lo que quiere Piñera es fortalecer un espacio del “extremo centro” que está muy debilitado, y con una reforma, revertir un sistema político fragmentado que tiende a la polarización.
En resumen el discurso de Piñera se enmarcó en una coyuntura de debilidad y cuestionamientos, así trató de hablarle a la clase media, al centro y a sectores de trabajadores, con una fuerte agenda represiva y de seguridad que hoy golpea a sectores del movimiento estudiantil, principalmente. Trata de mediar entre responderle a su base social dura de derecha, y a aquellos sectores que votaron por él bajo la promesa de los “tiempos mejores”, pero no logra dar respuesta a profundos cuestionamientos en la población. ¿Logrará salir de este momento de debilidad mediante su propuesta de reforma política? Es algo aún abierto, pero lo que sí está claro es que esta semana comenzó con el anuncio de paro nacional docente, con la lucha abierta de los secundarios del Instituto Nacional, con la huelga de más de 3.000 mineros de Chuquicamata, y con las movilizaciones que se profundizan en Aysén.