Una pregunta interesante a hacernos en estos tiempos turbulentos en América Latina es por qué ahora. Podríamos en verdad decir que la región viene en ebullición de antes, con los levantamientos populares en Nicaragua en 2018.
Miércoles 27 de noviembre de 2019 23:36
Una pregunta interesante a hacernos en estos tiempos turbulentos en América Latina es por qué ahora. Sin dudas hay un efecto contagio que se expandió desde Ecuador y siguió por Chile, llegando hasta Colombia. Podríamos en verdad decir que la región viene en ebullición de antes, con los levantamientos populares en Nicaragua en 2018.
Tampoco hay dudas de que hay momentos que habilitan avances de la derecha y el imperialismo, y así como en el pasado los golpes militares eran la táctica privilegiada para perpetuar ese avance, las elecciones hoy son otra. Pero hay algo más. Estados Unidos venía perdiendo control sobre América Latina a pasos agigantados. Esta pérdida en parte se debe a su cambio de foco hacia Medio Oriente para inicios de este siglo pero también al avance de China sobre América Latina. En la medida en que nuestra región devino un destino privilegiado de exportaciones y fuente de inversiones y salvatajes chinos, las tensiones de la hegemonía de EEUU sobre América Latina emergieron como capítulo particular de la batalla geopolítica entre EEUU y China.
La punta de este iceberg se presenta como una batalla comercial que bien podría ser sólo percibida como la respuesta de un presidente muy particular a un déficit comercial que lleva décadas. Pero el proteccionismo ya era parte del programa y discurso con el que Trump se convirtió en el hombre más poderoso del mundo. ¿Qué se esconde detrás de esa política comercial proteccionista y qué tiene eso que ver con el envalentamiento de EEUU a la derecha de Bolivia, Venezuela, Uruguay y la lista sigue?
EEUU ve amenazado su poderío geopolítico por el avance de China. No es el avance de las manufacturas de bajo valor agregado, ni el hecho de que el iPhone se fabrique en China, y por lo tanto no son los puestos de trabajo perdidos lo que preocupa a la todavía mayor potencia (imperialista) mundial. Su preocupación central es que China ya no es sólo la fábrica del mundo. China avanza en materia tecnológica. En las industrias asociadas a la economía digital, que hacen punta a nivel mundial –en investigación y desarrollo (I+D), ganancias y valuación de mercado-, liderada, por ahora, por un puñado de monopolios intelectuales estadounidenses encabezados por Google, Apple, Microsoft, Amazon y Facebook, China puso en pie gigantes que les hacen sombra (tales como Huawei, Tencent y Alibaba).
La supremacía económica y militar de EEUU reposa sobre su delantera en I+D. Si China supera a EEUU en esta nueva era digital, poco va a importar quién tenga el PIB más grande o el hecho de que el PIB per cápita chino siga por debajo del de EEUU o Europa.
En esta carrera tecnológica hay posiciones estratégicas y América Latina se ubica en una de ellas. Al dominio de recursos naturales no renovables como el litio -indispensable en esta nueva era digital- y de fuentes de energía renovable, se suma la capacidad de contar con fuerza de trabajo sumamente calificada con salarios relativamente bajos y menor protección laboral que, por ejemplo, los países históricamente centrales de Europa. Si bien ambas ventajas no están presentes en igual medida en todos los países de América Latina, quien haga pie firme en la región habrá conquistado una doble fuente de extractivismo: de recursos naturales y de conocimiento.
Ahora bien, este capítulo de la batalla por la hegemonía mundial de EEUU y China debe entenderse en el particular contexto de América Latina, lo cual suma ingredientes específicos que permiten pensar que existe una alternativa que no sea ni la subordinación al vecino del norte, ni la sumisión al lejano oriente. Aunque con distintos grados de organización y efectividad, los sectores populares en todo el subcontinente plantan bandera: contra el golpe de Estado en Bolivia y por una mejor vida para todes. La diversidad de los reclamos específicos da cuenta del atraso generalizado, estructural que vive la región y tiene como denominador común la pelea contra la desigualdad: al interior de cada país, entre regiones del mundo, contra desigualdades de género, raza y clase. Encauzar esa pelea contra las desigualdades en un movimiento popular latinoamericano que se hermane con luchas homólogas en todo el mundo es parte de una batalla mayor por inclinar la balanza, al menos esta vez, a favor de les que menos tienen.