Estos días la formación política dirigida por Pablo Iglesias anunciaba la incorporación de Serigne Mbayé, portavoz del Sindicato de Manteros de Madrid, en su candidatura a las elecciones de la Comunidad madrileña. Pero al mismo tiempo Podemos forma parte del Gobierno estatal que no ha cuestionado en lo más mínimo la racista Ley de Extranjería, las devoluciones en caliente o los CIEs, que más bien ha reforzado.
Jaime Castán @JaimeCastanCRT
Martes 6 de abril de 2021
La candidatura de Podemos para las elecciones de la Comunidad de Madrid se está caracterizando por una campaña que busca golpes de efecto mediáticos para tratar de salvar la bancarrota a la que estaba abocada la formación morada en la región. El primero de ellos fue la salida de Pablo Iglesias de la vicepresidencia segunda y el ministerio de Derechos Sociales del Gobierno de coalición con el PSOE para presentarse como candidato en la comunidad. Otro de esos golpes ha sido el fichaje de Serigne Mbayé, miembro de la Asociación Sin Papeles y portavoz del Sindicato de Manteros de Madrid.
Este fichaje, que respondió a muchas críticas de sectores migrantes y racializados sobre la lista de Podemos en la Comunidad, es también una apuesta para tratar de recomponer la confianza de un electorado que viene profundamente desencantado con la política morada, cada vez más integrada al PSOE y al Régimen del 78. El discurso de la “nueva política” que Podemos vendió en su origen resulta ya poco creíble cuando toda la cúpula de la organización está viviendo de la “alta política”, con sus vicepresidencias, ministerios… y casoplones de 600.000 euros.
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La política electoralista e institucional, que ha buscado acceder a gobiernos a cualquier precio a base de pactos de despacho con el PSOE, ha generado un enorme desgaste político de Podemos en buena parte del territorio del Estado. Y no sólo a nivel de cargos institucionales, que ya es lo único que sostiene al partido, sino sobre todo a nivel de militancia, como señalaba recientemente una de sus propias integrantes.
Esta es la situación en la que se encontraba Podemos en Madrid cuando Ayuso convocó elecciones hace unas semanas, donde las encuestas dejaban a la formación morada fuera de la Asamblea de Madrid. En este contexto es en el que Pablo Iglesias presentó su candidatura para tratar de recomponerse, con el argumento de se ponía al frente de enfrentar a la extrema derecha, y de paso tratar de que “olvidemos” su responsabilidad en el gobierno central.
La estrategia es polarizar el escenario político para rascar todos los votos posibles de los sectores ya desencantados con Unidas Podemos, azuzando el fantasma de si no viene Ayuso y Vox (¡como si la trumpista Ayuso no estuviera ya gobernando!). En los primeros actos de campaña están llamando al voto de izquierdas, no importa a que candidatura, bien sea Más Madrid o incluso el PSOE. Mientras tanto Alberto Garzón ha salido a la palestra decir, una vez más, que hasta podrían pactar con Ciudadanos si hiciera falta. La lógica del “mal menor” llevada hasta sus últimas consecuencias.
Al mismo tiempo se ha desatado una hiperinflación de “gestos y símbolos”. No es casualidad, ya que la política del Gobierno “progresista” poco tiene para mostrar. Así Pablo Iglesias aparece de nuevo en Vallecas en sudadera como si no hubiera pasado nada estos años, o le “planta cara” a un neonazi en Coslada, con los guardaespaldas de la Policía Nacional, por supuesto. En este marco debemos entender el “fichaje” de Serigne Mbayé.
Mbayé, que no es militante de Podemos, ha expresado su compromiso con la formación para “para que la voz de los inmigrantes se escuche”. Más allá de sus buenas intenciones, lo que está claro es que la formación de Iglesias ha sumado a Mbayé como otro de esos “gestos” para tratar de movilizar al electorado.
Esto rebela un nivel de hipocresía enorme, ya que Podemos forma parte de un Gobierno junto al PSOE que mantiene la racista Ley de Extranjería y los CIEs ante los que se manifestaban precisamente las migrantes de Madrid este 8M, frente al CIE de Aluche; que ha convertido las Canarias en un campo de refugiados criminal y que mantiene los acuerdos con Marruecos que pisotean los derechos de autodeterminación del pueblo saharaui.
El mismo Gobierno que manda antidisturbios a ejecutar desahucios y a reprimir manifestaciones por la libertad de expresión o del 8M en el mismo Madrid. Todo ello mientras garantiza los privilegios del IBEX35 inyectándoles miles de millones de dinero público. Son estas políticas las que no enfrentan los problemas estructurales del capitalismo y generan la crisis y desesperación en muchos sectores sociales que terminan cayendo en el discurso de la extrema derecha.
El discurso del “mal menor” de Pablo Iglesias y la izquierda neorreformista para tratar de evitar su bancarrota en Madrid no es la respuesta que necesitamos dar frente al crecimiento de la extrema derecha. Lo que hace falta es oponer una izquierda anticapitalista con independencia de clase, que no sea cómplice de las políticas racistas e imperialistas del Gobierno. La mejor manera de enfrentar a la extrema derecha no es otro gobierno PSOE y Unidas Podemos, sino desarrollar una masiva movilización obrera y popular en las calles para terminar con el racismo y todas las opresiones que son parte estructural del regimen capitalista e imperialista español.