Cultura. [Poema] Ausencia y esperanza

Quiero hablarles de mi tía.
Mi tía murió ayer de cáncer y soledad.
A mi tía no la recordaran los libros de historia,
ni habrá documentales de youtube sobre su vida.
Pero me es imprescindible hablar de ella, esta noche,
porque en su caminar cansado, de pobreza y bastón,
me di cuenta:
mi tía era una de esas tantas mujeres sin nombre,
de manos callosas y ternura tosca,
que silenciosamente,
pasó por la vida,
construyendo la historia.

Así, muchas de ellas, han significado
la diferencia entre la vida y la muerte.
Entre el hambre y la siesta.
¡Cuantos hogares construidos con sus manos!
Cuantos besos esparcidos al viento,
cuantas auroras, cuantos suspiros y
cuanto esfuerzo ofrecido al destino.
Hemos estado presente en cada batalla
y en cada intento de tomar el cielo por asalto,
1789, 1871, 1917.

Nadie nos ha enseñado de amor y de rabia.
Lo hemos aprendido con dolor y sombra.
Si han arrancado con saña
las raíces de nuestros vientres.
No necesitamos largas lecciones,
ni discursos, ni asambleas.
Para darnos cuenta de que faltaban
el pan y los derechos laborales.
Hemos sido siempre luz en las tinieblas,
gritándole Guerra a la guerra,
cuando nos sentenciaron a la sangre y la ausencia.

Nunca nos dio miedo la cárcel, ni la muerte.
Pero si el terrible desenlace de haber vivido sin motivo.
Y sabiéndolo o sin hacerlo,
hemos sido capaces de revestir el corazón
de esperanza y primavera.

Y con los ojos de Clara, Rosa y Micaela,
sabiéndolo o sin hacerlo,
hemos pintado de otros colores el paisaje.
Nuestras acciones han significado flores y puentes.
Antibióticos y versos.

Mi tía, se ha ido.
Pero quedan muchas mujeres como ella.
Vendiendo en los mercados,
en sus casas preparando el almuerzo,
en las escuelas y en los hospitales.
Y son ellas, las que paso a paso,
van transformando la historia,
conquistando la poesía y sustento.
Van avanzando hacia la victoria.