Dos movilizaciones multitudinarias expresaron esta semana la bronca contra el Gobierno y la voluntad de luchar. La CGT le dio la espalda al reclamo de ponerle fecha al paro general y detonó su propia crisis.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Miércoles 8 de marzo de 2017
Fotografía: Enfoque Rojo
Los incidentes al finalizar la marcha de la CGT marcaron el agotamiento de una estrategia. La política del triunvirato que conduce la CGT desde su unificación en agosto pasado, que consistió en garantizarle paz social al Gobierno a cambio del manejo de fondos millonarios de las obras sociales, entró en crisis.
Sabida es la historia de 2016. Más de 200.000 despidos, suspensiones, tarifazos, una fuerte escalada inflacionaria, represión a las luchas e incumplimiento de las promesas de campaña sobre el impuesto al salario y pobreza, fueron dejados pasar por las cúpulas sindicales sin ninguna lucha. Incluso fue vetada por Macri la “Ley Antidespidos” sin que la CGT opusiera resistencia.
Sin embargo, el malhumor social se fue acumulando y ya es mayor que el año pasado. El desprestigio del Gobierno nacional ha dado un salto importante, no sólo por las promesas de mejora económica que nunca llegan, sino también por los escándalos como el del Correo Argentino, que alimentan el odio contra una casta política que se enriquece en la función pública.
El GPS del macrismo aún no ha logrado recalcular frente a la nueva situación, como se vio en el discurso del presidente en la apertura de las sesiones legislativas, donde quiso transmitir optimismo y describir una realidad social que no existe, lo cual no hizo más que retroalimentar el descontento contra el oficialismo.
Quienes tampoco parecen haberle tomado el pulso a la situación son los dirigentes de la CGT. Ni la multitudinaria marcha docente del pasado lunes, ni las luchas contra cierres y despidos, ni los escándalos del Gobierno alcanzaron para que el triunvirato se decidiera a cambiar el rumbo de su política. Prepararon así el terreno para su propia crisis.
La cerrada negativa a ponerle fecha al paro nacional hizo que el acto de ayer fuera una crisis desde el comienzo. Ya el clima estaba enrarecido por la decisión, por demás extraña, de comenzar los discursos una hora antes de lo que estaban anunciados.
La difícil tarea de empezar un acto que no iba a anunciar la decisión que millones esperaban le tocó a Carlos Acuña. El contenido general de su discurso pasó a un segundo plano, ya que lo único que importaba era la respuesta que diera al rugido de miles que cantaban exigiendo paro general. La decisión de esquivar una vez más este llamado, caldeó los ánimos desde el comienzo.
La crisis del triunvirato quedó expuesta entonces mucho antes de los incidentes del final. El balbuceo de Acuña fue superado solamente por el papelón del furcio de Héctor Daer: "El paro será antes de fin de año, perdón, de fin de mes". Si hubiese querido provocar a la multitud, no le habría salido mejor.
No hace falta ser un psicólogo experimentado para interpretar estas palabras como una muestra de las pocas intenciones que tiene el triunvirato de convocar al paro general. Como mencionó un artículo del portal Infogremiales en la tarde de ayer, Daer fue “quien más sufrió el pánico escénico con un discurso desorientado y enredado en el cual fue tautológico en extremo, dando muestras de que estuvo todo el tiempo tratando de calibrar sus palabras mucho más pensando en el Gobierno Nacional que en el público que lo escuchaba”.
En esa contradicción ha muerto la estrategia de la CGT. El equilibrio inestable que hacía la cúpula sindical entre un Gobierno que compraba con millones de pesos la paz social, por un lado, y el descontento de millones de trabajadores, por el otro, ya no es posible. El dilatar el llamado al paro detonó la crisis en el acto de ayer.
La fuerza del paro docente muestra estos días la voluntad que existe en la clase trabajadora para salir a luchar contra el ajuste. La caída de la imagen del Gobierno, que muchos calculan en diez puntos, se percibe también como una oportunidad para salir a exigir los reclamos.
Esta bronca, que se expresó ayer en el acto, se combinó con las internas de diferentes camarillas de la CGT y del peronismo en general, para que el acto termine con incidentes y con los miembros del triunvirato refugiados. El malestar con el ajuste se coló en las brechas que existen entre las distintas alas de las cúpulas sindicales, y con la retirada del caudillo histórico Hugo Moyano, para una temprana crisis del triunvirato de la CGT, que atraviesa, a menos de un año de constituirse, un fuerte problema de falta de autoridad para la conducción del movimiento obrero.
Por su parte, el Gobierno nacional eligió una vez más desacreditar los reclamos, quedando, como siempre, alejado de la realidad que padecen millones. El jefe de Gabinete Marcos Peña señaló que "desde el primer día planteamos que a través del diálogo y trabajando con los gremios íbamos a poder mejorar la realidad de los trabajadores. Sin embargo, lamentablemente, este año la política electoral se está mezclando con la agenda de trabajo que tenemos que hacer en conjunto".
Mientras el Gobierno ignora los reclamos, y la CGT se sumerge en una crisis de final abierto (sin que se descarten rupturas o un paro para descomprimir la bronca), desde la izquierda y el sindicalismo combativo plantean un rumbo claro. Ayer marcharon en un bloque independiente, donde uno de los principales voceros fue Nicolás del Caño, quien denunció que "no se puede seguir haciendo oídos sordos como hoy nuevamente hace la CGT. La bronca de los trabajadores y el pueblo no puede ser canalizada a través del apoyo de los que vienen garantizando el ajuste, como son los distintos sectores del peronismo que votaron cada una de las leyes del Gobierno macrista en el Congreso Nacional, incluyendo un vergonzoso presupuesto de ajuste y entrega”.
Asimismo, Del Caño afirmó que “es lamentable que la dirigencia de la CGT no haya convocado ya mismo a un paro de solidaridad con la gran huelga docente que enfrenta el asedio del Gobierno ajustador”, y destacó que “los trabajadores combativos y la izquierda se están organizando en fábricas, establecimientos y escuelas para ser una alternativa a esta burocracia sindical, que una vez más quiere llevar toda la bronca popular al servicio de los que garantizan el ajuste y de las patronales, que son las que despiden”.
Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.