Como pasó con Matías Kruger en el subte, en el gremio telefónico, la desidia patronal y la sed de ganancias de los empresarios, también se cobran la vida de nuestros compañeros.
Jueves 8 de diciembre de 2016
El miércoles 7 me levanté como todos los días y prendí la televisión, y ahí me enteré de la terrible noticia de otra joven muerte obrera: Matías Kruger, un joven trabajador del subte, moría electrocutado mientras trabajaba.
Lo primero que se me vino a la mente fue la muerte de todos los tercerizados telefónicos de los últimos años, y en especial la de Fernando Galarza, porque hace pocos días se cumplieron cinco años de su muerte, por la similitud y lo terrible del hecho.
Fernando era un joven de tan solo 19 años, precarizado por Telefónica de Argentina, y trabajaba junto con su familia, a quienes también la misma empresa precarizaba. Aquel 22 de noviembre del 2011, Fernando se sube a un poste, y mientras realizaba sus tareas cotidianas, recibe una descarga de alta tensión, tirándolo del poste y falleciendo en el acto.
Su padre, que estaba trabajando a una cuadra, vive a la muerte de su hijo junto con otros compañeros también tercerizados. Quizás en esto también se parece a la muerte de Matías, no solo porque sus padres también trabajaban para la misma empresa, sino por todo lo que viene después: soportar que la patronal diga que la falla fue del trabajador y no de los ritmos de trabajo y las condiciones que imponen las empresas. Por ejemplo, Fernando trabajaba sin elementos de seguridad, y en el subte los trabajadores venían reclamando que la empresa implemente el protocolo de seguridad.
Ahí comienza la terrible odisea donde las empresas te dicen que la muerte de tu hijo es por su propia responsabilidad, sin hacerse cargo de que la vida de ese joven obrero estaba en manos de la empresa. Esto demuestra que la vida del trabajador no les interesa nada, que somos una moneda de cambio, un número.
Da mucha bronca e indignación que las empresas cuando se muere un trabajador lo primero que dicen es que es una falla humana, desligándose totalmente, como si ese trabajador no fuese una persona que tuviese proyectos, vida, familia, amigos. Fernando era un pibe de 19 años, que trabajaba para ayudar a su familia. Matías, de unos años más, jugaba al Futsal, su pasión.
Pero nada de esto le importó ni a Telefónica ni a Metrovías. Lo primero que dijeron fue que es responsabilidad de los trabajadores, sin decir ni un momento que murieron cumpliendo sus labores diarias y siguiendo los ritmos que le impone la patronal.
Las empresas tienen su propia comisión de higiene y seguridad, que va en contra de la real seguridad del trabajador, y solo cuidan su propio interés, sin impórtale si muere un trabajador, y desliga sus responsabilidades.
Por eso necesitamos comisiones de higiene y seguridad que sean manejadas plenamente por nosotros, que somos los que realizamos las peores tareas, y somos los que pagamos con nuestra salud y hasta nuestra vida cualquier falla.
¡Matías y Fernando Presentes!