A propósito de la polémica desatada por las afirmaciones de la locutora radial, Elizabeth Vernaci sobre Jujuy y su pertenencia a Bolivia, las respuestas del Gobernador y el estallido en las redes de comentarios y otras yerbas.
Miércoles 19 de febrero de 2020 13:54
Hace ya varios días que en Jujuy hierve el debate en redes, fiestas, bares, paradas de colectivos, ferias, mesas familiares y en los más recónditos rincones provinciales sobre la frase de la negra Vernaci: “Jujuy es Bolivia” y “no son argentinos”.
Nunca había visto florecer tanta “jujeñidad” ni había visto salir tanta porquería de las cloacas nacionalistas de esta botita de Jujuy que a veces se pone milica y está para la patada. En esta provincia hay quienes consideran un insulto de los peores que nos digan lo que somos: coyas, negros… imaginen entonces si alguien se atreve a un agravio tan grande como “tildarnos de Bolivianos” (literal de las redes) y todavía “tiene el tupé” de querer quitarnos la tan honrada nacionalidad. No faltó quien recuerde “la bandera que Belgrano nos legó” y es custodiada en un salón de la Casa de Gobierno.
Con la frase de Vernaci se destapó (aún mas) la xenofobia indignada y ofendida que no se siente cerca de Bolivia, que vocifera que vienen a quitarnos el trabajo o traen droga. Salieron a gritar los patrones que hasta hace poco publicaban avisos en el diario: “se busca empleada, preferentemente extranjera o del norte sin estudios”. Abundaron manifiestos de jujeñidad, clases de historia y turismo, se juntaron firmas para declararla persona no grata. Para ella sobraron los insultos con increíbles contenidos machistas realmente irreproducibles.
¿Frente a esto adivinen quienes quisieron aprovecharse de la situación?
¡Correcto! El gobierno de Morales y sus opositores peronistas. Hubo repudio, tuit, post de funcionarios como Federico Posadas, Carolina Moisés y para rematar una carta abierta del gobernador Morales contra “la negra”.
De repente todos salieron a “responder” por nosotros, a querer comprobar ante el mundo lo más importante para ellos: que no somos bolivianos, que la historia comenzó hace 200 años y a invitar a “la negra” a cantar el Himno Nacional Argentino y el Himno al Éxodo junto a ellos.
Si me detengo a pensar los dichos puedo decir que no está bien lo de Vernaci, pero que es bastante peor la “defensa” nacional-jujeñista de muchas personas. Se puede hacer un llamado a cuestionar el estereotipo que pesa sobre los y las del norte como gente callada, sufrida, lenta, “tranquila”. Se puede debatir sobre los límites del humor y la responsabilidad de una comunicadora. De lo que provoca o genera “un chiste” o “chicana” “fuera de contexto”. Podemos estar en contra de esas expresiones que sí, definitivamente, son despectivas, soberbias, cancheras. (Un jujeño desde su absoluto estereotipo diría: “como son los porteños”).
Pero ganó el asombro de ver, en la misma semana en que a partir de una foto de Nico del Caño con su hermano se desató un aluvión homofóbico y odiante a lo largo del país, cómo saltó la xenofobia recalcitrante, el nacionalismo más rancio, agresivo y la discriminación, una jujeñidad al palo y a los palos que hay que combatir.
¿Acaso en todo esto hay un componente cómico, tragicómico y/o grotesco, o todos a la vez?
Mientras despotrican con la celeste y blanca colgada en la ventana, los dueños de la provincia tienen familias enteras- jujeñas y bolivianas -trabajando como esclavos en sus campos con niñes incluídes. Promueven, avalan y festejan medidas terribles como cobrar la atención de la salud a “extranjeros”, mantienen a miles de trabajadores en las peores condiciones sin preguntar por el lugar de nacimiento y aprovechan sus códigos represivos para golpear, criminalizar la protesta y perseguir cualquier expresión callejera. Desalojan a trabajadores ambulantes, artistas y jóvenes de las plazas jujeñas.
No podemos olvidarnos de los que rezan para convencerse a sí mismos de que no tienen no tienen nada en común con “los bolivianos” mientras comparten costumbres, comidas, fiestas, casas y se refriegan el pecho con el Mentisan que acaban de comprar en la feria del barrio, con la virgen de Urkupiña junto a la de Río Blanco, y preparando el picante de pollo y la sopa de maní que va anticipando la llegada del carnaval.
¿Farsa? ¿Realidad o Ficción?
Llegamos a un punto en que es difícil discernir. Creo haber visto a alguien mirándose desesperadamente al espejo para tratar de encontrar –al menos- las siete diferencias entre un rostro “argentino y jujeño” y uno boliviano. Vemos cada día gente que cree tener derecho a maltratar.
Pero me quedo para cerrar con lo mejor, que es ver cómo florecieron por todas partes reivindicaciones de nuestros pueblos originarios, los deseos de un mundo sin fronteras y una sociedad sin opresión ni explotación. Cómo explotó la risa ante algo que ya dijeron solo fue una (desafortunada) chicana.
Estamos cerca de carnaval, las comadres nos preparamos para nuestro día e invade el perfume de la albahaca, los sabores de nuestra tierra y la música.
Vamos a compartir con hermanas de clase días de alegría, convencidas de que la clase obrera es una y sin fronteras. Vamos a cantar sabiendo que las ofensas y ataques contra nosotrxs son perpetrados por un enemigo que definitivamente no es Vernaci. Cantar sin olvidarnos que queremos dejar de pagar y terminar con el sometimiento al FMI y que la deuda la paguen los que la generaron. Cantar sin olvidar que luchamos y nos organizamos porque queremos dar vuelta la historia de una vez. Cantar porque, si hay algo lindo para invitar a conocer es Jujuy en carnaval.
Para los que soñamos con la libertad plena y con vivir una vida que merezca ser vivida, estos días y en esta tierra se ensaya un poquitito de ese sueño, y andamos todxs bailando por las calles defendiendo la cultura y nuestras fiestas de la mercantilización y la porquería a la que quieren reducirla. Defendiendo el derecho a la alegría del pueblo trabajador con bandera de colores al viento, talco, albahaca y miles de diablos sueltos en los paisajes más hermosos.
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