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Red Internacional
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Poder y sumisión al imperialismo. ¿Por qué AMLO salió a defender a Trump?

El presidente declaró no estar de “acuerdo” con el juicio a Donald Trump, por las connotaciones de acoso político que conlleva, justo en los comienzos del proceso electoral que culminará en la elección presidencial estadounidense de 2024. Para defenderlo hace un paralelismo con el intento de desafuero sufrido en tiempos de Fox.

Raúl Dosta

Raúl Dosta @raul_dosta

Jueves 6 de abril de 2023

Un gran revuelo político se generó en Estados Unidos por la comparecencia de Donald Trump ante la justicia estadounidense, a quien se le está formando una causa por fraude en relación a gastos realizados en tiempos de la campaña electoral que perdió frente al demócrata Joe Biden en 2021 y que, al parecer, fueron realizados por fuera de los límites que impone hacer uso del dinero público destinado para gastos de índole electoral.

Frente a la Suprema Corte hicieron acto de presencia, sin llegar a las manos, enjundiosos contingentes de partidarios a favor y en contra de la medida judicial, obviamente encabezados por activistas de los partidos republicano y demócrata en uno y otro bando. La prensa internacional también dio bastante espacio a la noticia y algunas figuras políticas expresaron sus puntos de vista al respecto. Notablemente, la aparición del presidente López Obrador, quien salió a defender al magnate de ultraderecha, tuvo repercusiones en el ámbito político nacional e internacional.

Acorralamiento político

Desde ya que el enjuiciamiento de Trump refleja el gran desacuerdo entre las facciones políticas del establishment estadounidense, el cual, sin bien no llega a niveles de ruptura del marco de la democracia burguesa en el centro del mundo imperialista, refleja los esfuerzos del gobierno demócrata de evitar un futuro retorno del magnate a la lucha electoral y a lo que seguramente sería un gobierno más duro, autoritario, apoyado en las tendencias supremacistas para continuar con sus ataques a la población negra y migrante latina, los derechos a la educación y al aborto, el cierre de las fronteras a los solicitantes de asilo.

Aunque los demócratas y su gobierno, en realidad no están muy en desacuerdo con esto, sino que por el contrario ─en su afán por mantener sus niveles de aceptación altos y por ende con buenas posibilidades de reelegirse─ el gobierno Biden sigue en su deriva de parecerse cada vez más a lo que fuera la administración Trump. Así las cosas, en medio de las medidas coercitivas gubernamentales contra el poderoso adversario político pondrán a prueba la capacidad ─no solo del gobierno, sino del sistema político de conjunto─ de encarrilar la opinión pública estadounidense rumbo a la cita electoral del 2024 y mantener la alternancia “pacífica” de las dos grandes corrientes políticas al servicio de la burguesía imperialista.

Cuando veas las barbas de tu vecino cortar...

Este escenario político pudiera reproducirse proporcionalmente en el caso de que López Obrador saliera mal parado en su apuesta política de poner bajo el escrutinio electoral a cualquiera de los candidatos de Morena designados para contender frente a una posible oposición unificada y puesta a la ofensiva, en el caso de una derrota electoral o de una victoria pírrica, en la que su sucesor no contara con el suficiente margen carismático del cual él es depositario. Un escenario así sería muy negativo, no tanto para los políticos del morenismo ─en su mayoría acostumbrados a reacomodarse a los diversos tiempos políticos, “chapulinismo” de por medio─ sino para los trabajadores a quienes les buscarían imponer peores condiciones de vida a los trabajadores del campo y la ciudad.

Condiciones peores aún que las que de por sí vivimos bajo el gobierno de la 4T, cuyas medidas “progresistas”, como los aumentos al salario mínimo y los programas sociales, están lejos de compensar la pobreza estructural, las condiciones de precarización y violencia heredadas de los gobiernos de los hoy partidos opositores, haciéndonos sobrevivir apenas en las condiciones de un mundo neoliberal que se autoproclama “antineoliberal”. Un discurso que apenas si disfraza con algunas concesiones insuficientes, la super explotación y miseria propias de un régimen capitalista dependiente sin perspectivas de liberarse del yugo imperialista.

Y, como se dice habitualmente, “para muestra basta un botón”. El mejor ejemplo de esa dependencia estructural y política que la ofensiva de los opositores de hoy han buscado en las últimas décadas llevar al límite ─interrumpida apenas un poquito sólo por el descontento social capitalizado por AMLO─ tuvo que ser admitida en términos grotescos de sumisión al patrón imperial cuando López Obrador y Ebrard acudieron a Washington a acordar con Donald Trump los términos del nuevo estatus de México como “tercer país seguro” que llevó a la imposición de la Guardia Nacional y el INM como garante de la persecución y hasta encarcelamiento de los inmigrantes centroamericanos y caribeños para evitar su llegada a suelo estadounidense. Política que llevó a la tragedia reciente en Ciudad Juárez con 40 víctimas fallecidas por la negligencia de las autoridades del supuesto “tercer país seguro” de la 4T.

Revivir el desafuero como justificación

Después que Trump con su trato hacia nuestro país y que con la amenaza de aplicar medidas arancelarias hizo ponerse de rodillas a López Obrador, es de esperar que AMLO tuviera un poco de prudencia (y dignidad) política y dejara pasar el asunto que hoy ocupa a Trump y la opinión pública estadounidense, pero no es así.

Como justificante para defender públicamente a Trump ─y por ende haciéndose solidario con las trapacerías cometidas por el magnate durante su mandato─ López Obrador ve aquí la oportunidad de ejemplificar dicha disputa en las alturas estadounidenses al escenario mexicano, en el cual hay cada día un enfrentamiento mayormente discursivo, pero con algunas peleas de poder como la del papel del INE y algunas desavenencias con la Suprema Corte de Justicia. Escenario que, al parecer, llevará a confluir a los partidos opositores a unificarse tras un candidato presidencial de unidad.

Y para reforzar su argumentación nos trae a la memoria los ya viejos tiempos de la “transición pacífica a la democracia”, misma que perdió su carácter pacífico por el gobierno del Vicente Fox y el famoso “compló” que se orquestó efectivamente bajo el liderazgo del panista Diego Fernández de Cevallos, y en el que participaron activamente dirigentes del PAN, el presidente Fox, la Suprema Corte, entre otros y con la complacencia del PRI.

Eran los tiempos en que López Obrador era gobernador de la hoy CDMX ─y que aparecía en la perspectiva la próxima elección presidencial del 2006 y la posible participación y triunfo de López Obrador─ en que los actores políticos confabulaban para desacreditar el liderazgo político de masas de AMLO y que los llevar a armar un caso jurídico que tenía como objetivo aplicarle el desafuero al gobernador entonces perredista.

Y es que como declarara el diputado priista Roberto Campa Cifrián en el pleno de la Cámara de Diputados en la deliberación que llevaría a votar el desafuero de AMLO: “El origen de todo esto no es que López Obrador sea un delincuente; sino que es un candidato peligroso, que nos va a ganar”.

A pesar del desafuero votado por los diputados, la pelea en las alturas de la política trascendería por todos los poros de la sociedad mexicana: las encuestas decían que 70 % de la población rechazaba la intentona de “golpe de Estado” judicial-legislativo.

La democracia burguesa mexicana ─fuertemente golpeada tras el fraude electoral priista de las elecciones de 1988 y que se buscaba recomponer lanzando la “alternancia pacífica” que sacaría al PRI del gobierno en el 2000─ quedaba en ridículo ante los ojos de todo el mundo. La prensa internacional organizaba una campaña internacional de firmas para condenar el desafuero, que incluyó las de muchos intelectuales de diversos países.

Finalmente, López Obrador reasumió su cargo apuntalado por una concentración multitudinaria estimada en un millón de personas. Quedaba muy prestigiado a nivel nacional como para contender en las presidenciales y vencer, inclusive el fraude electoral del gobierno panista, pero... esa es otra historia, la que da inicio al proceso de pasivizar al “tigre” que la intransigencia de los de arriba, la burguesía nacional y sus amos del imperialismo estadounidense, habían despertado y que el mismo AMLO adormecería en las calles del Paseo de la Reforma y sus alrededores.

Defender al amo o a los esclavos de hoy

Es posible que tenga razón López Obrador en su argumentación de que la política de Biden y sus partidarios es un intento de acorralar a Trump para que no llegue a su objetivo de contender por el poder en el 2024, lo que puede ser un mal cálculo, incluso en caso de perder el juicio, aparecería un relevo fortalecido por la martirización ante las masas del más que probable magnate-delincuente, quizás un Ron DeSantis, actual gobernador de Florida. Pero la defensa incondicional de Trump por la obstrucción política de sus adversarios no significa que Trump sea una inocente paloma. Los demócratas han calculado sus acusaciones para que no toquen delitos de gran envergadura, pues no quieren desatar una pelea feroz en la que muchos de ellos también tienen cola que les pisen.

Asumir como suya la deriva del otrora jefe imperialista, tan odiado por los trabajadores del patio trasero latinoamericano, quienes solo buscan llegar a EE UU por un sueño de sobrevivencia, impulsados por las condiciones brutales e insufribles de vida que el mismo amo del norte les ha ocasionado con su dominación capitalista, solo muestra la fuerte limitación “nacionalista” y “democrática” discursiva de un López Obrador, incapaz de contradecir al gobierno estadounidense. Así, sus “nacionalizaciones” y críticas a la política exterior de EE.UU. no tienen ningún sentido cuando se somete a las reglas imperialistas expresadas en el T-MEC, el pago de la deuda externa y el uso de la Guardia Nacional como extensión de la “migra” estadounidense.